Creado en: marzo 8, 2023 a las 12:09 pm.

Roxana Pineda: una mujer que le roba tiempo al tiempo para compartir responsabilidades

Con la ilusión de conquistar el escenario teatral, la habanera Roxana Pineda se fue un día a la Ciudad de Santa Clara. Ya se había nutrido de saberes especializados en Teatrología y Dramaturgia, en las aulas del Instituto Superior de Arte (ISA), en la época en que la Doctora en Ciencias Filológicas Graziella Pogolotti era la decana de la entonces Facultad de Artes Escénicas. Título en manos, en 1985, comenzó su interpretación en el mundo de las tablas, incursionando en la docencia. La actuación, la literatura, y la dirección del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) engrosan su vida profesional.

«En 1989 decidí irme a Santa Clara con Joel Sáez para fundar el Estudio Teatral de Santa Clara. Queríamos trabajar muy duro y encontrar el lenguaje que nos identificara en un mundo donde aparentemente todo tenía ya un lugar asignado. Desde entonces ha transcurrido mucho tiempo. Me formé como actriz aprendiendo a ser actriz en ese proyecto que ya tiene hoy casi 25 años. En 2014 fundé mi propio proyecto Teatro La Rosa. Tengo una larga hoja de vida como actriz y directora, y también como investigadora y pedagoga, pero lo que más amo es actuar».

– ¿Qué puesta en escena no olvidarías?

«Yo no quiero olvidar la vida. Pero sé que la memoria es también selectiva. Incursioné por primera vez en el torbellino del teatro sobre el escenario sagrado del Hubert de Blanck, donde Vicente Revuelta presentaba unas escenas de su versión de Galileo Galilei. Junto a los actores consagrados de Teatro Estudio estaban los jóvenes estudiantes de Actuación y Teatrología del ISA. Para mí fue una conmoción que guardo como un tesoro».

«No olvidaré nunca los ensayos y la preparación de muchos de los espectáculos que dirigió Flora Lauten con sus estudiantes del ISA, mis compañeros de año académico. Sentada allí, y a veces trabajando con los actores, descubrí una pasión que nunca más me abandonó. Aquello que creaban Flora y sus alumnos era un mundo que tenía otra naturaleza. Estuve cuatro años enteros mirando ese ejercicio artístico que luego fue Teatro Buendía. Soñé algunas veces con interpretar la zorra de su Pequeño Príncipe, y defendí con garras la puesta de Lila, la mariposa, en aquella batalla campal del Festival de Camagüey donde parte de la crítica arremetió contra lo que Flora representaba».

«Conservo un recuerdo especial para el montaje de Galápago que dirigió Liuba Cid- siendo estudiante de actuación del ISA- bajo la conducción de Herminia Sánchez. Por una casualidad feliz hice el personaje protagónico para no separarme nunca más de la actuación. Y ese es un recuerdo muy valioso. Mi galápago cruzando con osadía una tabla de orilla a orilla del río Quibú. Hay una portada de la revista Tablas que lo recoge».

«Asumí por petición de sus directores, el doblaje del personaje La madre en la puesta en escena El hijo de Teatro 2 de Santa Clara. Me aterró tener que asumir ese rol en un grupo profesional y girar por Brasil y Ecuador siendo una muchacha sin experiencia. Con esa aventura conocí a los actores de La Candelaria y nació allí una hermosa amistad. No olvido».

En los adentros de Roxana, no cabe hoy el amor nacido en el Estudio Teatral de Santa Clara, el grupo que le enseñó las primeras luces del mundo del espectáculo.

«El lance de David, Antígona, Piel de Violetas, A la Deriva, Soledades, El traidor y el Héroe, La quinta rueda, La Orestíada, Cuba y la noche…De todo ese mundo que me acompaña tengo un especial cariño por el personaje del Rey de la Basura, por su fragilidad y pureza, y porque en ese mundo tan delirante y deprimido él nunca pierde su poesía».

