Creado en: enero 30, 2024 a las 08:03 am.
En el Ariguanabo hay un bosque de luz
Martí es muchas veces el denominador común de los cubanos. Le atribuimos frases que no son suyas, lo ponemos como ejemplo, lo utilizamos como paradigma para educar a nuestros hijos o incluso a nuestros padres y abuelos. Martí es ese faro al que miramos siempre con la certeza de que está encendido y dispuesto a auxiliarnos.
Este 28 de enero San Antonio de los Baños fue el epicentro de las celebraciones en Artemisa por el aniversario 171 del natalicio del apóstol.
Hasta el Bosque Martiano del Ariguanabo llegaron la maestra, el alumno, la bibliotecaria, la autoridad política, el ama de casa, el artista, el campesino. Hasta ese símbolo de su vigencia, ese lugar que de basurero devino plaza para la cultura, los valores y la enseñanza.
Allí se demostró que el amor engendra la maravilla, que convierte el barro en milagro, que consigue encendernos otra vez.
Treinta años cumplirá el bosque este 19 de mayo y Rafael Rodríguez Ortiz (Felo), comenzó la celebración desde temprano. La campana sonó y el llamado se escuchó profundo. Cuba volvió a convocarnos y Martí al frente como garantía de triunfo. Las nuevas generaciones sembraron y el sitio se sembró en ellos, porque en Artemisa tenemos un bosque y somos un bosque.
Felo nos convocó al sentido de pertenencia, a hacer cada uno nuestra parte. Nos recordó que el Bosque fue un sueño y hoy es la realidad que enorgullece. Nos reafirmó que el sitio es una plataforma cultural sin precedentes, un espacio para la recreación, para aprender la historia, para formar valores.
El Bosque Martiano de San Antonio convoca a los poetas, a los repentistas, a los juglares. Entre sus árboles está la palma de Naborí y la semilla de Angelito Valiente, la cosecha de muchos que llegan fertilizados por la magia, sobrecogidos por el influjo del lugar.
En el bosque de Felo la piedra deja de ser piedra, la madera deja de ser madera. Hay un juego de símbolos en el que cada elemento magnifica su esencia para asombrarnos, para tocar la fibra que nos sostiene.
Lo mejor del lugar es que trasciende esta jornada de enero a mayo. Es el bosque todos los días. Es Martí más vivo que nunca, más maestro que nunca, más cubano que nunca porque es el Pepe amigo que aconseja, el compañero que nos pone la mano sobre el hombro, que tañe su convocatoria y advierte el triunfo.
Un monumento al árbol, la última ruta del apóstol, una convocatoria a la lectura o a cuidar del entorno. Poesías y aforismos se sembraron junto a los ejemplares que describe Martí en su diario de campaña. Bendito el bosque que ya tiene su fauna, que ha convocado a la vida desde el trabajo silencioso, desde la obra anónima de crecer. En el Ariguanabo, más que la sombra habitual y esperada, el bosque nos regala su luz.
De eso se trata ser martianos. Felo nos dio su fórmula desde la sencillez como la ha dado siempre con su ejemplo. Quienes busquen honrar a Martí sepan que solo en el ejercicio de sacrificarnos por el bien común, de fomentar lo mejor de los seres humanos, de creer con fervor en la vida futura y en la utilidad de la virtud, podremos cosechar el fruto deseado y necesario.
Y si no, no la emprendan, que será en vano.