Creado en: enero 30, 2022 a las 11:44 am.

Un relevante músico negro en el Teatro Principal

Día de Reyes en La Habana / Pintura de Víctor Patricio Landaluze

Podría escribirse un libro sobre Juan de la Peña, concertino, arreglista y director de las orquestas de los teatros habaneros durante cerca de treinta años, entre fines del s. XVIII y las dos primeras décadas del XIX. Pero este músico tenía lo que en aquella época constituía  un grave problema: era negro. Dada la discriminación imperante, De la Peña debió abrirse paso a fuerza de talento y tenacidad para alcanzar puestos tan importantes en aquellas compañías teatrales, cargos que ocuparon en los teatros de Madrid ilustres coetáneos como Blas de Laserna, Antonio Rosales, Pablo del Moral y José María de los Reyes Francesconi. Pero en la colonia de Cuba aquella sociedad desigual no iba a celebrar los incuestionables servicios a la música y al arte escénico de aquel negro. Los detalles de su vida siguen constituyendo un misterio; lamentablemente, su nombre no aparece ni siquiera en diccionarios de la música cubana tan acuciosos como los de Radamés Giro y Helio Orovio; solo lo menciona, fugazmente, la maestra de investigadores Zoila Lapique, en su tratado Música, compositores e intérpretes, 1570-1902.

Sobre la compañía teatral que se integra en la Cuaresma de 1792, el Papel Periódico de La Havana menciona como director de la orquesta y concertino  a Juan de la Peña, pero es muy probable que estuviese en esas funciones desde años antes, incluso en los ochenta, cuando no existía órgano de prensa alguno en esta ciudad.

 También se trata del primer negro que conocemos en el teatro profesional cubano. Su desarrollo artístico, por supuesto, no estuvo exento de tropiezos motivados por el color de su piel, en una sociedad tan raigalmente racista. Desconozco dónde y cómo aprendió los secretos del instrumento, pero debo aclararles a los legos en materia musical que concertino es el primerísimo violín de una agrupación orquestal, lo que en ocasiones determina que también asuma el rol de director.

   Es imprescindible que nos aproximemos a la composición de las orquestas de teatro en aquellos años. De acuerdo con algunos estudiosos españoles podríamos establecer que regularmente estaba compuesta de cinco violines, dos trompas, dos oboes, un fagot, un cello y un contrabajo. Nuestro Alejo Carpentier asegura que “en realidad, poco faltaba a la orquesta del Principal para ser una verdadera orquesta clásica … en caso de representaciones de mayores vuelos, la orquesta habitual solía reforzarse … Para ofrecer una correcta ejecución de una ópera, se duplicaban los atriles de violines y violoncelos.”

   El 14 de octubre de 1792, en el anuncio del programa por el cumpleaños del príncipe de Asturias, don Fernando de Borbón, encabezado por la obra El príncipe don Carlos de Austria, de Diego Jiménez de Enciso, se añade que “se tocará un concierto obligado al primer violín, por el Sr. Juan de la Peña”

   Ya en la primera y segunda décadas del siguiente siglo, el público habanero es mucho más avezado y sobretodo, denota sus preferencias hacia las producciones de teatro musical, por lo que las compañías añaden con mayor frecuencia a su repertorio óperas y operetas; en consecuencia,  la exigencia a la orquesta es notablemente mayor.

   El domingo de Resurrección 14 de abril de 1805 –inicio de temporada- se anuncia la ópera La serva padronaLa criada ama– de Giovanni Pergolesi; y se menciona como complemento del programa un concierto por el violinista Juan de la Peña. Los dos días de Pascua restantes habrá también óperas: el lunes 15, La vigilancia o El placer en el campo del Marqués de Creapopuli, de Nicolo Piccini, con libreto de Carlo Goldoni; y para el martes se anuncia La bella molinera, de Giovanni Paisiello, partituras todas dirigidas por nuestro De la Peña.