«Hojas de papel volando es un espectáculo que amo hacer. No muere para mí, me anima y me sostiene. Las venas Abiertas es un desafío que me permitió enfrentar un cambio radical en mi vida sin que la amargura lograra domesticarme. Amo la música y pude canalizar ese gusto por la música que siempre llevo conmigo. Trabajar con dos excelentes músicos es algo de lo mejor que profesionalmente me ha regalado la vida».

«Quiero mucho los espectáculos que he dirigido en Teatro La Rosa. Los miro con más ternura, como si dependieran de mí para caminar. Apócrifas o Todas son María y Aquiles frente al espejo son ahora mismo nuestro modo de estar presentes. Y un camino abierto para seguir la aventura creativa de nuestro grupo».

La actriz que vive encandilada por las luces y sombras teatrales, y quien lleva hoy las riendas de la organización que aglutina a escritores y artistas villaclareños, defiende a la espada y escudo de la nación cubana, desde su única trinchera.

«Yo no me siento dividida, aunque se trate de dos espacios diferentes. Siempre digo que soy una actriz que dirige y una actriz que piensa. Mi condición de actriz inunda todo cuanto hago. He dedicado toda mi vida al oficio del teatro, y conscientemente he tratado de profundizar en cada pliegue de ese oficio que me apasiona».

«Nadie me obligó a entrenar mi cuerpo como una bestia durante 11 horas diarias, ni a mudarme del Vedado a Santa Clara para vivir durante años en un albergue. Nadie me dijo que me iban a promover encarnizándome durante años para aprender a improvisar o por adquirir una experiencia a golpes de trabajo. Escogí ser una actriz responsable de cada acto, porque amo la belleza y me regocija una imagen compleja que logra descubrir con su elocuencia las contradicciones más valiosas de un acto humano. Sé que puedo ser libre si logro ser rigurosa cuando enhebro acciones y palabras que develan un mundo desconocido bajo el manto de lo que todos sabemos».

«Amo inventar personajes que recojan las heridas más sagradas del hombre frente a su propio destino. Me gusta pensar. Me siento responsable cuando en los espectáculos logro pulsar, aunque sea por un instante, las heridas más punzantes y la alegría que se esconde en lo diminuto. Odio la mediocridad y por eso le he dedicado tanto esfuerzo a mi trabajo. No estoy dividida. Soy así frente a mis actores. Soy así cuando me dirigen. Soy así con mis alumnos inexpertos. Soy así cuando canto y me aconsejan los músicos de excelencia, cuando dirijo una asamblea de balance. Soy así cuando estoy en una reunión de la presidencia. Soy así cuando hablo con mi mamá, cuando me reúno con mis amigos y cuando discuto con los que se declaran mis enemigos y juegan ese juego estúpido del odio. No sé ser dividida y no creo en las personas que se pueden dividir».

«Y creo, porque no me siento personalidad de nada, y me encanta sentirme pequeña y apasionada, que esa es mi mejor manera de defender la Cultura Cubana. La coherencia, la ética como condición de vida, y la pasión para existir. Y no espero nada a cambio. Porque no creo que eso merezca premio alguno. Porque si eso se premia, entonces estaríamos reconociendo que es algo sobrenatural y no una condición humana necesaria para salvarnos de tanta basura, como dice Aquiles en nuestro más reciente espectáculo».

– El hecho de ser mujer, ¿crees que te facilita tu rol de directiva?

«Pues, supongo que sí, porque no puedo separar mi condición femenina de mis actos. Y mi visión para dirigir, para escuchar o disentir pasa por esa naturaleza que me condiciona. Y, además, tengo una seguridad de este territorio que me identifica como mujer, y en cada decisión que debo tomar o en cada diseño que acompaño tengo en cuenta que la voz de las mujeres tiene que ser una de esas voces que se escuchen».

