Creado en: agosto 2, 2021 a las 07:22 am.

Yusiván López: un regalo del azar para la radio artemiseña 

Acercarse a la intimidad de Yusiván López Suárez es una tarea escabrosa y gratificante. Es lo que en el medio se conoce como un hombre radio. Atesora un sinnúmero de premios y reconocimientos. Se trata de alguien de pocas palabras que sin embargo maneja como nadie los recursos comunicativos de la radio y en su casa, la emisora Radio Artemisa, se desempeña como operador de sonido, director y guionista, en todas las especialidades con igual maestría. Por esta vez logro que rompa su hermetismo y todavía incrédulo, inicio esta entrevista a uno de los artistas que forman parte de mis paradigmas.          

―¿Cómo comienzas en la radio?

Por casualidad. Mi primer encuentro con la radio fue en las noches de guardia, durante el servicio militar. Recuerdo que en aquellos tiempos escuchaba El Ritmo de la noche. Cuando cumplí con aquella etapa hice un recorrido para visitar a los familiares, reeditando una costumbre que repetía con mi abuela, fallecida durante mi experiencia militar. Había pensado matricular en la Escuela de Economía porque era lo que hacía mi novia de entonces. 

El periodista José Luis Guía, esposo de una tía, fue quien me preguntó si no me interesaba entrar a la emisora Radio Artemisa. Accedí a aquella propuesta, se hicieron las coordinaciones y comencé en el curso de operador de sonido con el prestigioso realizador Orlando Martínez Ramos.

En aquella época la primera parte del curso era práctica. Recuerdo que Orlando me daba la tarea de poner las cintas en punta. Era una sencillez. Luego tuvo que cubrir por un operador en la cabina de transmisiones y le asignaron mi tutoría a Aymé Rivero. Siempre he sido muy penoso y me sentaba, sin hablar una palabra, a mirar lo que ella hacía. En aquellos tiempos Aymé fumaba y en los momentos en que salía a fumar yo realizaba los empates de las cintas y así le demostré que estaba aprendiendo y tenía interés en la espacialidad. En resumen, fue un golpe de suerte, del azar, porque no estaba en mis planes y mi carácter representaba una limitante para este medio. 

― ¿Y te enamoraste del trabajo en la radio?

Donde quiera que yo llego trato de hacerlo todo bien, de no quedar mal. En el servicio me dieron la baja por estímulo. Aquí fue parecido. Muchas personas me ayudaron. Recuerdo a las asesoras Vivian Corral y Yanet Urrutia y otros compañeros que me enseñaron y me hicieron sentir en casa.

Un sábado en la noche me tocó la guardia y Orlandito vino al estudio a preparar un trabajo para el Festival de la Radio. Se trataba de una obra sobre José Dolores Quiñones que ese año obtuvo el segundo lugar nacional. Ese día presencié una verdadera clase magistral. Orlando me enseñó en qué momento bajaba el corte musical y por qué lo hacía. Iba al detalle. Le quitaba la cuchilla a la máquina para que no se sintiera en la grabación… Aquella delicadeza con la que trataba la cinta y la manera en la que conformaba su obra me impresionó mucho. De allí salió una joya de obra. Pero, más que estar trabajando, se notaba el gusto que sentía por enseñarme a manipular aquel mundo de los sonidos. Allí comencé a enamorarme perdidamente de la radio.

― ¿Otros referentes?

La asesora Mayda Ramón. Mis primeros trabajos para festivales de la radio los hice a mano y luego se los llevaba a su casa, le dictaba el texto y ella me ayudaba a conformar el guión. También hay nombres como Yanet Urrutia, Mercedes Dubed, Manuel Ramírez Heras, Idania Betancourt…

Un nombre imprescindible es el de Danielis Carmenate. Cuando ella llegó a la emisora fue de las locutoras que siempre busqué para mis obras. Incluso en una ocasión se había ido de la emisora y fui a buscarla a su casa porque la quería a ella. Luego se habilitó como asesora, especialidad en la que ya tiene primer nivel y tuve la suerte de tenerla asesorando mis libretos. A veces los estimula y en ocasiones los destroza, pero siempre aprendo con ella y creo que me ha ayudado a crecer como profesional.

