Creado en: agosto 8, 2021 a las 08:04 am.

Me recuesto en la poesía, que ha sido siempre mi almohada y mi camino

Roberto Francisco Manzano Díaz.  (Ciego de Ávila, 1949) es poeta, ensayista, editor, promotor cultural y profesor. Máster en Cultura Latinoamericana. Profesor Adjunto de la Universidad de La Habana. Es uno de los más notables poetas de la literatura contemporánea. Su poesía ha sido traducida al griego, al inglés y al chino. Por su obra ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos, Premio Príncipe de Literatura de la Televisión Camagüeyana.

Fue nominado también para el Premio Reina Sofía, de España, por la Universidad de Camagüey en 1996. Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén, México; Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, Cuba y Premio Samuel Feijóo de Cultura y Naturaleza por la Obra de toda la Vida, Sociedad Económica de Amigos del País, Cuba, 2007.

Dentro de su vasta obra poética publicada cuentan los títulos, Puerta al camino, Canto a la sabana, texto que marca un giro en la poesía cubana al reaccionar contra el coloquialismo y retomar el protagonismo del paisaje y de la naturaleza cubana para la poesía tal como lo había hecho la tradición poética cubana. Tablillas de barro, La hilacha y otras transfiguraciones, La piedra de Sísifo, son otros de sus títulos publicados, y Synergos, que es la traducción de una selección general de su obra al inglés por Steven Reese.

Hoy hablamos con Manzano a propósito de su más reciente publicación por la editorial DECO Mc Pherson S. A, la antología poética “El relámpago en la voz”.

El poeta nos seduce con sus palabras, en las que percibimos que la poesía es su estado natural. Y caminamos junto a él cautivados por los genuinos senderos de sabiduría y modestia que va abriendo ante nosotros.

Agradezco la gentiliza y el tiempo dedicado.

Recientemente ha salido a la luz por la editorial DECO Mc Pherson S. A. la antología poética “El relámpago en la voz”. ¿En qué fundamenta el esquema trazado para esta selección? ¿Qué poetas ha seleccionado? ¿Qué períodos de la literatura abarca?

Mc Pherson ha tenido a bien publicar la antología El relámpago en la voz. Poesía cubana desde el primer romanticismo hasta la primera vanguardia. Ante la metáfora del título, la explicitez del subtítulo, que detalla el período que abarca: desde la fundación de nuestra poesía hasta el desarrollo de las iniciales apropiaciones vanguardistas. Un gran arco, el primero de nuestra evolución poética. Son muchos los autores incluidos, todos de principalía. Habitualmente, en mis muestrarios más característicos, eludo la sucesión de movimientos estéticos, porque ofrecen una secuencia de acción y reacción que me parece muy pobre desde el punto de vista humanístico. Tiendo a resaltar el papel de la persona como protagonista esencial del arte, pues los verdaderos valores clásicos tienen menos que ver con las variaciones históricas que con las regularidades humanas. Pero en este volumen prioricé las tendencias, para que se viera el flujo y reflujo de las formas, sobre todo pensando en el público mayor, que está delineado didácticamente por las teorías generacionales de la literatura según las predican nuestros docentes y las creen a pie juntillas muchos de los propios creadores. Así el hilo es el acostumbrado, y el mosaico puede ser más atractivo para un número crecido de lectores. Aunque no dejo de coordinar las tramas poemáticas, por encima de todas las fracturas, con la extraordinaria coherencia simbólica que exhibe la poesía cubana desde José María Heredia hasta Nicolás Guillén.

¿Cómo ha sido su experiencia con esta editorial?

Muy buena. Tengo allí excelentes amigos: el editor y poeta José Emilio Hernández, el diseñador y poeta Eduardo Rodríguez, la editora y poeta Odalys Calderín. Gente de garantía y gusto. A través de la noche covídica hemos visto los relumbres editoriales de McPherson. Seguir publicando libros de poesía dentro de este espanto, qué iluminación heroica, qué luz de tan alta sanación, qué alegría terapéutica nos incorpora. He tenido la dicha de participar en dos empeños sublimes en medio de tan despiadadas circunstancias: la primera salida de la Editorial Arco Tenso, bajo los auspicios de la Red Eclesial de Estudios Avanzados de Cuba y la generosa conducción del poeta Jesús Lozada, y el desarrollo sistemático y plural de McPherson, que ha cobijado magnánimamente esta muestra. Acompañado de aquellos poetas y amigos que menciono, este volumen agradece salir a la luz y espera su verdadero momento de visitación y efluvio social.

Háblenos brevemente sobre sus obras publicadas y los premios obtenidos.

Realmente da pereza hablar de premios obtenidos. Hablar de las obras puede que genere un poco más de satisfacción, pues en ellas ha quedado cifrado el destino: he de reconocer que los premios solo han servido de tristes férulas para que las obras echasen a andar socialmente. Así y todo, ocurre que muchas de las obras publicadas no las conocen ni los del gremio, y uno siente como una editez sospechosa, muy cercana a una ineditez funcional. Pero, bueno, no se diga: he logrado publicar ya alrededor de veinte libros de poesía. Así que puedo considerarme un genuino afortunado.

