Creado en: julio 10, 2022 a las 09:57 am.

Don Quijote: joya de la danza universal

Foto: BNC

El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés, lleva a la sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, durante dos fines de semana, el clásico Don Quijote, con coreografía de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), y la dirección artístico-coreográfica de la primera bailarina y maître María Elena Llorente.

Dicha obratuvo su estreno en la sala «García Lorca» del Gran Teatro de La Habana (hoy «Alicia Alonso»), en 1988, aunque se debe precisar el hecho de que —desde la década de los años 50 de la pasada centuria— la emblemática agrupación insular incorporó a su repertorio el grand pas de deux del III acto.

En la elaboración y estructuración de ese cubanísimo Don Quijote, la eximia ballerina emprendió « […] un cuidadoso trabajo [en torno a] la legitimidad de las referencias folclóricas en el aspecto coreográfico, sobre todo [en lo que se refiere a] la dignificación y el respeto [que merece el] personaje [de] Don Quijote».

Esa puesta en escena, que ahora pueden disfrutar —una vez más— los amantes capitalinos de la danza clásica, ha logrado conquistar los más fervientes aplausos del público, así como suscitar las críticas más elogiosas de la prensa especializada en los países donde se ha presentado una de las mejores compañías danzarias del orbe.

Integran el elenco artístico de esa joya de la danza universal la primera solista Valeria Mariaud, de la Compañía de Danza de México y el primer bailarín Dani Hernández, la bailarina principal Chavela Riera y el solista Yasiel Hodelín, la primera bailarina Anette Delgado y el bailarín principal Narciso Medina, la bailarina Luisa Márquez y el primer bailarín Yankiel Vázquez, muy bien secundados por solistas y miembros del cuerpo de baile que participan en esa versión coreográfica, inspirada en la novela Don Quijote de la Mancha, de don Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616), obra cumbre de la literatura española y universal.

La «Kitri» de Chavela es grácil, seductora, con ese «sabor especial» que singulariza a la mujer cubana (condición que evidencia, sobre todo en los movimientos corporales mediatizados por la «sensualidad tropical», que la distingue en escena), mientras que el «Basilio» de Yasiel le muestra al auditorio —con elegancia y seguridad, no exentas de la «dosis exacta» de humor criollo— cuánto ha crecido en los planos profesional, humano y espiritual, y cuánto más se espera de ese bisoño bailarín, que aún se encuentra en pleno proceso de consolidación de su personalidad artística.

La pareja integrada por Chavela Riera y Yasiel Hodelín tiene «duende», según el poeta y escritor granadino, Federico García Lorca (1898-1936), o está  «tocada» por el «Ángel de la Jiribilla», al decir del poeta y novelista José Lezama Lima (1910-1976). 

Por otra parte, habría que destacar —con letras indelebles— la excelencia técnico-interpretativa que identifica en el proscenio a los carismáticos bailarines Anette Delgado, Dani Hernández, Valeria Mariaud, Narciso Medina, Luisa Márquez y Yankiel Vázquez, quienes mucho le aportan —desde los puntos de vista profesional y estético-artístico— a los personajes protagónicos de Don Quijote.

El público y los colegas de la prensa especializada que cubren esas funciones de lujo en el coliseo habanero pueden percibir —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— que el drama que inspiró a la genial bailarina, coreógrafa y maestra combina, impecablemente, el estilo de la danza hispana con las incidencias literarias de la obra original de «El Manco de Lepanto», y además, discurre en una escena roja y vivaz, donde la historia es nítida, la trama es vívida, lo cual le imprime brío y color a dicha puesta, signada por una pincelada humorística que alterna con las esencias dramáticas que caracterizan al clásico Don Quijote, diseñado por el genio único e irrepetible de Alicia Alonso, con una estética sui generis, que lleva su sello inconfundible e inimitable.

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