Creado en: febrero 13, 2022 a las 09:59 am.

Función inaugural de la Compañía de Cómicos del País

Tomás de Iriarte, autor del melólogo Guzmán el Bueno / Retrato de Francisco de Goya

Di a conocer en crónica anterior –Un proyecto teatral en 1800– la constitución e integración de la Compañía de Cómicos del País que comienza sus representaciones en octubre de 1800 en el Teatro del Circo, bajo la dirección del Sr. Eustaquio de la Fuente.

En aquella entrega prometí brindarles una información más detallada sobre la primera función teatral que allí se programó. 

En realidad esta precaria instalación había abierto sus puertas al público el 21 de septiembre de ese año con una función de maroma, en la que se representaron dos bailes pantomímicos en la cuerda tensa: Las canastas y Los leñadores, al parecer ejecutados por el antiguo dueño del Circo, Mr. Anderson, acompañado de un payaso. Finalizó la función con una pantomima en tres actos: Arlequín Esqueleto.

Ya el 19 de octubre se anuncia: “Hoy domingo se representarán las escenas trágicas Guzmán el bueno, La Guzmana y El Hanníbal concluyéndose la función con Las sombras palpables”.

Como señalé en aquella crónica, esa tarde debuta profesionalmente el criollo Francisco Covarrubias con los melólogos Guzmán el bueno y Annibal.

Melólogo, según José Subirá, es “un género teatral donde la orquesta dialoga con las palabras del actor situado en el escenario para expresar, mediante la música, los sentimientos que le conmueven”. El investigador Fernando Doménech Rico, en su Antología del teatro breve español del siglo XVIII, nos ofrece este comentario:

“La breve moda del melólogo permitió que hubiese variaciones sobre el esquema original; surgieron melólogos con dos o tres personajes, melólogos cómicos e incluso un curioso melólogo autosatírico, el “monólogo, soliloquio, unipersonalidad o sea lo que fuere, que para el autor es indiferente que se llame como quisiere” titulado El poeta escribiendo un monólogo, cuyo protagonista es un pobre escritor en el trance de escribir un melólogo sobre Don Gaiferos, que acabará dándolo todo al diablo”.

Manuel García Franco y Ramón Regidor Arribas, en su opúsculo La zarzuela, opinan acerca del melólogo: “En España se llamó ‘unipersonal’ por ser una pieza corta para un solo personaje que declamaba largas series de versos, acompañado por una música que subrayaba y comentaba la acción y los sentimientos…”.

Este género tuvo su origen en Francia, con el estreno en 1770 de Pygmalion, de Jean-Jacques Rousseau. En España se inició en 1788 con el estreno en Cádiz de Anníbal, del sainetero Juan Ignacio González del Castillo y se consagró con Guzmán el bueno, del dramaturgo y músico Tomás de Iriarte, quien la califica como escena trágica unipersonal; fue representada por primera vez en Cádiz en 1790 y en Madrid al año siguiente.

Alfonso Pérez de Guzmán es un noble leonés del siglo XIII, quien sacrificó a su hijo por la defensa del reino de Alfonso X y la unidad de España ante los moros y disensiones internas.

Cuando Iriarte escribe la pieza, ya Guzmán el Bueno se había convertido en un mito del patriotismo español y dado lugar a piezas como La defensa de Tarifa y blasón de los Guzmanes, del dramaturgo barroco Antonio de Zamora; y las tragedias Los Guzmanes o El cerco de Tarifa, de Cándido María de Trigueros y Guzmán el bueno, de Nicolás Fernández de Moratín. Tanta fama acumuló el Guzmán… de Iriarte, que el fabulista Félix María de Samaniego escribió una versión burlesca con el mismo título y esta clasificación genérica: escena trágico-cómico-lírica unipersonal con música en sus intervalos.   

En cuanto a La Guzmana, cuyo título completo es La mujer heroica, esposa de Alonso Pérez de Guzmán, el bueno, doña María Alonso Coronel, que da continuidad a la saga dramática del noble Guzmán, su autor Joaquín Barón y Domingo, la califica de “drama unipersonal con música en sus intervalos”. Había sido publicada —y casi seguramente estrenada— en Madrid en 1792. En las fuentes que consulté no se menciona al compositor.

Es probable que la principiante criolla María Agustina Pereyra, quien poco tiempo después aparecerá como primera dama de la compañía, asumiera el rol de la Guzmana.

Sobre Las sombras palpables solo encontré que es un sainete anónimo. Nunca antes de 1800 ni después –al menos hasta 1825 y dada la escasa documentación de que se dispone- fue representado en Cuba.

De la función del 19 de octubre y sus intérpretes se ocupa Ventura Pascual Ferrer en El Regañón de la Havana:

“[…] el que hizo el Guzmán desempeñaría medianamente su papel si no se atropellara tanto, y no diese los gritos ni hiciese las contorsiones y las manotadas que hace, más propias de un furioso que de un héroe, cuyo carácter representa […] Lo mismo digo de la actriz que hizo la Guzmana, a la cual verdaderamente no se le puede reprender lo despacio que representa, pero sí la recancanilla y refinamiento con que expresa las palabras, la ninguna modulación de su voz en los afectos, que todos los lleva por un rasero, y el acompañamiento a compás que hace de los versos con la acción de las manos, el cual más bien indica un solfeo estudiado en la música que una declamación copiada de la naturaleza […]”.

Esta aguda crítica del sabio Regañón a los noveles actores debe de haberles servido para corregir defectos. Sobre todo Covarrubias, en pocos meses comenzó a cosechar éxitos entre la crítica y el público por su decidida inclinación hacia personajes humorísticos, entonces llamados “graciosos”. Fue, sin duda, el más genial de los actores que se dedicaron a este género durante casi cinco décadas, hasta su retiro en 1849.

Con la salida a escena de la Compañía de Cómicos del País, el teatro habanero reafirmaba un sólido espacio, que tendría en adelante hitos como la inauguración del teatro Principal en 1803 y el debut de la gran compañía hispano-criolla de verso y ópera en 1811. 

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