Creado en: febrero 7, 2021 a las 09:08 am.

La fuga trasatlántica de Justo

En agosto de 1880 Calixto García, prisionero de las fuerzas españolas luego del fracaso de la Guerra Chiquita, es enviado a España. Aunque queda libre está obligado a residir en la península bajo estrecha vigilancia hispana. Su esposa Isabel Vélez Cabrera vive exiliada en New York y con los hijos de ambos se le une. Se establecen así en Madrid, donde el matrimonio tendrá dos niñas. Los pequeños estudian y se insertan en la vida española.

Los hijos de Calixto e Isabel nacidos en Cuba habían salido de su patria con escasa edad, otros nacieron fuera de ella. Algunos tenían un recuerdo muy vago de la lejana isla. Otros, prácticamente, no conocían su patria, pues tres nacieron en el extranjero. Uno en New York y dos en Madrid. 

Isabel y Calixto llevaron a cabo una sistemática labor de inculcar en ellos el amor a la lejana patria. Un ejemplo de estos es Justo García Vélez. Había nacido en pleno campo mambí, en Cacocum, Holguín. Al caer prisionera su mamá y demás familiares, luego de una odisea en la isla, son deportados a Estados Unidos. Justo es un niño de poco más de un año de nacido. Crecerá en el extranjero. Pero sus padres le inculcarán el amor por Cuba.

Al estallar la guerra de 1895 Justo trabajaba en Filipinas, en la administración pública. En esa época ese archipiélago formaba parte del imperio español. Calixto escapa de la vigilancia española y se traslada a los campos de combate al frente de una expedición. Es designado Jefe del Departamento Oriental del Ejército Libertador de Cuba.

Después de la fuga del padre de España las autoridades tomaron medidas contra él, prohibiéndole que visitara el puerto de Manila, por donde podía escapar al exterior. Sin embargo, el joven logró llegar a esa ciudad y gestionó su fuga. Fracasó, por la vigilancia colonialista. Decidió trasladarse a España, pensaba que de allí sería más fácil dirigirse a otro país. Al hacer, escala, el barco en un puerto en Egipto trató de quedarse, pero el cónsul español lo obligó a continuar viaje. Al llegar a España fue detenido y encerrado en una cárcel en Bilbao, desde donde el 14 de noviembre de 1896 escribió a su mamá. Ya a finales de diciembre de ese año lo habían trasladado a una  prisión en Cádiz y en febrero de 1897 se encontraba en Chafarinas, presidio español de las costas africanas.

Desde allí planificó junto a Emilio Bacardí[1] y Manuel Planas[2], que también se encontraban detenidos, una espectacular fuga, de la que su hermano Carlos García Vélez[3] nos dejó una interesante descripción, en su diario que copiamos a continuación:

