Creado en: marzo 26, 2023 a las 11:38 am.

Guido Llinás y el abstraccionismo cubano

Obra de Guido Llinás, París 1978.

A cien años de su nacimiento, la obra de Guido Llinás (1923–2005) merece una mirada atenta y, más aún, posicionarla en el imaginario visual de nuestros días. En la fundación del movimiento abstraccionista de la pintura cubana, su nombre es imprescindible.

Si el grupo Los Once llegó a marcar un antes y un después en el arte de la Isla, se debe, en buena medida, a él. Conspiró con el escultor Tomás Oliva para nuclear, en 1953, aquellos espíritus inquietos, que veían en la abstracción una senda hacia la renovación estética y un llamado de atención sobre la necesidad de romper rutinas en la vida cultural de la época.

Junto a Oliva y Llinás participaron, inicialmente, en la aventura los escultores Agustín Cárdenas, José Antonio Díaz Peláez y Francisco Antigua, y los pintores Hugo Consuegra, René Ávila, Antonio Vidal, Fayad Jamís, Viredo Espinosa y José Ignacio Bermúdez. Al salirse este último, se incorporó Raúl Martínez, cuya impronta resultó tan decisiva que se le considera como parte esencial del núcleo fundacional.

Raúl dejó un valioso testimonio acerca de lo que representaron para él Guido y las tertulias del grupo en el café Las Antillas: «Me ayudaron a definir conceptos y aclarar dudas. Tomé conciencia de los problemas que alternaban mi quehacer artístico y que afectaban o influían en el mundo en que vivía. En aquellos momentos los creadores más formados eran Hugo, Guido, Cárdenas y Oliva. Poseían un lenguaje expresivo y estable». 

En la colección de arte cubano del Museo Nacional la obra Pintura (1959) pone de relieve las virtudes de Llinás en el manejo de las formas y los contrastes cromáticos. Sobre el abstraccionismo afirmó: «El que no tiene nada que decir en pintura convierte esos brochazos en algo que cree decorativo. Pero desde el momento en que se trata de expresar plásticamente algo, sale el subconsciente».

Instalado en París desde mediados de los 60, el artista se desempeñó como curador en instituciones de esa ciudad y prosiguió su carrera fiel a un estilo. Repasar su biografía nos lleva al descubrimiento de una trayectoria de esfuerzos en la búsqueda de un lenguaje propio. Para un joven mulato, nacido en Pinar del Río el 21 de marzo de 1923, salir adelante representó un continuo desafío. El gusto por la pintura y el dibujo lo cultivó mientras estudió magisterio en su ciudad natal. Básicamente su formación fue autodidacta.

La primera exposición personal lo llevó a Matanzas, en 1953, pero fue su presencia en el grupo Los Once la que lo colocó en la historia del arte cubano, y le valió el reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras.

Entre sus más impactantes muestras personales se hallan las del Lyceum habanero en 1955 y 1957, esta última junto a Oliva; las que en los años 70 y 80 realizó en la galería André Biren, en París, la del Museo de Arte de San Juan, Puerto Rico, en 1989; la retrospectiva de 1997 en la Universidad Internacional de Florida, y la que desplegó en el espacio Robert Altmann, Clairegoutte, Francia, en 1998.

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