Creado en: enero 13, 2023 a las 08:44 am.

Flora en su altura

Nasobuqueña tropical Foto: Obra de Flora Fong

En una ceremonia, diríase familiar, entre colegas y amigos, Flora Fong recibió recientemente, en el Museo Nacional de Bellas Artes, el Premio Nacional de Artes Plásticas 2022. El ministro de Cultura, Alpidio Alonso, y la presidenta del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Norma Rodríguez Derivet, sorprendieron a la creadora con la entrega de un original diploma, consistente en la intervención, por parte de su hija Liang Domínguez Fong, de una estampa que Flora no llegó a concluir en el Taller de Grabado de la Plaza de la Catedral.

Fue un gesto que proclamó simbólicamente la importancia de los puntos de partida y llegada de una obra que por cinco décadas, hasta hoy, ha develado las esencias de una identidad singularizada por una visión personal –cubanía que se entronca con los ancestros chinos– y la aguda percepción poética del trazo pictórico.

De ahí que el elogio a la artista fuera pronunciado por un poeta. Miguel Barnet, testigo y admirador de la eclosión de la obra de Flora en el tiempo, suscribió que con el premio se honraba la vocación fundacional de una de las más relevantes representantes de la generación que irrumpió en los años 70, tras haberse formado en la Escuela Nacional de Arte.

«Frente a una obra de Flora Fong –dijo Barnet– se pueden percibir múltiples sensaciones, la intrincada naturaleza de un bosque, la presencia de elfos ancestrales atrapados por el verde de hojas gigantes, el blanco que equilibra las tonalidades fuertes y otorga una perspectiva de infinitud. El Tao sin palabras y los buenos oficios de Eleguá se mezclan en una sucesión de imágenes para formar un todo que revela la gracia poética».

Ello lo tuvo muy en cuenta el jurado, que luego de analizar 19 nominaciones, determinó el premio. Presidido por Alberto Lescay, en el acta del tribunal, leída por una de sus integrantes, la maestra Lesbia Vent Dumois, quedó consignado: «La vida artística de esta creadora ha sido consecuente con su trabajo, fijando una estética que la identifica dentro del contexto nacional».

En el repertorio de imágenes que ha ido eslabonando a partir de su primera exposición personal, en 1973, es imposible establecer líneas divisorias entre contenido lírico y razón dramática, entre la sugerencia figurativa y los guiños a la abstracción, entre el símbolo y la narración. Tensiones y conflictos existen, pero se resuelven mediante un asombroso poder de síntesis cada vez más acentuado, condición que la distingue entre los creadores cubanos de nuestra época, y marca una altura indiscutible.

Dicha virtud, largamente cultivada, sustenta la riqueza inagotable de sus variaciones temáticas: hojas y coladores de café, hojas de tabaco y paisajes, girasoles y tormentas, costas y plantaciones de plátano, todo ello concebido bajo el prisma de una distribución espacial muy precisa, una paleta cromática estricta y un equilibrio dinámico admirable.

Como afirmó en su día la profesora y crítica Adelaida de Juan, «a diferencia de Amelia Peláez, que encontró plenitud en su mundo familiar, Flora mira afuera desde su interior», en un despliegue que no solo abarca la pintura y el grabado, sus dos prácticas más consistentes, sino también la escultura, el vitral, el mural, y una zona muy peculiar y única, el diseño y construcción de papalotes en línea con la tradición china. 

A una treintena de países han llegado sus realizaciones en exhibiciones personales y colectivas y mediante la adquisición, por parte de coleccionistas públicos y privados. ¿Lugares privilegiados? China y Camagüey, la patria de sus ancestros y la ciudad donde nació, en 1949.

La mejor manera de expresar su gratitud y compromiso con el premio será en un futuro cercano, como lo establecen las bases del galardón, asumir una exposición personal en el Museo Nacional de Bellas Artes. Flora lo anunció en la ceremonia: «Espero mostrar el itinerario de mi trabajo a lo largo de los años».

(Tomado del Periódico Granma)

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