«Eso me pasa mucho cuando miro los recitales de poesía, o cuando observo los nombres de los que dirigen, o los autores representativos para los que, casualmente, la presencia de las mujeres es mínima. Y no se trata como decía el querido Eusebio Leal de tener cuotas, porque tenemos una tendencia a convertir todo en consignas vacías, no. Se trata de que de verdad hay que crear espacios de participación colectiva donde lo femenino no se tenga en cuenta por caridad, sino porque tienen el derecho de estar presentes para completar la imagen de todos los relatos. Sin embargo, creo que la injusticia puede llegar desde cualquier esquina y no tiene género».

– ¿Cómo se reparte Roxana entre la UNEAC, su desempeño artístico, la activa vida cultural que tiene Villa Clara y su familia?

«Es difícil. He tenido que hacer sacrificios. No se puede estar en todas partes al mismo tiempo. Reconozco que tengo una capacidad de trabajo grande, que tengo habilidad para llevar más de un proyecto al mismo tiempo sin restarle importancia a ninguno. Pero tengo que ser sincera al decir que mi desempeño en la UNEAC me ha robado tiempo de creación que es lo que más amo hacer en la vida».

«Acepté la dirección de la UNEAC en Villa Clara únicamente por respeto a Tony Pérez que me pidió eso. Nunca me he concebido en una carrera política, porque sé que ello supone una entrega total para ser consecuente. Lo sé porque me he dedicado con esa misma pasión y entrega a mi carrera de actriz y directora en el teatro, y creo, es decir, sé, que es ahí donde puedo ser más útil, porque es ahí donde puedo ser mucho más creativa. Entonces tengo que robarle tiempo al tiempo para compartir esas dos responsabilidades, y eso a veces me pone de mal humor, porque yo soy esencialmente una artista».

«Mi familia es muy corta. Tengo lazos de afecto muy fuertes con los pocos buenos amigos verdaderos que tengo. Y a mi familia la atiendo con devoción y ellos se sienten orgullosos de lo que hago y eso es una bendición. Y está mi grupo, que es mi tabla de salvación y el lugar donde siempre quiero estar y donde siempre voy a estar».

– ¿Cómo dialogar con los creadores?

«No importa de qué boca sale la verdad, decía Borges. Aludía, creo yo, no a la verdad misma, sino a la importancia de escuchar. Para dialogar hay que aprender a escuchar, hay que aprender la humildad de que nadie es sabio en todo, y que cuando nos regodeamos en nuestro saber, ya tenemos la batalla perdida porque no estamos dispuestos a creer en otra verdad que no sea la nuestra. Eso no es lo peor. Lo peor es cuando hablamos por boca de ganso, o cuando hablamos para respetar una jerarquía que nos garantiza un espacio de poder; o cuando repetimos ideas que no mueven ideas. Ahí ya no hay posibilidad de diálogo. El diálogo- como espacio- incluye la contradicción, el debate; porque de la confrontación de ideas es que pueden abrirse espacios de creación. Esto es válido para los artistas y es válido para todos los seres humanos».

Roxana Pineda, la muchacha que llegó a Santa Clara colmada de sueños, refuerza hoy su filosofía de vida de saberse con la responsabilidad de crear una obra interesante e inquietante; de creer en lo que hace.

«Y tengo la responsabilidad de saber dónde estoy parada y cuál es la realidad donde opera mi arte. Y tengo la responsabilidad de dialogar con mi tiempo, con mis contemporáneos, aunque mi obra hable desde las ruinas del teatro griego. No creo que haya que proponerse “ser identitario”. Hay que proponerse ser responsable y profundo. Y no hacer concesiones a la calidad ni a la ética. Lo demás son gajes del oficio. Y cada oficio tiene su saber, su historia, su naturaleza; y su grado de invención que es el reto mayor de todo artista. Entonces seamos más artistas para poder, desde esas poéticas, dar nuestra visión del mundo».

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