Creado en: marzo 29, 2021 a las 08:29 am.

«La ruina», la serie que no fue

En hora punta, la televisión cubana transmitió el pasado jueves 25 de marzo el sexto y último episodio de la miniserie La ruina (The Undoing, 2020). El reciente material de la teleficción estadounidense pagó el precio de su hype; o sea, el desmedido proceso publicitario precedente. HBO, quizá ya algo hastiada del redoble permanente de Netflix, haló del bolsillo para respaldar una campaña de promoción tal, que muchos pensaron que iban a visualizar la serie del año.

En realidad, la cadena poseía elementos para apostar. Tras el producto estaban una novela vendidísima a la manera de Ya tú lo sabías, publicada por Jean Hanff Korelitz hace seis años; alguien en la dirección con el crédito de la realizadora danesa Susanne Bier, a cargo de la laureada miniserie El infiltrado, del magnífico filme Una segunda oportunidad y de otras muy sobrevaluadas películas ganadoras de primeros premios en Europa y EE.UU; y, sobre todo, el mismo showrunner (David E. Kelley) y semejante protagonista (Nicole Kidman) de uno de los éxitos más próximos de HBO: Big Little Lies.

Además de la australiana protagónica, La ruina se beneficia de un elenco internacional integrado por el inglés Hugh Grant, mucho mejor en la comedia pero funcional tanto en la miniserie de la BBC A Very English Scandal como aquí; el canadiense Donald Sutherland, alguien que ha pasado por todo, muchas veces bien, en materia audiovisual, y un actor venezolano de talento a la manera de Édgard Ramírez, acá inmisericordemente subutilizado.

En La ruina, Grace (Kidman) es una acaudalada psiquiatra casada con Jonathan (Grant), oncólogo pediátrico de reputación en el seno de la clase alta de New York, esa ciudad que la cámara retrata en los mejores ángulos del punto máximo de soberbia de un capitalismo que también da cabida, a gente menos “alfa” como los humildes Fernando (el actor puertorriqueño Ismail Cruz Córdova) y Elena Álves (la italiana Matilda De Angelis).

Este último personaje deviene elemento desestabilizador del matrimonio supuestamente perfecto de Grace y Jonathan. Su empleo resulta descarado en la trama, visto ello en términos de visualidad dramática. Por si no bastaran los casi treinta años menos en relación con la Kidman, ha de demostrarse a ultranza la belleza salvaje de la joven, esa que trastorna a Grant, mediante desnudos del todo gratuitos (vi el original de HBO, no sé si Multivisión los emitió a hora tan temprana), algunos de los cuales resultan en verdad risibles, por intempestivos e innecesarios, como el de Elena con su pubis frente a la cara de Grace, sentada la segunda, en los vestuarios del gimnasio.

Si bien queda a distancia galáctica de Big Little Lies, David E. Kelley intenta introducir cierta pátina “social” relacionada con los peces gordos que devoran a los chicos en la jungla de asfalto y el sistema todo, pero tales viñetazos son anulados por la propia autosatisfacción de la trama con el mundo que refleja (dista esto mucho de la serie Succession, donde dicho mundo alto-burgués es entrevisto de forma crítica) y por la propia evolución de la trama hacia un thriller judicial, instancia dramática a la larga definidora del sentido genérico y tonal de la pieza.

El gran problema, salta ello a la vista en una comarca de tanto pasado en el audiovisual estadounidense, es que la solución del crimen de La ruina está cantada desde mucho antes de lo prudente. Aunque no sea de manera intencional sino debido a manquedades del guion, al promediar el tercer episodio se conoce quién es el asesino de la atormentada e infiel (sin despejar los por qué, en ambos casos) Elena. Mientras tanto, los elementos secundarios que no conducen a ningún puerto así como las pistas falsas y sus derivaciones dramáticas, lejos de configurar nuevos universos de sentido a la madeja, solo hacen reafirmar lo obvio. De tal, el whodunnit ¿o quién lo hizo? no tiene caso.

Tan escasa sutilidad es apreciable a lo largo de la serie, además, en la composición de los personajes y la interacción de estos (la de Elena con Grace se articula a partir de subrayados y efectismo psicológico barato; a trazos gruesos está pintada la de Jonathan con Elena). Lo mismo en las situaciones climáticas conducentes a la definición de conflictos. Por ejemplo, la videollamada interatlántica de Grace con la madre de Jonathan, en la cual le explica la raíz sociópata de su hijo, parece algo menos propio de la cuidada HBO que de una telenovela latinoamericana.

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