Creado en: noviembre 25, 2021 a las 02:17 pm.

Las luchas raciales que unen a Cuba y Estados Unidos

Los caravanistas de Pastores por la Paz se toman las manos mientras recitan La Muralla, de Nicolás Guillén./Foto de la autora

Cuando en la Casa de la Amistad, perteneciente al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), se leyó La Muralla, de Nicolás Guillén, los caravanistas de Pastores por la Paz se tomaron las manos. Mientras el locutor recitaba los versos del Poeta nacional cubanos y estadounidenses, se enlazaban en gesto de emoción «los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos».

Los miembros de la entidad religiosa norteamericana, fundada en 1992 por el reverendo Lucius Walker, conversaron con líderes religiosos, activistas e intelectuales especializados en el tema racial en Cuba y conocieron de primera mano sobre los avances del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial.

El encuentro develó las problemáticas y realidades interseccionales que conectan a Cuba y Estados Unidos, ambos países herederos de una historia marcada por la esclavitud, la colonización y la segregación por el color de la piel.

Zuleica Romay, directora del Programa de Estudios sobre Afroamérica en Casa de las Américas, explicó que en las dos naciones fue necesaria una guerra para abolir la esclavitud, la diferencia radica en el objetivo: en EE.UU. se llevó a cabo la contienda para mantener la esclavitud y en la Isla para abolirla. La esclavitud constituyó un trauma social y estableció relaciones sociales muy asimétricas que tenían en cuenta el color de la piel, despreciaban los referentes estéticos legados por África y erigían un universo simbólico que asoció formas de comportamiento a colores de piel y fisionomías.

«Recuerdo que en los 90, en medio de la crisis económica que atravesaba Cuba, la realidad social nos mostró que el racismo no había sido erradicado en la sociedad cubana. En medio de las discusiones de ese momento había dos posiciones extremas. Compañeros que habían vivido la experiencia de la Revolución dijeron que el racismo era heredado del pasado, legado del periodo colonial y el capitalismo. En otro extremo muchos activistas antirracistas decían que los problemas de hoy no son los de los siglos XVIII y XIX. La realidad estaba en el medio de ambos», aseguró.

La especialista apuntó que en los primeros cinco años después del 1ro de enero de 1959 se lograron grandes avances en materia de la vivienda, las propiedades de las tierras, la salud y la educación pública y gratuita. La manera horizontal en que se articuló la sociedad provocó que muchas familias asumieran que el racismo había desaparecido, aunque aún formaban parte de la estructura.

«Esa percepción de que el racismo había sido erradicado silenció el discurso antirracista. En los 90, discutía con mi padre. Me preocupaban las cuestiones estéticas, el léxico, las diferencias en el acceso a los empleos, la presencia minoritaria de personas negras en las universidades. Y mi padre, que comenzó a trabajar a los 11 años y la Revolución le dio todo, me recordaba las conquistas de la Revolución. Yo le decía: Lo que para ti es una conquista para mí es un derecho, aspiro a más. Y para eso estamos aquí, soñando que algún día nuestro color, nuestro cabello, o el trazado de nuestras facciones no tengan la menor importancia», concluyó la investigadora cubana.

El activismo, el emprendimiento y los proyectos comunitarios antirracistas han jugado en Cuba un papel importante en el debate sobre esta problemática social y enriquecido su tratamiento en diferentes niveles y espacios. La Red Barrial afrodescendiente surgió en el 2012 por un llamado de Ministerio de Cultura para enfrentar la discriminación racial desde la educación popular, la psicología, la sociología entre otras disciplinas. Actualmente se asienta en lugares con complejidades sociales de La Habana como Pogolotti, Zamora-Coco Solo, Jesús María, Buenavista, Palenque, Cayo Hueso, El Canal, Santa Felicia, La Ceiba, y La Marina, en Matanzas. El propio ciberespacio los ha conectado con las luchas en otras geografías como el caso de Black Lives Matter, en Estados Unidos.