Carlos García VelezBrigadier del Ejército
Libertador cubano
y hermano de Justo

“… determinado a intentar la fuga atravesando en un bote velero el Estrecho de Gibraltar por la parte más ancha a fin de arribar a la colonia francesa de Argelia, evitando la costa marroquí donde las tribus (ilegible) en connivencia con las autoridades españolas estaban siempre alertas para apresar a los fugitivos de los presidios españoles de África. Las negociaciones echas por Planas y Justo con unos marineros españoles traficantes de frutos, verduras y otros efectos por mar dieron por resultado asentir estos a conducirlos en su embarcación cierta noche, comprometiéndose por dos mil pesos cada uno debiendo Emilio Bacardí compañero preso político sumarse a Planas y Justo. Al poner estos los pies en el bote a Bacardí le entró sospechas por la mala catadura de los boteros de que después de coger el dinero ya en alta mar serían los tres asesinados. Inútil fue la argumentación que ellos iban armados y que venderían caras sus vidas en tal caso pero que tenían plena confianza en los hombres porque al llegar hasta la costa de Argelia recibiría la otra mitad de la cantidad convenida. Bacardí se quedó y Planas y Justo, animosos de correr la peligrosa, por muchos conceptos, travesía, despega la embarcación del muelle y en la oscuridad silenciosamente se alejaron de Chafarinas y entraron en el Estrecho. El tiempo les favoreció y pudieron izar la vela latina y ayudando con los remos al amanecer ya estaban lejos de Chafarinas. Los boteros intentaron amedrentar a los fugitivos y exigir la doble de lo pactado. Hubo que transigir; pero los boteros les jugaron la mala partida de arribar a la costa del Riff, lejos de la de Argelia. Los dos fugitivos anduvieron por los arrecifes escondiéndose entre las rocas de las tribus ribereñas quienes recibirían rescate al entregar a los presos evadidos de los españoles. Días y noches de penoso andar sin comer bebiendo la poca agua de lluvia de las pocetas y ya exhausto especialmente cruzó cerca de la costa una lancha francesa, los recogió conduciéndolo a Nemurs donde son aliviados de su terrible situación. Telegrafiaron al Dr Betances[4] y embarcaron para Marsella y de este puerto en tren siguieron para París. En el trayecto la policía obedeciendo instrucciones del gobierno francés, quien quiso acceder a la demanda de extradición solicitada por Cánovas contra Justo acusándole de anarquista. Las diligencias en París de Betances que junto a Henri Rochefort,[5]  amigo de Betances y a quien mi padre había visitado a su paso por París para expresarle su gratitud por el apoyo que el diario de Rochefort, L’Intransigeant daba a la causa de la independencia, lograron que fueran Justo puesto en libertad en París y expulsado de territorio francés. Justo embarcó para Nueva York de allí, el Delegado Estrada Palma lo embarcó en una pequeña expedición con el General y Dr Joaquín Castillo Duany.[6] Tuve yo la suerte y el gran placer quien con mis hombres de las fuerzas de las Tunas llegó a la playa de Palancón en la costa norte, acompañando a los expedicionarios hasta que los puse en camino de la residencia del Consejo de Gobierno dándoles caballos equipados y acémilas de carga. La marcha, que tuve que hacer desde el centro hasta la costa me llevó dos noches y un día sin detenerse en campos inundados y de “diente de perro” la costa. La gente sufrió mucho y los caballos sin herradura quedaron lisiados de los cascos.

Repito y vuelvo a repetir que las hazañas de los expedicionarios no hay plumas que lo puedan describir; los esfuerzos de salvarse en tierra del Ejército Libertador tampoco.”[7]


[1] Emilio Bacardí destacado intelectual y patriota natural de Santiago de Cuba. Fue escritor e historiador y formó el museo que hoy lleva su nombre en la ciudad de Santiago de Cuba.

[2] Manuel  Planas rodrÍguez del rey,  Nació en Bayamo, Oriente. Durante la guerra de 1895 fue detenido por sus actividades  revolucionarais y enviado a Chafarinas. Logró escapar el 4 de agosto de 1897. Se trasladó a los Estados Unidos y desde allí en una expedición a Cuba. Alcanzó el grado de coronel. Murió en  Bayamo el 1 de diciembre de 1949.

[3] Carlos García Vélez  Hijo de Calixto e Isabel Se graduó de estomatólogo en España. Se incorporó al Ejército Libertador en la guerra de 1895 donde alcanzó el grado de general de brigada. Durante la República fue embajador. Falleció en La Habana a principios de la década del sesenta del siglo XX.

[4] Emeterio Betances patriota puertorriqueño  participó activamente en el movimiento independentista cubano

[5] Victor Henri Rochefort, Marqués de Rochefort-Luçay (30 de enero de 1830 – 30 de junio de 1913) periodista  francés que apoyó el movimiento independentista cubano.

[6] Joaquín Castillo Duany.  Nació en Santiago de Cuba, el 1 de mayo de 1858. Médico en la Marina de Guerra de los Estados Unidos. Luego se estableció en Cuba En 1895 se incorporó a la guerra. Fue  jefe de Sanidad del  Primer Cuerpo  del Departamento Oriental. Delegado a  la Asamblea Constituyente de Jimaguayú (13.9.1895) y  subsecretario de Hacienda del Consejo de Gobierno, Jefe de sanidad de la columna invasora. Fue enviado al exterior en una misión. Condujo a Cuba varias expediciones. Al terminar la guerra se traslado a París para restablecerse la salud donde murió el 21 de noviembre de 1902.

[7] Centro de Información de las Guerras de Independencia, Museo Casa Natal de Calixto García, Diario Carlos García Vélez, Doc 1.

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