Pergolesi, compositor de ópera La serva padrona, libreto de Carlo Goldoni, partitura arreglada por De la Peña

  Acerca del estreno en 1807 de la primera ópera cubana: América y Apolo, con libreto del poeta Manuel de Zequeira, el investigador Jorge Antonio González se pregunta: “¿Quién fue el autor de la música? Su partitura debió ser compuesta en Cuba, ya que en ésta radicaba el autor literario. Pudo haber sido Juan de la Peña, violinis­ta y director de orquesta del Principal, o, como en otros casos, tomar la música de los compositores en boga y adaptarla al libreto”. Incluso si la solución fue esta última, el arreglista fue, sin dudas, el relevante De la Peña; no había otro con esas facultades en la orquesta del Principal.

   El periódico Correo de las Damas publica en julio de 1811 una elogiosa crítica al virtuosismo del ya veterano músico negro y deja entrever el ambiente discriminatorio que le rodea:

“Todas las personas inteligentes y de gusto  que asistieron al teatro la noche del 24 del corriente, admiraron y quedaron sumamente satisfechas de la habilidad con que el Sr. Juan de la Peña, director de orquesta y primer violín de ella, desempeñó los pasajes más difíciles de la ópera titulada Quien quiere no puede, representada a beneficio de la Sra. Galino. Esto basta para confundir y hacer enmudecer a los enemigos de este hábil profesor, que para satisfacer sus pasiones ocultas pretenden degradar su mérito, que siempre brillará a pesar del aliento oscuro de la negra envidia”.

    En la Cuaresma de 1812 el Diario de La Habana da a luz el prospecto con la integración y sueldos de la compañía teatral para el año cómico que comenzará como es habitual el domingo de Pascua de Resurrección. Ahí encontramos a De la Peña con un sueldo de 500 pesos anuales, cifra superior a la de algunos de los actores que la integraban.

   Ese mismo año, en noviembre, ofrece un concierto de violín; y el 12 de diciembre dirige una sinfonía. Aclaro que en los periódicos las carteleras teatrales eran muy escuetas; casi nunca mencionaban los nombres de los dramaturgos y mucho menos de algún músico. Solo en contadas ocasiones hacían referencia a los protagonistas de las obras.

Relaciono una ínfima lista de obras y compositores que Juan de la Peña tuvo que interpretar, dirigir, arreglar o incluso recomponer:

La dama soldado o El amor disfrazado   Ferdinando Orlandi

El tonelero (Le tonnelier) –  François Joseph Gossec

Los amantes de Teruel –   Blas de Laserna

Las aventuras de Tequeli  –  Francesco Coradini

El príncipe jardinero y fingido Cloridano –  Música original de autor desconocido

Zemira y AzorAndré Grétry

El alcalde de Mairena  – Joseph Fallótico

El desdén con el desdén –   Blas de Laserna

El desertor (Le déserteur) –   Pierre-Alexandre Monsigny

Cosdroas y Siroe –  Antonio Guerrero

La ópera de repente  –  Manuel Vicente García

Para vencer a  amor, querer vencerle –  Pablo del Moral

La criada ama (La serva padrona)  –  Giovanni Battista Pergolesi

El retrato parlante (Le tableau parlant)  –   André Grétry

Las tres sultanas (Les trois sultaines) –   Paul Cesar Gibert

El mágico de Salerno –   Pau Esteve

Los dos ayos (Les deux tuteurs)  –  Nicolas Dalayrac

La colonia o Los náufragos felices (La colonie)  – Antonio Maria Sacchini

Las cuatro columnas del trono español –  pasticcio

El barbero de Sevilla (Il barbiere di Seviglia) –  GiovanniPaisiello

La vigilancia o El placer en el campo del Marqués de Creapopuli, de Nicolo Piccini

La bella molinera (L’amor contrastato)  – Giovanni Paisiello

Quien quiere no puede (Chi vol non npoul) – Domenique Della Maria

América y Apolo– Música original de autor desconocido

    A pesar de lo poco divulgada que ha sido su trayectoria, me atrevo a asegurar que Juan de la Peña es uno de los grandes de nuestra historia cultural: en mis pesquisas he podido recoger muchas más menciones sobre su trabajo, lo que da fe de su rica trayectoria hasta 1818. Ese año marca el final de la carrera del eminente músico negro, ignoro si por retiro o fallecimiento. Su prolífica labor como instrumentista, arreglista y director de aquellas orquestas merece sacarlo del olvido y otorgarle un reconocimiento mayor.

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