Creado en: junio 1, 2021 a las 08:29 am.

La Cultura cubana es la sabia fundamental para Cabotín Teatro

Cabotín Teatro con la obra El Diablo rojo, estrenada en 2012 en Taguasco. (Foto: Cortesía del entrevistado)

Al compás del Break dance llegó Laudel de Jesús Pérez Salas, puertas adentro de la Casa de la Cultura Almira Campos Brito, de Taguasco. Fue Jorge Félix Fariña, instructor en el centro, quien encendió las luces del escenario para el joven de 14 años; y más que eso, despertó en él al artista que tenía atrapado en su rítmico cuerpo.

Por aquellos tiempos poblaba libretos con poesías y pequeñas escenas de teatro, que pulió en el Taller Literario Demetrio Barrios Gil.

Ese fue el preludio de su ingreso en la Escuela Nacional de Teatro. Comenzó así su episodio en las tablas, donde llevó las riendas de la tercera generación del Teatro Cañambrú, y hoy sostiene las de Cabotín Teatro, uno de los elencos que prestigian el Catálogo de Excelencia del Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba.

¿Cuándo Cabotín Teatro salió detrás del telón por primera vez?

Cabotín Teatro se funda en 2005 con un espectáculo de mi autoría que dirigí e interpreté, con la asistencia de dirección de Annalie García, quien también es fundadora del grupo. He aquí el hombre, se llamó la obra inaugural.

¿Qué referencias han nutrido tu forma de interpretar el arte en las tablas?

El teatro que nosotros hacemos bebe del teatro ruso de Konstantín Stanislavski, específicamente de Vsévolod Emílievich Meyerhold. También tiene puntos de contacto con el teatro de Antonin Artaud.

Pero en Cuba yo tengo un paradigma que es Argos Teatro y Carlos Celdrán. También Teatro de La Luna, Teatro D´Dos, Teatro El público. De igual modo está Teatro del obstáculo, de Víctor Varela, y siguiendo esos referentes, encontré un camino particular de interpretar el arte escénico y de hacer teatro.

He tratado de traducir esas influencias en un teatro, digamos a mi manera.

Grupo espirituano en la interpretación del texto Triángulo, de Amado del pino. (Foto: Cortesía del entrevistado)

Laudel de Jesús es la muestra de que desde un municipio del interior del país- con esencia campesina- se puede triunfar cuando hay talento y entrega. ¿Lo crees así?

Una vez que yo descubrí el teatro, vi en él un propósito de vida. No lo entendí como un acto egocéntrico, ni de ser reconocido, ni de tener fama….

Encontré en el teatro una motivación para el día a día; una “excusa” para leer, investigar, estudiar, conocer la naturaleza humana, porque el teatro es una disciplina artística que compensa, o condensa, un grupo de disciplinas humanas, como la Antropología, la Psiquiatría, la Psicología, o sea, todo lo que tenga que ver con las relaciones humanas y con la personalidad humana, le importa al teatro.

El teatro- según lo entiendo yo- es una exposición de relaciones humanas en conflicto. ¡Claro!, todo esto sumergido o sintetizado en una estructura artificial artística. Entonces lo que ha sucedido con mi persona y con Cabotín Teatro, me refiero desde el punto de vista de reconocimiento, ha sido sorpresa.

Sí tuve sin sabores. Me prohibieron entradas cuando empezaba, cuando escuchaba Los Beatles, cuando bailaba Break dance. Ahora lo entiendo como parte del proceso de alguien que descubre en el arte del teatro una interpretación muy individual de lo que es el arte, que es mi propósito de vida, el motivo para levantarme todos los días y descubrir nuevas cosas de la naturaleza humana, e intentar traducir mis hallazgos en la escena.

¿Qué temas y autores se han hecho imprescindibles en el repertorio de Cabotín Teatro?