―¿Cuál de las especialidades es más importante para llegar a un producto radial de excelencia?

―En mi opinión todas son importantes. Un guión bueno puede echarse a perder por otra especialidad que no lo defienda. A veces el guión no es brillante, pero tiene una buena locución y se salva la obra. La realización de sonido bien hecha, al detalle, es recibida con gusto por la audiencia. Creo que lo importante es encontrar el equilibrio y esforzarse al máximo para que haya calidad en todas las especialidades artísticas. Eso también es respetar al público.

― ¿Cuándo comienzas a trabajar para los niños?

Yo recuerdo que el realizador Antonio Pérez Pizarro grababa el programa campesino de la emisora y aunque se fuera de vacaciones venía a grabar su programa. Nunca delegaba ese trabajo. Pero cuando yo entré a Radio Artemisa, siendo aún muy nuevo como operador de sonido, Pizarro salió de vacaciones y yo tuve que hacer el espacio campesino, que se grababa en las tardes. Luego hubo una necesidad de cambiar de horarios y asumí el horario de la mañana que era el horario de los infantiles. Así que puedo decir que a los infantiles también llegué sin proponérmelo. Desde entonces no he dejado de trabajar con los niños. 

Me gusta mucho el trabajo con los pequeños. Algunos de los proyectos que he presentado a la emisora han sido premiados antes en festivales de la radio. Las posibilidades de crear con ellos son ilimitadas.

―¿Es más fácil trabajar con los pequeños o con los adultos?

Si el niño viene con ganas de hacer el programa no hay nada difícil. El programa fluye, se divierte. Ellos son como familia, se cuentan historias, se hacen chistes, se pasan información de los celulares. Aunque sean de edades diferentes y alguno no sea tan bueno en lo que hace, siempre que los niños tengan disposición el programa queda bien.

―A estas alturas de tu carrera y después de tantos espacios con tu sello… ¿qué programa recuerdas con más cariño?

Tengo que hacerte un poco de historia.  Antes de que Artemisa fuera provincia, cuando en la Habana se hacían los festivales, Orlando Martínez presentaba siempre el espacio Para un príncipe enano y con ese programa obtenía el segundo lugar en el festival provincial de la radio. Los guiones originales los hacía Manuel Ramírez Heras y eran estelares. Aquel año Orlando dijo que ya estaba el relevo y se apartó. Manuel me preguntó si estaba dispuesto a editarlo. Grabamos el programa y yo quedé conforme con el resultado.

Cuando llegó la hora decisiva yo estaba como operador haciendo un programa en vivo que se llamaba Onda 1330 y entraron a la cabina Manuel y Grisel Chirino, entonces directora de la planta. Allí me dijeron que el programa lo habían descalificado por mala realización sonora y que eso era una falta de respeto. Me puse muy nervioso. Ellos plantearon que tenían que anunciarlo al aire y entraron a la cabina de locución. Entonces anunciaron que el programa había obtenido el primer lugar provincial.  Fue un momento muy emocionante en mi carrera y me marcó como realizador.

―Además de operador de sonidos y guionista eres director de programas ¿Qué disfrutas más?

Siempre me han gustado mucho los programas variados. Las revistas como El ritmo de la noche. Me gustan los programas diversos, encontrar la coherencia, que tengan de todo. 

―Tienes una responsabilidad grande en la emisora provincial porque eres el director de varios programas infantiles, el programa para la juventud y escribes el espacio para los adolescentes.

