Creado en: enero 15, 2023 a las 07:41 am.

Los coloquios, tradición del teatro camagüeyano

Puerto Príncipe a fines del primer tercio del s. XIX

Una manifestación pre dramática hispana, el Coloquio, apareció en el s. XVI, como forma de  elución de las loas y églogas que se practicaban desde el Medioevo en funciones litúrgicas de la religión católica; trataban por lo general temas bíblicos. En Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español…, Cayetano de la Barrera relaciona coloquios tan antiguos como uno estrenado en 1540 e impreso en Valladolid en 1588: Coloquio de Fenisa: “nuevamente compuesto en muy gracioso estilo y muy apacible a los oyentes. Son interlocutores las personas siguientes: Valerio, Marsirio, Silvio, Bobo, Fenisa.”

Otros citados por La Barrera: Coloquio de la Estrella del Mar, códice de piezas representadas en los Colegios de la Compañía de Jesús, de 1575; este mismo códice trae un coloquio en dos actos “que se representó en Sevilla delante del Illmo. Cardenal don Rodrigo de Castro año de 1587 […] Interlocutores: Palacio, Rusticidad, Moysés, un ángel, un zagal, la Profecía, dos pastores”; también, Coloquio de la Muerte, con todas las edades y estados, manuscrito firmado en Toledo, en 1580. Y otro muy curioso: “…donde el Devoto Cristiano puede echar de ver las muchas tentaciones a que está sujeto en este mundo. Donde se propone la defensa que el Ángel de nuestra guarda nos hace. Con ciertos sucesos espantosos que sucedieron en ciertos lugares de España, con muchachos que cantaban cantares deshonestos. Vistas y examinadas por el Padre Fray Juan Pérez. -Impresas con licencia, en Málaga, en este año de 1606…”

El siguiente coloquio recogido por La Barrera  parece asumir un tema más bien profano: Coloquio de las Letras y las Armas. Personas: Don Pedro, don Antonio, un estudiante, un soldado, Gracejo. En verso y prosa. Manuscrito del siglo xviii, a principios. Es pieza ingeniosa y bien escrita”. En cuanto a autores, el investigador español menciona al Padre Cigorondo, al tristemente famoso inquisidor Antonio de Torquemada y al doctor fray Damián de Vegas, quien escribió Coloquio entre un alma y sus tres potencias y Coloquio entre una Doncella y un Mancebo.

En América, la más antigua publicación mexicana de teatro es Coloquios Espirituales y Sacramentales y poesías sagradas, del presbítero andaluz Fernán González de Eslava, y data de 1610. El investigador español Jerónimo Herrera Navarro da noticia de coloquios en el siglo xviii, en Chile, Perú, México y España. En Santiago de Chile, hacia 1792, se estrena Coloquio de la Concepción, escrito por Juan Antonio Tris y Doyague. En Lima, la monja capuchina sor Juana María —Josefa de Azaña y Llano— escribió: Coloquio a la natividad del Señor; Coloquio al sagrado misterio de la circuncisión; Coloquio al sagrado misterio de los santos reyes; Coloquio de Julio y Menga, pastores para celebrar al Niño Jesús; y Coloquio que se ha de decir en la dominica del Niño Perdido. En ese virreinato, el sacerdote jesuita Domingo Prieto escribe Decuria doctrinal sobre la Oración del Padre Nuestro, para ser representada el segundo jueves de la Cuaresma de 1740: “El comienzo de este coloquio tiene chispa e ingenio y la trama se reduce a exponer en forma visible el contenido de la oración dominical, su intención y su valor”.

Juan Nepomuceno Restán, jesuita mexicano, escribió Coloquio con que los infantes de esta santa metropolitana iglesia dieron la bienvenida, y aplaudieron la piedad del excelentísimo señor virrey, su vice patrón, en su primer público ingreso en dicha iglesia. En 1786, José Villegas Echevarría, quien residía en México, publica Coloquio tierno y lastimosos aires de la América en la muerte del excelentísimo señor don Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España.

