Creado en: noviembre 27, 2023 a las 04:53 pm.

Rapsodia de (con) Víctor Manuel Velázquez

Fotos Alicia Durañona

Víctor Manuel Velázquez (Holguín, 1980) es un poeta. Ahí están sus textos: en los terrenos de la crónica —a partir, sobre todo, de las múltiples vivencias de la cotidianidad— y en las honduras de la lírica. Y sus cuadros: súmmum de su poética, puerta a territorios míticos y convergentes; y por tanto, por la fuerza de la imaginación y la creación, a sitios también posibles donde anclar la mirada y escudriñar el misterio.

Uno entra a una exhibición suya “como si penetrara a un bosque encantado. Hay una multitud de criaturas, de objetos, de formas, una multiplicidad de colores, una variedad de expresiones que nos imponen la variedad y el regocijo de otra dimensión del mundo que conocemos, que se nos hace familiar y extraño a la vez, pues siempre nos queda la interrogación de si es efectivamente posible que vemos lo que creemos ver”, escribe el escritor Manuel García Verdecia en las palabras de catálogo que, precisamente, abren las puertas para adentrarnos en Rapsodia, expuesta en la galería Fausto Cristo de la UNEAC de Holguín, como un atractivo recorrido por la más reciente producción visual de uno de los artistas holguineros con una poética más singular y coherente, más sugestiva y límpida.

Fotos Alicia Durañona

Componen la muestra unas veintitrés piezas en las que Víctor Manuel resume un ejercicio sólido, caracterizado —leemos en la ficha que acompaña el catálogo— “por un despliegue temático que le permite citar tanto escenas del arte universal como exponer sus vivencias personales”. Además, añade el texto, “ha demostrado madurez en el dibujo y un manejo libre del color”, algo palpable en las obras que observamos y en las que el artista, hábil en el arduo manejo de la acuarela, puebla de ensoñaciones y misterios, territorios abiertos, islotes, espacios de confluencias donde todo —y ahí radica la magia de la creación— puede ser real.

No solo con la acuarela, en Rapsodia —con curaduría de Roxana La O Sánchez— Víctor Manuel expone piezas realizadas con óleo, acrílico, grafito, técnica mixta… sobre soportes como el lienzo y la madera; además de incluir una instalación que tituló “Una de cal y otra de arena”. En todas ellas, en reverberación, en coexistencia orgánica, viven las influencias, múltiples y cotidianas, sencillas y universales, como herencias de una tradición, en diálogo fecundo con el artista y abiertas a la incitación y la pupila.

Fotos Alicia Durañona

Por ello —como señala García Verdecia— “todo cuanto existe en el cuadro ha nacido de una realidad que el pintor ha aderezado, magnificado, manipulado, destilado mediante su capacidad de invención. Surge así en esta alquimia una suerte de amable teratología, un mundo de monstruos adorables y sugerentes. Lo cotidiano percibido es transformado en fantasía que alimenta el pensamiento y la sensibilidad del observador”.

Los temas de Víctor Manuel —quien posee formación autodidacta y es graduado de la Facultad de Ciencias Médicas “Mariana Grajales” de Holguín, en 2005— no están para nada distantes de los que cualquier otro semejante pueda enfrentar. Solo que él se atreve a asumirlos, examinarlos, intentar descifrarlos y luego devolverlos a una imagen enriquecida y sugerente.

Fotos Alicia Durañona

Así por sus cuadros transitan personajes de su niñez y su adultez que se han cruzado en su vida y han inquietado, por diversos accidentes, su espíritu. También late el eros, esa fuerza que nos hace buscar en el otro una amable extensión de nuestro ser para el goce y la expansión humana. Aparecen también criaturas que desde lecturas o la contemplación de otras obras pictóricas han movido ciertos resortes de identificación en el pintor y él los reanima y resignifica en sus cuadros. Hay, como no, una atmósfera de objetos, animales, plantas que referencian un determinado espacio, un ambiente, que se articula en nuestra humanidad y la condiciona.

Esta rapsodia que nos ofrece Víctor Manuel —cuyos ecos nos llegan de la antigua Grecia y que están, como fragmento de un poema épico, vinculadas a su portador, el rapsoda, quien la declamaba de forma independiente al resto de la obra— es la muestra más reciente de su labor, de sus inquietudes como artista y ser social. Y establece, desde su interacción, lúdica y fantasiosa, un diálogo con el público, como “obra abierta” a disímiles interpretaciones, para permitirnos el goce, la interrogante y más de un momento de felicidad.

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