Hay de todo. En el caso de los infantiles son proyectos de creación propia. El ritmo de la noche fue una herencia al graduarme como director de programas. Era un espacio con un horario complicado y no había nadie peleándose por dirigirlo. Lo asumí como asumí los espacios del domingo. Pero aunque los horarios eran difíciles comencé a transformar los programas, a adecuarlos a mi visión de cada espacio. Algo importante es la comunicación con los oyentes. Cuando comencé a dirigir El ritmo… llegué a consultar a los oyentes, a preguntarles a los jóvenes qué música querían escuchar, cómo querían el programa. No se puede perder de vista lo que sucede. Ahora mismo incorporamos una sección sobre las tecnologías con la periodista Merlyn Barroso que está teniendo mucho éxito. 

―Otra faceta tuya es la de compositor. Has escrito jingles y música. En ambos casos destaca tu sentimiento por Artemisa. ¿Por qué?

Soy artemiseño.El día que yo no trabaje más en Radio Artemisa me iré para una granja de pollos aquí en mi ciudad o para cualquier otro lugar, pero nunca para una emisora en La Habana. Esta es mi emisora y no me imagino fuera de este ambiente. Mis primeros jingles los hice con el programa El cochero azul. Fueron unos textos súper sencillos que iba a grabar con Maira Martínez y Rafael Arcís, que ese año ganaron el premio con la canción El mundo loquicuento. Cuando Maira vio el texto le dio una vuelta y sacó un jingle y una promoción al programa. También presenté otra promoción aparte. Los tres cogieron premios. 

En aquel evento se realizó un taller en San José de las Lajas y allí fue donde aprendí qué era un jingle. El presidente del jurado nos dijo que era un comercial cantado y aquello no se me olvidó. Al siguiente año mi jingle fue al mal hábito de fumar. No solo fue el gran premio sino también el primer lugar nacional. Al año siguiente con el tema del ahorro de electricidad fue similar. Esa es la historia de los jingles.

En el caso de las canciones infantiles son partes de los textos del programa Un regalo musical, que escribo en versos. Algunos de estos textos se prestan, por su musicalidad, para ser cantados. No me considero un poeta pero he tenido buenas intérpretes defendiendo mis obras porque los niños que las cantan han salido de otro programa de la emisora, Vamos todos a cantar, que tuve la suerte de escribir y dirigir. Al final hemos obtenido algunos premios y todo queda en casa, en familia.  

―Son muchos premios. ¿Qué valor le das a esos reconocimientos?

Creo que eso influye en la asignación del nivel artístico a la hora de las evaluaciones. No me creo el director estrella ni el mejor realizador de sonido. Los premios ayudan pero uno no puede confiarse.

―Háblame del espacio humorístico La cabina de la risa.

Es un proyecto original desde el guión. El elenco es muy bueno. Son personas que conocen de la radio y el teatro. Es algo distinto. No se parece a lo que se hacía en la emisora y creo que marca un estadío superior de desarrollo en los dramatizados humorísticos en la planta.  Creo que programas variados hay muchos en todo el país. Humorísticos también. Pero de ese estilo me parece que solo estaba Alegrías de Sobremesa, del maestro Alberto Luberta. Nosotros consultamos incluso con Caridad Martínez, Premio Nacional de la Radio y compañera de Luberta y ella aplaudió la iniciativa.

―Entones… ¿qué significa para ti la radio en general y en particular Radio Artemisa?

Cada vez que yo me levanto y miro el techo de mi casa pienso en la radio. Todo lo que tengo hoy ha salido de Radio Artemisa. He creado un hogar trabajando duro dentro de esas cabinas. Lo que comenzó por azar hoy es la historia de mi vida. Así que estoy en deuda con esta emisora y digo como la canción: A la hora que me llamen voy.

Yusiván López regresa a la consola de sonidos donde acostumbra a hacer su magia. Lleva un poco de rubor en el rostro y sé que para él exponer su mundo interior ha sido un ejercicio difícil. Lo veo hacer, escuchar las pistas. Cerrar a veces los ojos y dejarse llevar por los sonidos.  Lo dejo en su faena diaria, enorme como es y pienso en la suerte que tenemos los artemiseños de contar con este artista, en la suerte que tengo de conocer a este hombre radio por azar, el mismo azar que lo colocó de referente para los nuevos radialistas.

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