En las Españas, fray Marcos Alayón, monje agustino oriundo de Tenerife, escribió en la primera mitad del siglo xviii, Coloquio gracioso para la Navidad de N. S. Jesucristo. Del poeta valenciano Carlos León, también del siglo xviii, se dice que “es autor de romances y coloquios”. El poeta y dramaturgo burgalés Francisco Antonio de Castro escribe Alcides alegórico, coloquio entre siete personas: “‘Idea con que celebró la Escuela de Estudiantes del Colegio de San Pablo de esta ciudad de Burgos, la feliz victoria que consiguieron las armas de Felipe V en el día 10 de diciembre de 1710”. El ciego fray Juan Moreno Cortés, monje lego de la Orden de Nuestro Padre San Basilio escribió: Coloquio místico laudatorio, que fue representado en el monasterio de Santa Paula de Sevilla en 1737, y Nisa y Carlos, coloquio entre dos supuestos amantes. En esa misma ciudad, en 1749, el jesuita Rafael de Córdoba hizo representar el coloquio El sacro nombre de Augusto. El sacerdote granadino José Antonio Porcel y Salablanca escribió los coloquios El diamante, para representarse en el Real Convento de Comendadoras de Santiago en la toma de hábito de doña María de los Dolores de Castillejo; La elección justificada, con el que se celebró la elección de subpriora de las Comendadoras de Santiago, de Doña Josefa Porcel y Cañaveral; y La hospitalidad premiada, coloquio laudatorio con motivo de la dedicación del Templo de San Juan de Dios en Granada, por un afecto del Santo de la Orden.

El poema dramático dividido en diez coloquios, La infancia de Jesucristo, es impreso en 1785por el sacerdote malagueño Gaspar Fernández de Ávila, en su ciudad natal. Pascual Martínez García, poeta valenciano, escribe entre fines del siglo xviii y principios del xix los coloquios: Los aficionats a comédies; Colloqui de Nello el Tripero y L’embarg de l’Albufera.

El dramaturgo Tadeo Moreno González-García da a luz en Madrid, en 1785 Coloquio métrico que tuvo la Ninfa del río Manzanares con Orméno, Pastor Henario, en elogio y afectuosa despedida de la Serma. Sra. Infanta de España, Doña Carlota Joaquina, hija de los Sermos. Sres. Príncipes de Asturias.

Este género, practicado en varias localidades de Cuba desde mediados del s. XIX, logró conservarse solo en Camagüey durante casi setenta años. Allí se representaban en las casas ante los Nacimientos, y solían exponerse entre el 20 de diciembre y el 6 de enero. El investigador camagüeyano Manuel Villabella, nos los define: “El coloquio expone una alegoría, determinado simbolismo, no tenía división en actos y se relacionaba con las fiestas en el ciclo de la Navidad […] Losbelenes eran adornados con la mejor decoración que los propietarios tuvieran.”

Manuel Villabella, historiador del teatro camagüeyano

Y nos ilustra sobre esa historia: “En la calle de Contaduría (hoy Lugareño) vivían Doña Concha Agramonte y Don Francisco Sánchez en un antiguo palacete de suelos de ladrillos, grandes galerías y patios; ella acostumbraba a criar pavos reales, palomas y gran variedad de pajaritos que en las Navidades le servían para embellecer su coloquio.

Villabella nos cuenta que el brillante intelectual Enrique José Varona publicó en 1872 su coloquio El primer presentimiento de María, en cuya introducción aludía a la afición de jóvenes y adultos por este género, cultivado hacia 1860 por reconocidas poetisas camagüeyanas y algunos “poetas de casa”. Añade que  funcionó  un pequeño teatro en 1867 dedicado exclusivamente a esta manifestación, así como representaciones de coloquios en el Teatro El Fénix, sede  de la Sociedad Popular Santa Cecilia, en 1878. Refiere el investigador camagüeyano que en la casona de Cupertina de Varona, en San Pablo, entre Luaces y la plazuela del Puente, se representaron coloquios. La última representación conocida fue Las cuatro naciones, el 6 de enero de  1915, en las Escuelas Pías. Escrita por la poetisa Concepción Agüero, se había estrenado en 1879,

Quizás su hallazgo más importante es “un fragmento de un coloquio, en el que participan san Ramón y san Berenito -Benito de Palermo, el santo negro… que tiene el mérito de su lenguaje popular…”  Es una muestra más de la discriminación racial que existía:

SAN RAMÓN:        No hay negro que en mi opinión

                                   no merezca un calabozo,

                                   pues negro y facineroso

                                  una misma cosa son

SAN BERENITO:   … aunque “santo” y famoso 

                                 de los partos milagrosos,

                                 quien deja el camino real,

                                 en el concepto legal,

                                  se tiene por sospechoso.”

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