Creado en: mayo 29, 2022 a las 09:33 am.

El misterio de América y Apolo

Manuel de Zequeira y Arango, poeta y autor de América y Apolo

América está sentada en una peña a orillas del Atlántico, frente a un barco desmantelado. El coro se lamenta de que América llore la miseria de sus hijos, acaecida tras cruenta guerra con un enemigo poderoso, que les impide comerciar y dar salida a los copiosos frutos de sus feraces tierras. De pronto aparece Apolo por el Oriente, acompañado de la ninfa Talía y le manifiesta que gracias al nombramiento de don Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, como Gran Almirante de Espa­ña, ya los buques españoles transitan sin temor por todos los mares y todo el reino recobrará su esplendor. Apolo finaliza su monólogo con esta cuarteta:

España volverá con faz erguida

A cobrar tanto lustro, tanto brillo,

Como la palma de los Cincinatos,

De los grandes Pompeyos y Camilos.

América le agradece esas frases de aliento, diciéndole que informará al “pueblo habano” de tal portento. El coro expresa su regocijo. Apolo se despide de América y deja en tierra a la ninfa Talía. El dios desparece y la Améri­ca y el coro, con frases de regocijo, celebran al recién nombrado Almirante.

Esta es una glosa del argumento que esboza el investigador Jorge Antonio González sobre la primera ópera creada en Cuba, debida a la pluma del habanero Manuel de Zequeira y Arango, quizás el poeta criollo más reconocido en la etapa neoclásica.

La noticia inaugural que tenemos de esta obra aparece en el periódico El Aviso el 9 de agosto de 1807, en ocasión de su salida de la imprenta. Se anuncia que está a la venta el folleto y que “ha de representarse en este teatro en celebridad del nuevo empleo del Gran Almirante, con que S. M. se ha digna­do condecorar al Serenísimo Señor Prínci­pe de la Paz, Generalísimo de Mar y Tierra, a 3 reales”.

Este “Serenísimo Señor Príncipe…” es Manuel Godoy, controvertido personaje acusado de relaciones amorosas con la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Militar, siendo solo un “guardia de corps”, hizo una meteórica carrera hasta convertirse prácticamente en el dueño de la política española. Pragmático, salvó en ocasiones la estabilidad del reino español en el ámbito internacional, pero también cometió errores que lo condujeron al destierro en 1808, en tiempos de agudas discrepancias con Inglaterra y pactos con Napoleón, finalmente traicionados por este.

La obra le fue encargada a Zequeira por el capitán general de Cuba, Marqués de Someruelos. En nuestra Biblioteca Nacional se conserva un ejemplar de este folleto de quince páginas.

Una segunda noticia es del 8 de septiembre de ese mismo año: “Con iluminación completa, drama en obsequio del Señor Almirante. Comedia en un acto La librería y Un loco hace ciento. Tonadilla, El maestro enamorado. Sainete, La madre e hija embusteras. Entrada 4 rs.” Pero el “drama” –aún no era calificado como ópera- no se representó esa noche.

Como “drama lírico-heroico”, se lleva a cabo su estreno el martes 6 de octubre siguiente con mucha pompa y prolija divulgación. Se publicaron dos pliegos anexos al diario del domingo 4. Para no aburrir a mis lectores resumo:

“La fachada exterior del coliseo y su terraza se hallarán igualmente iluminadas y en los tres balcones principales se representarán por transparentes las tres escenas del drama alegórico y debajo de cada uno, con letras asimismo transparentes, que continuamente cambiarán de color, se leerá:

Al Príncipe, Generalísimo Almirante

El Marqués de Someruelos”.

Se anuncian además un arco toral matizado con luces de colores, en cuya cornisa aparecen los retratos de grandes poetas españoles, así como los de Someruelos y el Marqués de la Torre, responsables de la existencia del teatro, “el uno por el año de 1775 y el actual su regenerador”. Los palcos fueron guarnecidos con retratos de Someruelos y de varios gobernadores y generales designados para Cuba; también, escenas de una batalla naval contra Inglaterra, ganada por una escuadra combinada de España y Francia en 1744.

Sobre la orquesta se dice que “excederá a todo lo que se ha visto en las Américas. La hemos formado por el mejor modelo que se puede proponer. Es el de la ópera del rey de Polonia en Dresde, dirigida y gobernada el año de 1751 por el célebre Mr. Hasse [célebre compositor alemán de aquella época]”. Además, se cantaron arias, dúos y tríos, se estrenaron una comedia del s. XVII y un “baile grotesco”.

Confieso que en mis pesquisas sobre cincuenta años de teatro profesional en Cuba colonial nunca encontré tamaña promoción a estreno alguno. Ahora vamos al tema que da título a esta viñeta. 

El ya citado Jorge Antonio González nos informa: “Zequeira y Arango escribió lo que en Italia se denominaba Azione dramática (acción dramática) al estilo metastasiano” […]. Personajes: América, soprano; Apolo, tenor; la ninfa Talía, personaje mudo. Coro invisible”.

González nos inicia en la formulación de una clara interrogante: “¿Quién fue el autor de la música? Su partitura debió ser compuesta en Cuba, ya que en ésta radicaba el autor literario. Pudo haber sido Juan de la Peña, violinista y director de orquesta del Principal, o, como en otros casos, tomar la música de los compositores en boga y adaptarla al libreto”.

En aquellos años, La Habana contaba con varios compositores y músicos de calidad, como el violonchelista Bartolo Avilés, negro como elel conocido De la Peña [vea en este sitio mi viñeta del 30 de enero de 2022, Un relevante músico negro…]. Además, habría que considerarestaba eal grupo que se nucleaba en la capilla de la Catedral: el catalán Cayetano Pagueras, el trinitario José Francisco Rensoli y el habanero Joaquín Gavira. Sobre éstos últimos podría pesar el reglamento que prohibía a los músicos destinados al culto de Dios interpretar en los teatros. El texto, vigente desde 1802, rezaba: “de ningún modo será permitido que ningún músico de la santa iglesia canteo toque en aquéllos”.

Y aunque conocemos cuánto de letra muerta hubo para las colonias americanas en la mayoría de los reglamentos que se dictaban en la metrópoli, me inclino por la hipótesis de González: pudo haber sido Juan de la Peña, y añado que este sobresaliente músico pudo echar mano a fragmentos de compositores de la época y hacer un pasticcio.

No obstante, la certeza absoluta sobre el compositor queda en el terreno de la especulación y algo más allá, en el del misterio.

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