Creado en: octubre 5, 2021 a las 06:47 am.
Para la historia, más que un rincón
La figura legendaria del Guerrillero Heroico Ernesto Guevara recibe en Cuba un homenaje cotidiano, desde la propia voluntad de quienes nos trazamos como meta igualárnosle en la conducta y el proceder ante la vida.
Desde la cultura son numerosos los acercamientos a su obra, su impronta, su imagen y legado. Apropiaciones e interpretaciones diferentes nos traen al estratega en la literatura, la música, la danza, la plástica, la escena, la televisión, la radio, el cine, la artesanía, el museo.
Artemisa no cuenta con espacios como el Complejo Monumentario de Santa Clara, sin embargo, la figura de quien fuera personificación de la modestia encuentra en un humilde museo escolar de Caimito el idóneo tributo.
El museo del Instituto Preuniversitario Comandante Ernesto Guevara “Ceiba 1”, es un sitio sui géneris. Tiene como objetivo investigar, conservar, comunicar y exponer con fines de educación y disfrute de las personas, los testimonios materiales e inmateriales sobre la historia de la institución.
No se trata de una escuela cualquiera. La vitrina de la educación cubana durante mucho tiempo recibía las visitas frecuentes del Comandante en Jefe Fidel Castro. Allí tocaba con la mano el éxito del programa de la escuela al campo, allí fue un alumno más.
Un museo escolar, un espacio para la historia.
El pequeño local de “Ceiba 1” es la posibilidad que tienen los egresados del plantel de reencontrarse con un pasado que resuma orgullo. Quienes ingresan a la institución lo tienen como primera escala y salen de aquel lugar, convencidos de que no han llegado a un sitio común.
Sus administradores se han consagrado a la preservación de piezas, imágenes y documentos valiosos para narrar la historia de la escuela, su desarrollo y al mismo tiempo promueven las investigaciones que dan al museo un carácter vivo porque no se mantiene estático y crece con el concurso colectivo.
Conversando con el director del centro, MsC. Alejandro Batista Martínez, uno se da cuenta de que no es una sala de historia, ni un rincón dedicado al tema, como sucede en muchas instituciones educativas. En el museo de “Ceiba 1” los estudiantes se vinculan, a través de los proyectos educativos, institucionales y de grupo, a la investigación de las piezas. Se dedican a la búsqueda de nuevas adquisiciones que enriquezcan las evidencias de la huella del centro en la realidad cubana. 50 años de historia implican que hay mucho por contar y los albaceas de esa historia se encuentran diseminados por las distintas provincias del país y allende los mares.
El local tiene un apartado en el que se muestran evidencias de la fundación del Instituto, el 7 de enero de 1971 y la presencia de Fidel en la instalación docente. Allí se exhibe la dedicatoria del líder a la escuela, el 15 de mayo del 1971, donde la califica de ejemplar, se conservan imágenes de Fidel jugando básquet con los estudiantes en las áreas deportivas del centro y otras vinculadas con aquella época.
No puede faltar un espacio para aquel que da nombre al plantel. Según Batista Martínez, “Ceiba 1” fue la primera institución cubana a la que se le puso el nombre del Che, en 1972. Junto a ese orgullo los estudiantes, profesores y trabajadores de la institución atesoran fragmentos de tierra y piedras del lugar donde el Héroe fue asesinado, suelo de Valle Grande y de La Higuera, en Bolivia. También conservan tierra traída desde Caballete de Casas, donde tuvo su Comandancia durante la campaña invasora y recortes de la prensa nacional de la fecha en que se publicó la noticia de su muerte. El pequeño museo escolar tiene además en su poder una copia del acta de nacimiento del Che.
Otro espacio se dedica a mostrar la relación de la escuela con el ejercicio de la solidaridad del mundo con Cuba, desde 1971 hasta la fecha. En aquella época numerosas delegaciones visitaron el plantel y dejaron su constancia en los libros de visitantes o donaciones, como una talla en madera que representa a los reyes africanos, una estatuilla de Che hecha con arcilla de La Higuera y matizada con rocas brillantes de Brasil y otros elementos de la cultura de países de los cinco continentes.
Los logros de la institución en 50 años de bregar se exhiben en el museo, que conserva como tesoros valiosos los libros donde, además de las palabras de Fidel, se pueden leer las de Silvio Rodríguez, el capitán Antonio Núñez Jiménez, Celina González, Ángela Davis, Liborio Noval, Alberto Korda, Arnaldo Tamayo, Prudencio Echeverría que fue delegado al Primer Congreso Campesino en Armas, los visitantes del Primer Crucero por la Paz y los integrantes del dúo Buena Fe, por solo citar una muestra de una extensa lista de personalidades.
El espacio es un ejemplo del vínculo entre la cultura y la identidad, una muestra de cómo la historia puede activar los resortes de la pertenencia. Los estudiantes que hoy se sientan frente a las pizarras del Instituto Preuniversitario Comandante Ernesto Guevara son, en algunas ocasiones, los hijos de quienes estudiaron en esas aulas años atrás. Hoy participan en la construcción de ese espacio que constituye una singularidad y cimenta los horcones de su escuela.
El Che camina los pasillos de la institución, sonríe cuando llega un visitante y lo acompaña hasta el museo. Allí el guión no tiene quizás la hechura formal de la academia, pero no le falta la del sentimiento. Se trata de un espacio vivo, con capacidad de atraer, donde la historia toca la fibra. Es un museo en la comunidad, en una comunidad de uniformes y esperanzas que demuestra, como nos recuerda el director del centro, que la historia hay que investigarla bien, comunicarla mucho mejor y preservarla a toda costa.