A mí me ha interesado, desde el primer día, la dramaturgia cubana porque, con independencia de los reconocidos autores internacionales William Shakespeare, Bertolt Brecht, y otros, creo que en nuestro país hay un grupo importante de dramaturgos que refleja el tipo de relación que establecemos, sobre todo la familia cubana, entendida como célula fundamental de la sociedad.

Muchos dramaturgos cubanos han reflejado estéticamente, acertadamente, humanamente, el conflicto de ser cubano, de vivir en una isla rodeada de agua con toda la adversidad que nos ha tocado históricamente y el modo en que hemos ido avanzando y venciendo esas vicisitudes. Entonces tengo a la dramaturgia cubana como plataforma ideoestética fundamental.

Estoy pensando ahora en Nicolás Dorr, que lo llevamos a escena, Norge Espinosa, Amado del Pino, Ulises Rodríguez Febles, Abel González Melo, y algunos textos también míos, porque en algún momento hicimos un tipo de teatro callejero que se ubicó en el folclore canario- campesino y en el folclore congo o bantú. He visto siempre que la realidad cubana, la cultura cubana es la materia prima fundamental, la sabia fundamental para nuestro teatro.

Considero que nuestra cultura es muy rica, muy diversa, con infinidades de matices. Es variopinta, deliciosa, llena de contradicciones y conflictos porque sabemos, que como decía nuestro Fernando Ortiz, es un ajiaco porque bebe de las culturas china, árabe, española, de la cultura bantú, de la lucumí. En fin, todo eso fue conformando un tipo de persona que es el cubano, lo que llamamos nacionalidad, identidad y eso a mí me ha llamado poderosamente la atención y me sigue llamando la atención, sigo investigando.

Recuerdo cuando empezábamos que llevamos a escena Juegos sucios en el sótano de Nicolás Dorr. Resume el conflicto de un matrimonio cubano en tono de farsa. Annalie García y Fernando Conde defendieron aquellas ideas, de un tipo de espectáculo, de una escena que se armaba y se desarmaba delante del espectador y alcanzaba nuevas dimensiones, y creo que, de alguna manera, Nicolás Dorr sintetizaba lo que es la sociedad cubana en ese texto.

Nosotros humildemente interpretamos esa configuración que Nicolás Dorr hacía desde el texto. Entonces la Cultura Cubana sigue siendo la importancia fundamental para nosotros, o sea nuestra plataforma fundamental.

El encontrar esos entresijos, esas bisagras, esas fracturas y también esos puntos de unión entre disímiles enfoques y la insularidad como concepto también, todo eso es Cultura Cubana; ese gran caldo de ideas conceptos y de pensamiento es lo que somos nosotros., entonces eso me sigue llamando la atención.

¿Qué puestas en escena consideras claves en el tiempo de vida de Cabotín teatro?

Yo siempre digo que hay un antes y un después de Triángulo y un antes y un después de El diablo rojo.

Con Triángulo, Amado del Pino, el grupo y yo encontramos una coherencia humana, una amistad, una relación. Amado se encargó de lanzar a Cabotín Teatro a la palestra pública.

Hasta ese momento Cabotín Teatro era un grupo del que algunos ecos llegaban a otras regiones del país, pero nadie sabía quiénes éramos, ni qué tipo de teatro hacíamos”.

En provincia es complicado abrirse paso y encontrar un espacio en el mapa nacional. Amado del Pino se encargó de ponernos, por ejemplo, en la sala de Argos Teatro. Las primeras reseñas y valoraciones críticas que salieron en la Revista Tabla, en Juventud Rebelde, en el diario Granma… salieron gracias a Triangulo.

Recuerdo que fuimos a nueve provincias y ahí empezaron los amantes del teatro a descubrir a Cabotin Teatro. Por eso siempre digo que Triángulo, desde lo estético y desde lo afectivo, constituyó un antes y un después para nuestro grupo, por todos los amigos que se acercaron: Omar Baliño, Ulises Rodríguez Febles, Osvaldo Cano, Carlos Celdrán, y así….