«Aunque el racismo está en ambas, nuestras realidades son diferentes. Al principio nos llamaban locos, decían ese es tema de la subversión, Fidel erradicó eso, pero lo que aprendimos nos ayudó mucho a seguir. No solamente nos quedamos en los nueve barrios de La Habana. Tenemos diferentes experiencias religiosas. Mi tesis de referencia es de la pastora Izett Samá Hernández, quien se atrevió a hablar de racismo en este universo eclesial. Nunca imaginamos que en el 2019 se iba a presentar un Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial en Cuba. Pero lo que más nos sorprendió es que de la misma manera que estamos aquí nosotras, las negras, las locas, las atrevidas, tuvimos un encuentro con el Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que fue al barrio donde radicamos. No somos los únicos grupos de activismo racial y social en el país», aseveró Maritza López Mcbean, coordinadora de la Red Barrial Afrodescendiente.

Para Idael Montero Pacheco, Pastor de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, existe un problema hermenéutico en el abordaje del tema racial en Cuba. El atrevimiento y la herejía de Jesús radicó en cómo se implicaba en las realidades de las personas y sentía el sufrimiento de las personas. Figuras como Martin Luther King, activistas y movimientos antirracistas han protagonizado muchas transformaciones, han interpretado la biblia en clave liberadora. 

«El cristianismo es religión, sin embargo, las manifestaciones de las creencias africanas son brujería. Es una manera en la que se ha enseñado a mirar la diversidad y trae problemas psicológicos, de autoestima, prejuicios en la forma de mirar a otros y a nosotros mismos, el bullying en las escuelas, situaciones con las que debemos lidiar. El racismo es una injusticia y estamos llamados a transformar esas situaciones de injusticia. La iglesia inició un proceso de transformación litúrgica. Poner una tumbadora, unos bongos, una clave, incorporar ritmos de matriz africana como el guaguancó, la rumba antes era diabólico. Logramos incorporarlo y que buena suena esa música ahora. La cultura cubana hubiera sido muy insípida sin la presencia de la cultura africana», expuso.

Pedro de la Hoz, vicepresidente de la UNEAC y presidente de la Comisión Aponte, que lidera el empeño antidiscriminatorio en esa organización, enfocó su intervención en el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial. La intención gubernamental de hacerlo realidad ha sumado a una veintena de organizaciones sociales, fundaciones, instituciones de la sociedad civil, activistas, representantes de movimientos sociales y distintas religiones cubanas.

«El socialismo debe ser antirracista por naturaleza. El problema estuvo invisibilizado, pero a partir de 2019 hay un cambio de perspectiva sobre el tema, una voluntad política del Estado para resolverlo, voluntad que pudo existir antes. ¿En qué momento se encuentra el programa? Para resolver esto de raíz hace falta un diagnóstico de las esencias más allá de lo vivencial o lo anecdótico, que aborde la gran complejidad de factores subjetivos y objetivos que gravitan en nuestra realidad, factores estructurales y culturales que todavía pesan. El racismo es una construcción cultural».

Desde el punto de vista del periodista hay que activar el tejido social, el debate no debe quedarse en los espacios académicos o políticos, sino expandirse en los barrios e influir directamente en sus realidades. Para ello las ciencias necesitan intervenir con un enfoque afirmativo. El otro tema de suma importancia es la guerra mediática que enfrenta el país, un ecosistema comunicativo que obliga a encontrar nuevos enfoques y plataformas.

El escritor Víctor Fowler planteó que la cuestión del racismo en Cuba hay que mirarla como una lucha permanente: «Ningún país tiene una situación del racismo estática. Hay fuerzas que tratan de perpetuar discursos antirracistas y fuerzas que luchan contra esto. La Revolución ha dado un gran nombre a Cuba en el mundo, pero hay algo que no puede cambiar, es un pequeñísimo país postcolonial, y los análisis deben basarse en eso. Actualmente hay diferencias territoriales, el país tiene espacios donde la taza de población negro-mulata es muy baja. La percepción de las personas de lo que es el racismo o no es diferente en cada territorio, lo que hace más compleja la aproximación a estos temas».

Como apunta Rolando Julio Rensoli, vicepresidente de la Comisión Aponte, «no vivimos en guetos en Cuba, no hay barrios de negros y blancos, pero en dependencia de la herencia histórica y de la condición social hay diferencias. No podemos ver a Cuba de una sola manera».

Todas las intervenciones se inspiraron en la historia común de la Isla y los Estados Unidos, también respondieron muchas preguntas de los Pastores por la Paz sobre la lucha racial que conecta ambas geografías.

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