Creado en: septiembre 26, 2021 a las 09:34 am.

Una expresión pre dramática de los indocubanos

Un areíto idealizado por un europeo.

A partir de 1511, fecha en que el conquistador Diego Velázquez de Cuéllar inicia la invasión a la Isla de Cuba, los españoles encuentran a su paso muestras de una expresión, mezcla de teatro y danza, a la que los taínos, quienes eran los pobladores de la Isla con mayor desarrollo cultural, llamaban areíto.

Fray Bartolomé de las Casas cuenta que el cacique Hatuey, proveniente de la vecina isla de Haití, arengó a los taínos de Cuba para prevenirlos contra la inminente llegada de los españoles, quienes adoraban a un dios que llamaban oro y que a este dios había que conjurar: “Concedieron todos que era bien que le bailasen y festejasen; entonces comenzaron a bailar y a cantar hasta que todos quedaron cansados, porque así era su costumbre, de bailar hasta cansarse”.

El padre Las Casas llegó a esta Isla con Velázquez y poco tiempo despuésse convirtió en el más tenaz y lúcido defensor de los aborígenes americanos. Otra de sus descripciones:

Lo que en sus cantares pronunciaban era recontar los hechos, y riquezas, y paz y gobierno de sus pasados, la vida que tenían antes que viniesen los cristianos, la venida dellos, y cómo en sus tierras violentamente entraron, cómo les toman las mujeres y los hijos despuésde roballos cuanto oro y bienes de sus padres heredaron y con sus propios trabajos allegaron. Otros cantan la velocidad y violencias y ferocidad de los caballos; y otros la braveza y crueldad de los perros, que en un credo los desgarran y hacen pedazos, y no menos el feroz denuedo y esfuerzo de los cristianos; pues, siendo tan pocos, a tantas multitudes de gentes vencen, siguen y matan; finalmente, toda materia que a ellos es triste y amarga la encarecen allí representando sus miserias y calamidades.

     Y, en otra parte de su Historia de las Indias:

(…) no salían uno de otro ni con los pies ni con las manos, y con todos los meneos de sus cuerpos, un cabello de compás; hacían los bailes de los de Cuba a los desta isla [La Española, N. del A] gran ventaja en ser los cantos a los oídos muy más suaves.

       Otro cronista, Gonzalo Fernández de Oviedo, relata:

Tomábanse de las manos algunas veces, é también otros tratábanse brazo con brazo ensartados, o asidos muchos en rengles, (o en corro así mismo), e uno de ellos tomaba en oficio de guiar (ora fuese hombre o mujer), y aquél daba ciertos pasos adelante e atrás, a manera de un contrapás mui ordenado e lo mismo (y en el instante) hacen todos, e así andan en torno, cantando en aquel tono alto o baxo que la guía los entona, e como lo hace e dice, mui medida e concertada la cuenta de los pasos con los versos o palabras que cantan. Y así aquél dice, la multitud de todos responden con los mismos pasos, e palabras e orden; e en tanto que le responden, la guía calla, aunque no cesa de andar en contrapás, y acabada la respuesta, que es repetir o decir lo mismo que el guiador dixo, procede incontinente sin intervalo la guía a otro verso en palabras, que el corro e todos tornan a repetir…

      Fernández de Oviedo describe también los instrumentos musicales que utilizaban los taínos para acompañarse: un tambor llamado mayohuacán, pequeñas flautas, maracas, trompas hechas de grandes caracoles marinos conocidas como guamosy cascabeles atados a brazos y piernas.

    Nuestro don Fernando Ortiz aporta:

(…) El canto del areíto era, pues, dialogal -lo iniciaba uno y le respondía el coro. El solista, quien “levantaba el canto”, como hoy se diría en el vernáculo de Cuba, era llamado tequina[…]Eltequina, “guiador o maestro”, entonaba la frase del canto y callaba mientras los demás respondían con las mismas palabras, lo cual aseguraba la fijación de la frase y su significado en la conciencia colectiva. El tequina podía ser hombre o mujer  […] Las danzas de los areítos eran, sin duda, miméticas, como son todas las primitivas […] los hombres se adornarían por lo general más que las mujeres; estas a veces tomaban parte “desnudas y sin pintura alguna si eran doncellas”, pero si casadas usaban “sólo unas bragas”, es decir, las típicas naguaso enaguas, tejidas de algodón […] se pintaban el cuerpo de rojo, con el zumo de la bija, y de negro con jugo de la jagua. […] pintados de negro, colorado, azul y otros colores […] enramados de flores y plumajes, uno con coronas, otro con penachos, otros con patenas de oro en el pecho.

En resumen, historias cantadas, literatura oral, música, danza, representación mimética, maquillaje y elementos ornamentales y de efecto sonoro en el cuerpo, componen esta forma de expresión similar a las que en casi todas las culturas suelen anteceder al teatro. No obstante, como nuestros aborígenes fueron cabalmente exterminados, los areítos han quedado como prehistoria, como raíz trunca que no influyó en el nacimiento del teatro cubano.  Refuta en parte esta última afirmación una interesente hipótesis de la investigadora Marta Esquenazi, quien aventura que podrían existir vasos comunicantes entre los areítos y el cordón de orilé, ritual espiritista muy amestizado que sobrevive en zonas montañosas de Manzanillo, Baracoa, Yateras y Santiago de Cuba.

Los conquistadores recién llegados, bajo el manido pretexto de la necesidad de convertir a estos “infieles”, prohibieron los areítos y cualquier otra manifestación religiosa o cultural, tanto en Cuba como en La Española. No obstante, el Rey Fernando el católico dispone que se mantengan, en unas ordenanzas “para el buen regimiento y tratamiento de los indios”, prescripciones conocidas como Leyes de Burgos, dictadas en esa ciudad el 27 de diciembre de 1512. Estas leyes pretendían poner freno a las salvajes acciones de la mayoría de los conquistadores y colonizadores contra los pueblos aborígenes de las recién descubiertas tierras de América.

Tanto el sabio Ortiz, como el investigador Rine Leal han afirmado lo contrario, o sea, que una de las leyes de Burgos prohíbe los areítos.

     Pero la ley en cuestión, dice:

Ley Catorze

-otrosí porque el mantener de los indios ésta, le quitasen a los dichos indios sus areítos y se les impidiese que no los hiciesen como suelen, se les haría muy de mal, ordenamos y mandamos que no se les ponga ni consienta poner impedimento alguno en el hacer de los areítos los domingos y fiestas como lo tienen por costumbre, y asimismo los días de labor, no dejando de trabajar por ello lo acostumbrado.

Fuentes: Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias; Gonzalo Fernández de Oviedo: Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra- Firme del Mar Océano; Fernando Ortiz: La africanía de la música folklórica de Cuba; Rine Leal: La selva oscura; Marta Esquenazi: Del areíto y otros sones; Hortensia Pichardo Viñals: Las ordenanzas antiguas para los indios. Las leyes de Burgos, 1512.

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