El diablo rojo: constituyó un salto en la estética, también, y un acto de reafirmación como agrupación, porque en 2011 el Teatro Principal entró en reparación total y nos quedamos sin sede. Había, entonces, una disyuntiva: o dejábamos de hacer teatro y pasábamos a la fila de los que cobran sin trabajar, o hacíamos otro teatro que no fuera de sala.

Heredando yo de Taguasco la cultura canaria –campesina y la leyenda del Diablo rojo o Cañambrú se me ocurre hacerlo para la calle y pasamos cerca de ocho meses recibiendo talleres de Lucha del garrote, de cultura canaria, de composición poética canaria.

Todo ese proceso nos hizo madurar como agrupación, como actores y nos acercó a una cultura identitaria. Cuba tiene dos grandes troncos que son etno-socioculturales: la cultura canaria- campesina y la bantú. Entonces también El Diablo rojo constituye un paso importante para nosotros, porque después de tantos años me regresó a Taguasco, a mis raíces, a la voz de mi abuelo contándome de Cañambrú, a la voz de mi padre hablándome del Diablo rojo.

El estreno fue un 9 de mayo de 2012, en la plaza de mi pueblo. Fue emocionante desde lo afectivo y desde lo estético. Esos dos espectáculos marcan, sin duda, un antes y un después para Cabotín Teatro.

Cabotín Teatro en el escenario defendiendo la obra Espontáneamente (2017),de la autoría de Amado del pino. (Foto: Sonia Teresa Almaguer)

¿Cómo recibes la noticia de la inclusión del grupo en el Catálogo de Excelencia del Consejo Nacional de las Artes Escénicas? ¿Lo consideras un regalo por los quince años?

El mayor éxito que yo he logrado en toda mi carrera es aunar a un grupo de jóvenes, enamorarlos de teatro, lograr que quieran hacer ese arte, que es necesario sobre todo para quien lo ejerce. Entonces esa noticia llegó por medio de Fernando de Ávila, un amigo que tenía un ejemplar en la mano. Yo me alegré muchísimo.

Él estaba más feliz que yo porque él me vio surgir, crecer. Él fue testigo de aquellas primeras ideas acerca de las escenas. La noticia nos llenó de alegrías, pero al mismo tiempo sentimos que es un paso, que hay que seguir caminando firmes, y consolidar el camino aún más.

¿Qué ensayan por estos días?

Siguen siendo la dramaturgia cubana y la cultura cubana nuestras plataformas estéticas como principio de fundamento. Entonces este año estamos procesando dos espectáculos, interrumpidos por la pandemia, pero trabajamos en Ciudadanía, de Ulises Rodríguez Febles, dirigido por Annalie García, como artista fundadora de Cabotín Teatro.

A la par trabajamos en Tragedia de una mujer estéril, de Roger Fariña, dirigida por mí. Son dos textos de autores cubanos contemporáneos vivos, porque nos interesa el diálogo con el autor, con la realidad cubana actual, con el cubano de a pie, el de ahora mismo.

Me interesan nuestros conflictos, nuestras expectativas, aspiraciones, sueños y anhelos. Entonces en esa dirección estamos trabajando, o sea, dos espectáculos para celebrar los 15 años de Cabotín Teatro, con sendos estrenos simultáneos.

Laudel de Jesús Pérez Salas, director del grupo espirituano Cabotín Teatro, sostiene anhelos con idénticas rebeldía, intensidad de estudio y de investigación que en aquellos tiempos de principiante en el arte escénico. Él se cataloga como un neófito, y siente necesidad de descubrir y aprender más para revelar la naturaleza humana sobre la escena, pero lo cierto es, que, en el escenario, se lo ve un erudito que dirige e interpreta personajes con la misma vitalidad de aquel joven de 14 años que captó atenciones, cuando por las calles de su pueblo natal, caminaba a ritmo de Break dance.

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