Creado en: agosto 12, 2021 a las 07:35 am.

Marcelino Arozarena y su eterna canción negra sin color

A la memoria de Ernestina Himely

Un cuarto de siglo ha pasado desde la muerte del poeta y periodista cubano Marcelino Arozarena (1912-1999), grande entre los nombres de poetas cubanos que aportaron, con singular espontaneidad y gracia, lo mejor de su expresión en el marco de lo que Don Fernando Ortiz reconociera como poesía afrocubana, negrista, afroantillana, negroide, negra y/o mulata cuyo esplendor ocurriera durante las primeras tres décadas del siglo XX.

La diversidad de nombres para definir aquellas numerosas manifestaciones indica su propia raíz, esencialmente mestiza. Junto a Emilio Ballagas, Regino Pedroso y Nicolás Guillén, entre otros, la poesía de Marcelino Arozarena alcanzó un sello distintivo pues se convirtió en el más puro surtidor de nuestra tradición oral. 

¿Quién podría olvidar que el repertorio de Luis Carbonell, el designado por el pueblo como “el acuarelista de la poesía antillana”, incluyó casi de modo permanente, los poemas de Marcelino? 

Recuerdo un hecho real que registra nuestra historiografía literaria. Pregones y nanas inundaron la creación de los creadores de aquel tiempo. Ballagas había escrito su célebre balada “Para dormir a un negrito”[1] que, a su vez, inspirara en Nicolás Guillén su hermosa “Canción de cuna para despertar a un negrito”[2] en donde cita, precisamente, a su amigo camagüeyano también. Marcelino Arozarena desata la controversia cuando escribe su proverbial “Canto para impulsar a un negrito”.[3]

Otro tanto ocurriría con la declamadora Eusebia Cosme quien, en el apogeo de los años treinta, subió a los escenarios más prestigiosos de la Isla y, luego, del universo, la creación literaria de Arozarena, “hecha para la recitación a golpe de tambor”, es una significativa imagen de esa fuente viva que ha reconocido entre nosotros Miguel Barnet y como reconocieran muchos en época bien temprana.

Marcelino era un hombre afable, sencillo, buen conversador militante de las causas más nobles del país con un sentido de pertenencia a las capas más humildes que lo inclinaron hacia la acción organizativa de nuestros sindicatos, impulsados por las ideas de justicia social e igualdad de derechos civiles. Eran las lecciones que nos dejaron Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, Lázaro Peña.

Desde 1957, año en que el emblemático africanista alemán Janheinz Jahn lo incluyera en su clásica antología Rumba Macumba –aparecida en la ciudad de Munich– el nombre de Marcelino Arozarena alcanzó fama mundial pues sus poemas traducidos a la lengua germana lo colocaron junto al puertorriqueño Luis Palés Matos, al uruguayo Ildefonso Pereda Valdés y, como si no fuera suficiente o no bastara, junto a sus queridos compatriotas José Z. Tallet, Nicolás Guillén y Emilio Ballagas. 

A veinticinco años de su muerte, un día de agosto, resuenan por todo el planeta sus importantes poemas “Caridad” y “Amalia”, cuyo estribillo alienta en la musicalidad urbana de todos los cubanos.  

Aquel poeta, maestro y periodista, de gran vocación literaria y moral ciudadana, marcó, con su voz y ejemplo civiles, a infinidad de poetas, repentistas, trovadores, músicos y rumberos de todo el mundo que entonan, con gusto y reverencia todavía, sus tonadas.


[1] Ver la antología de Alex Pausides: Arcoiris negro, yo también canto a América, La Habana, ed. Colección Sur, 2011, p.98-9

[2] Ver La paloma de vuelo popular, Buenos Aires, ed. Losada, 1958

[3] Ver Marcelino Arozarena: Canción negra sin color, La Habana, ed. Unión, 1966

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *