Creado en: enero 10, 2022 a las 09:10 am.

Vicente Revuelta, a diez años de su partida

Este 10 de enero se conmemora el décimo aniversario de la partida, a los 82 años de edad, del prestigioso actor, director teatral y pedagogo, Vicente F. Revuelta Planas, figura emblemática de la vanguardia teatral cubana y fundador, junto a su hermana Raquel, del reconocido grupo Teatro Estudio.

La carrera artística de esta figura imprescindible en la historia del teatro insular, comenzó como cantante cuando tenía siete años de edad, estimulado por su éxito en un concurso de aficionados realizado en el Teatro Principal de la Comedia. Luego actuó en programas de radio, gracias a una vocación alimentada por su familia perteneciente a un medio social muy humilde, la cual animó al joven que a los 17 años asumió su primer papel como actor en el Grupo ADAD con la obra Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona. Poco después ingresó en la Escuela Municipal de Arte Dramático, cuyas clases compartía con su labor en esta compañía.

Tras obtener loables resultados como actor en el ADAD, ingresó en el Patronato de teatro y en el Teatro universitario, con el que visitó México y Guatemala. Hacia 1950 trabajaba en el grupo Escénico Libre donde dirigió su primera obra: El recuerdo de Berta, de Tenessee Williams, y dos años después viajó a Europa para realizar estudios en la escuela Anexa a la compañía de Jean Louis Barralt, en París, en el Taller de Arte Dramático de Tania Balachova, así como también recibió clases de pantomima y expresión corporal con Etienne Decroux, en tanto asistió a un Congreso por la Paz en Viena y viajó por Italia, integrándose a un curso de verano en la Escuela de Cinematografía de Roma (Cinecitá).

Con una sólida formación profesional, hacia finales de 1954 Vicente regresó a Cuba, incorporándose a la Sociedad cultural Nuestro Tiempo, donde impartió seminarios, conferencias y publicó cuatro números de cuadernos de cultura teatral. Junto con su hermana –Raquel, en 1958 fundó la compañía Teatro Estudio, que durante varias décadas presentó lo mejor del repertorio local y clásicos internacionales como del español Federico García Lorca y del inglés William Shakespeare, entre otros autores, que dejaron huellas muy profundas en el teatro cubano. A partir de 1959 dirigió teatro con memorables resultados artísticos y actuó en algunas de sus puestas en escena.

Entre las numerosas obras teatrales —más de 20— dirigidas por este icono de las tablas, Premio Nacional de Teatro de 1999 (junto con Raquel), se recuerdan, por sus notables éxitos de público y de crítica, Galileo Galilei, La duodécima noche, El viaje de un largo día hacia la noche, Fuenteovejuna, El alma buena de Se-Chuan, Madre Coraje, El cuento del zoológico y El perro del hortelano.  En muchas de estas producciones para las tablas insulares igualmente se desempeñó como actor.

También en el cine dejó su impronta. En una entrevista con el prestigioso crítico, ensayista y escritor Norge Espinosa Mendoza, publicada en La Jiribilla (Año VIII, La Habana, 6 al 12 de junio de 2009), bajo el título de Primer plano de Vicente Revuelta, el gran maestro expresó: “El cine puede considerarse la matriz de mi creatividad, porque durante mi primera infancia y mi adolescencia el cine fue algo muy importante para mí, que me sacaba de la realidad a otra realidad. Hice teatro y no cine porque en Cuba no había posibilidad de hacer cine. Sin embargo, recuerdo que algo que me hizo amar el teatro fue una función que vi en la que había un uso de la luz que tenía cierto profesionalismo, y que no se parecía al teatro que yo había visto hasta entonces, y que era muy malo. Ese empleo de la luz, la apertura de ese espacio en el teatro me fascinó.

“El cine —agregó Vicente— se parece mucho más a la literatura, a la narrativa; el teatro es como la poesía, muy difícil. Entonces me gustaba mucho parecerme a las actrices que veía. Yo tuve una temporada en que iba al cine diariamente, desde las 2 de la tarde hasta las 7 de la noche. Iba al cine Lira, que ahora se llama El Mégano. Veía un noticiero, los avances de todas las películas, y luego una de aventuras. Y yo salía fascinado, imitando las caras de esas mujeres tremendas del cine de la época, y la belleza de los hombres. Me veo todavía caminando por la calle, haciendo las caras y las poses de esos actores, y esas actrices espantosas e interesantes. Las imitaba y me ponía a hacer sus poses ante el espejo, así que algo me decían”.

Entre los filmes que contaron con la presencia del célebre artista se encuentran Una pelea cubana contra los demonios (guion, 1972); así como su actuación en El mar (1966), El bautizo (1968), De la guerra americana (1969), Los sobrevivientes (1979), y Amor vertical (1998).

Realizó giras e impartió conferencias en más de 15 países de América Latina y Europa y se destacó también por su labor docente en varios grupos e instituciones culturales como el Instituto Superior de Arte (ISA), que le otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Arte.

Aunque admiraba la televisión, Vicente no trascendió dentro de este medio sobre el que afirmó: “Yo no quería hacer televisión, porque me llevaba tiempo y era algo que consideraba que no valía la pena, por tanto, no tenía dinero. Entonces, Olga Andreu me sugirió que me pusiera a dar clases. En la calle 15 yo tenía un pequeño penthouse y aquello se convirtió en una especie de agencia del Actor’s Studio en Cuba. Por allí pasó mucha gente”.

Plenamente identificado con las ideas marxistas desde su juventud y posteriormente con el programa de la Revolución Cubana, luego del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, realizó, en representación de su país, numerosas  giras a Italia; al Festival de Avignon, en Francia; al Festival Joven Teatro de Lieja, en Bélgica; así como a representaciones y eventos teatrales en Bulgaria, Yugoslavia, España, Portugal, Colombia, Venezuela, Nicaragua, México y Polonia; en tanto impartió conferencias en más de 15 países de América Latina y Europa. Su labor teatral fue apreciada en numerosos escenarios del mundo.

Entre los Premios y distinciones que avalan la trayectoria de esta gran figura de las tablas en el Siglo XX insular, se encuentran la Orden Félix Varela (1988); el Premio Tinajón Camagüeyano, por la dirección de En el parque (1986); la Medalla Alejo Carpentier (1982); el Premio del Festival de Teatro de La Habana por su actuación y dirección artística de La duodécima noche (1982); el Premio de Actuación Masculina en el I Festival de Teatro de La Habana, compartido con José A. Rodríguez por su personaje protagónico en El precio (1980); el Premio Espada de Oro, de Bulgaria, por la dirección de Santa Juana de América (1979); y el Premio Gallo de La Habana, por la dirección de La noche de los asesinos (1966).

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