Creado en: agosto 8, 2022 a las 10:09 am.

Iluminaciones de Víctor Manuel Velázquez

Fotos cortesía de FICGibara2022

Iluminaciones, exposición que reúne dieciséis piezas del artista visual Víctor Manuel Velázquez Mirabal (Holguín, 1980) realizadas en su mayoría durante la Covid-19, se exhibe en el Hotel Ordoño, como parte del XVI Festival Internacional de Cine de Gibara.

La obra de Víctor Manuel recuerda esa confluencia borgeana de la que he comentado en otros textos: coincidencia de escenarios, tiempos, contextos, personajes, lugares, objetos… en las posibilidades confluyentes de un mismo espacio (su pintura). Su imaginación fructífera, neobarroca, desbordante, desemboca –como si una de sus islas ebrias, como el barco de Rimbaud, encontrara playa segura para su viaje errante– en el lienzo y en los múltiples soportes que, en búsquedas más recientes, han definido también su trabajo, pues Víctor Manuel sabe, como el gran argentino, que “todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”, y que estos símbolos van armando una cosmovisión tan peculiar como imprescindible para recorrer su obra. Adentrarse en Iluminaciones, con la seguridad del constante descubrimiento en cada pieza –estableciendo diálogos, muchas veces más sutiles, otros más complejos, pero siempre enigmáticos, interrogativos, sui generis, para nada gratuitos, entre autor/obra/receptor–, es adentrarse en un entramado de símbolos que conviven en estas piezas, que se entrecruzan y cobran autonomía, como parte de ese cuerpo mayor, el cosmos de su poética.

El precio –escribió el propio Víctor Manuel en las palabras del catálogo– es renunciar a la cordura. “La certeza de que no siempre vas a lograrlo –dice– hace de ti un obrero distinto, un ser incompleto, un huérfano, sabedor de que una parte monumental de tu hechura caerá a la espiral del olvido. No pintarás para siempre. La musa vendrá un rato junto a ti, y luego eso será todo, tu breve racha ganadora habrá terminado”. Víctor Manuel experimenta con la acuarela, una difícil técnica que defiende aunque explore otras; y aunque insiste en decir que cada día aprende más y se le abren nuevas posibilidades con ella. Cada mancha, cada fluctuación del agua y del color sobre el soporte, cada línea huidiza, dan cuerpo a disímiles criaturas, seres que emergen de los laberintos de su imaginación y se corporizan. Dentro del caos, florece el árbol, reverbera la luz, escapa el ave, nace la isla… y un universo ilusorio y mágico (y no por ello menos real); un sitio de entrecruzamientos culturales de múltiples honduras, resultado de complejas búsquedas (literarias, artísticas, espirituales) primero como ser humano, y por consiguiente, como artista plástico. “Envanecido, en mi ambición quise crear absurdos como la nostalgia, el coraje, el deseo, chisporroteo de locas ideas bullendo por salir al unísono, desordenado canon carcajeándose en capital estampida… De eso parecen tratar estas piezas: un ermitaño dios antediluviano que vocifera un cuento susurrado, cual nana para el valiente que se hace a la osadía de pintar”.

Fotos cortesía de FICGibara2022

En sus cuadros hay también cierta narratividad… Muchos “cuentan” historias, contienen “relatos”… Una mancha: un rostro. Un trazo: la amplitud de posibilidades. Aves, peces, ramas, frutas, caballos, perros, gatos… pueblan su obra. A la constante zoomórfica, se suman personajes como salidos de los más fantasiosos libros de caballería o de bestiarios medievales (o las maravillas que encontró Yambulo en su viaje por las Islas del Sol). Un carnaval de figuras acoplándose, ganando espacio, surgiendo de la nada… Barcas como islas, islas como carretas, cáscaras de nuez a la deriva, torres y ciudades emergiendo del aire… Objetos de múltiples naturalezas, simbiosis de mundos posibles que parten, varias veces, de referentes literarios, incluso que desde el título anclan la obra: desde Cien años de soledad, de García Márquez; La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier, inspirada en el ballet de Ígor Stravinski; Extracción de la piedra de la locura, conocida obra de El Bosco, pero también motivo de un poemario de Alejandra Pizarnik, hasta El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgakov. En otras obras, símbolos de cubanía, retazos de identidad, memoria y nostalgia que han alimentado su paso por los años, conviven con los referentes clásicos.

Fotos cortesía de FICGibara2022
Fotos cortesía de FICGibara2022
Fotos cortesía de FICGibara2022
Fotos cortesía de FICGibara2022

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