Creado en: octubre 31, 2021 a las 09:30 am.

¿Procesión o comparsa?

Imagen ilustrativa./Tomada de Internet

La festividad del Corpus Christi, forma de culto a la Eucaristía -comunión-, fue instituida en el siglo XIII en Europa por el papa Urbano IV. En el siglo XIV le fue incluida una procesión, que con el decursar del tiempo se convirtió en su máximo exponente. Se trata de una fiesta de fecha móvil, que se celebra el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, primero después de la Pascua de Pentecostés; cae casi siempre en la primera quincena del mes de junio. Tanto en España como en Cuba, esta festividad, en su natural desarrollo, llegó a incluir comedias, autos, loas, alegorías y otros géneros dramáticos, lo que influyó decisivamente en la evolución del arte escénico.

En nuestra isla, la primera noticia sobre esta celebración data de 1520 y está asociada a la mención de nuestro primer teatrero, un residente de la villa de Santiago de Cuba conocido como Pedro de Santiago, a quien se le pagan “treinta e seis pesos e seis granos porque hizo una danza darcos e por lienzos y otros gastos por menudo.”

 Igualmente, la procesión del Corpus aparece en La Habana al lado del nombre de otro audaz inventor de juegos escénicos: Pedro de Castilla. En 1570, un acta del cabildo habanero refleja que:

[…]  por cuanto la fiesta del Santísimo Corpus Christi se espera de próximo y que para que vaya la procesión con más solemnidad y regocijo, se trate con Pedro Castilla para que saque una danza y que para ayudar al gasto su merced el Señor Gobernador le dará de gastos de Justicia media docena de ducados y que se trate con Su Señoría el Señor Obispo para que de la Cofradía del Santísimo Sacramento se dé otra media docena de ducados […]

  Este teatrero aparecerá de nuevo en la procesión y fiesta del Corpus de 1573:

[…] que todos los oficiales, como son sastres, carpinteros, zapateros é herreros é calafateros saquen invenciones e juegos para aquel día, é que para ello se junten con Pedro Castilla el cual les dará la orden de cómo lo han de hacer é repartir, é ansí mismo acordaron que los negros horros se junten a ayudar la dicha fiesta, conforme á cómo les mandare el dicho Pedro Castilla con su invención.

   Y otra vez en 1576:

[…] que la fiesta del Corpus Christi viene presto e es cosa que conviene al servicio de dios Nuestro señor que aquel día haya algún regocijo e fiesta e alguna obra buena [subrayado mío], que vaya en la procesión como se ha acostumbrado e acostumbra en todos los reinos y señoríos de Su Majestad y en esta villa. E Pedro Castilla, vezino desta villa, se ha ofrecido para la dicha fiesta sacar algunas ynvinciones de rregozijo e plazer, que se le den ello lo que Baena paga del carretaje treinta ducados.

Por primera vez en nuestra historia, encontramos que se refieren a obrapara denominar una composición dramática.

Andando el tiempo, tanto en La Habana como en Santiago, el Corpus y las fiestas patronales se irán acercando cada vez más, en espíritu y ropaje, a los mamarrachos de carnestolendas, o sea, el carnaval. Nada más parecido a una procesión —en su estructura y carácter itinerante— que una comparsa.

Imagine usted a un numeroso grupo de negros horros mezclado con algunos indios y precedido por pendones y banderolas con motivos cristianos, que danzan y cantan alrededor de una cruz, al compás de tambores y sonajas de muy diversa construcción y manejo. Tras ellos vienen personajes de reyes moros y reyes cristianos, águilas, tigres y leones, gitanos, ángeles buenos –arcángeles- enzarzados en gran batalla contra ángeles malos –demonios-; una torrecilla campanario conducida por jóvenes que repican sin cesar mientras avanzan, rodeados de diablitos africanos armados de vejigas infladas atadas a un látigo, con las que se atizan golpes los unos a los otros; también vienen unos títeres llamados tocotines. Luego, entre estatuas y bustos de santos, desfilan varios grupos de danzantes con sus vestuarios y acompañamientos musicales; les siguen nuevas escenas de batallas entre gigantes –conocidos como cabezudos- y enanos. Entonces aparece el atractivo mayor, una monstruosa serpiente –la Tarasca- que puede traer a lomos a Santa Marta o a un monigote conocido como Tarasquillo. Les toca el turno a los dignatarios seglares locales, regidores y alcaldes con sus mazas, espadas y vestuarios de gala. Por fin, bajo palio, conducido por la más alta autoridad religiosa, el Santísimo Sacramento escoltado por un coro que entona angelicales salmos.

Este abigarrado conjunto se desplaza por calles entoldadas o cubiertas por enramadas de pencas de coco y palmeras, entre casas y edificios públicos enjaezados con flores y cestos de frutas. Se detienen todos a descansar en cada esquina donde se haya levantado un tablado: sobre este unos niños echan unas loas al Señor o representan un auto sacramental en el que generalmente se mezcla lo místico con lo profano, Marte con San Gabriel, María Inmaculada con Afrodita, Venus con Santa Genoveva.

Tras la procesión, el pueblo: damas y caballeros de más y menos alcurnia con sus hijos, profesionales de los diversos gremios con sus casi siempre numerosas familias y finalmente, los pobres: blancos, negros libres y esclavos, mestizos -hombres, mujeres y niños. Todos en gran jolgorio y mezcolanza, cantan lo que les parece y su desplazamiento es más cercano a la danza que al andar.

De esta tradición se nutrirán las fiestas profanas de las carnestolendas o mamarrachos.

Cumplo hoy con mi intención de comunicarles algo de lo que reconozco como expresiones pre dramáticas de la cultura popular y que se inserta con toda pertinencia en la historia del teatro de nuestro país.

Si ud. ha participado alguna vez en una comparsa habanera, parranda remediana, charanga de Bejucal, sogón camagüeyano, San Juan espirituano o en la incomparable conga santiaguera, ¿no le parece que lo arriba descrito es más una suerte de comparsa que una procesión?

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