Las obras se van configurando con el vivir y el deseo de representación que gobierna a toda vocación poética. Cada una de ellas implica una muerte y una resurrección. Se hilan según las mismas leyes recursivas del mito como expresión. Poderosos y ocultos vectores de intencionalidad tejen sus tramas discursivas, sus secuencias y fracturas, sus alzamientos y socavones, y cuando el destino se clausura quedan para disfrutarse, si poseen atributos de gracia, y para ser valoradas, si añaden algún paso en la sombra.

Usted es poeta y ensayista. ¿Cómo asume cada uno de estos géneros literarios? ¿Hay influencias de uno sobre otro? Además, se desempeña dentro de una multiplicidad de labores relacionadas con la literatura: es editor, promotor cultural y profesor. ¿Puede decirnos brevemente como consigue llevar esta diversidad de funciones? ¿En qué cree que una afecta a la otra? ¿En qué lo beneficia?

Pienso que los géneros literarios no son compartimentos elaborados para una cómoda exposición docente o que obedezcan a arbitrariedades y voluntarismos psicológicos. Son hechuras psíquicas, códigos de conducta mental, canales de apropiación y manipulación del mundo por un ser específico de expresión. Yo mismo intenté muchas veces otros géneros, pero la poesía y el ensayo se me impusieron como dinámicas poleas de identidad. Y como soy un poeta que no le basta expresar estados de ánimos o ejercer el periodismo lírico, sino que incluyendo el sentimiento y el testimonio anhela alcanzar una visión cosmogónica, lo del ensayo cae por su propia gravedad, pues estoy muy bien cuando siento y pienso en sinergia absoluta.

Cada poeta tiene sus utopías de plasmación, y una de las mías fue siempre sentipensar, ofrecer una representación con la misma fluidez y compacticidad con que ocurre la vivencia de más alto calibre. Anhelo algo imposible: cantar y cavilar como el universo, alcanzando lo uno a través de lo diverso, y aprendiendo lo parmenídeo en lo heracliteano, lo heracliteano en lo parmenídeo. Por supuesto que no lo he alcanzado, pero mentiría sino reconociese esas secretas ambiciones. Y como sé que el arte es esfuerzo (incluso sueño con una nueva disciplina: la ergonomía artística, que ve al arte esencialmente como trabajo), no le temo a la esfericidad del mundo, y trato de incorporármela. Todo lo polarizado y disyuntivo me agrede, y mi vocación es ser juntador.

¿Cuáles son sus escritores fundamentales, los que en su opinión han marcado su obra?

La marca para distinguirlos es la siguiente: vuelvo a ellos continuamente. Son muchos, de los más encontrados espacios y tiempos. Aunque el mayor número escribió versos, lo que más me fascina en ellos es la arquitectura profunda de su sensibilidad y el movimiento volumétrico de su pensamiento. Ninguno se me queda en el arte o en el mero gesto de las rupturas y transgresiones. Siempre son artistas que marchan hacia la vida, y que se afaenan en medio del dolor o el olvido por alzar catedrales iluminadas. Martí es tal vez el ejemplo sumo.

¿Cómo está enfrentando estos momentos de crisis por la situación de la pandemia?

Como todos. Con el mismo temor y prudencia que la mayoría. Con el mismo deseo que no afecte a mis seres queridos, a mis amigos, a mis prójimos más inmediatos o lejanos, a todos los miembros de la especie…Con las mismas esperanzas, empleando iguales recursos de sobrevivencia. Extrayendo idénticas conclusiones de carácter individual y colectivo. Soy una persona más: estoy en el manojo. Voy ya por la séptima década de vida, y reúno la infancia y la senectud, la entrada y la salida, el polvo y la estrella. Me da mucho dolor la vida humana, que no puede estar sola, pero que tampoco sabe estar junta. Y me recuesto en la poesía, que ha sido siempre mi almohada y mi camino.

¿Qué le da miedo? ¿Qué es lo que más lo enfurece? ¿A su juicio cuál es la palabra más peligrosa? ¿Cuál la más esperanzadora?

Muchas cosas me dan miedo. Todo el valor que conozco nace del vencimiento del temor. Como Goethe, creo que la luz es un grado, indudablemente el más hermoso, de la oscuridad. Han aumentado críticamente las demandas de sobrevivencia, y en muchos sectores de nuestras vidas se están desbordando los límites. Conozco la alegría y sé que es invasora, pero la capacidad invasiva de la angustia es superior. En muchas áreas de nuestra existencia se fractalizan las dicotomías, y cada vez más personas creen que cualquier gama, sea la que va de la vida a la muerte, o la que va de la racionalidad a la irracionalidad, posee solo dos colores, con lo que se entregan abiertamente a todas las manipulaciones. Siempre me rebelo ante las polarizaciones inducidas, pues he visto que un pensamiento que da como natural lo extremado puede ser aventado, soplado materialmente. A duras penas se sostiene en lo real. La realidad es compleja, y decidir bien muchas veces solo consiste en dejar la menor cantidad de residuos. Lo que expreso ya implica un malestar: advertir el peligro de lo reductor; y una impaciente esperanza: desear la posibilidad de un diálogo tangible y virtuoso.

¿Qué aconsejaría a los jóvenes escritores? ¿A los jóvenes, en sentido general?

Ser joven es muy difícil. Siempre se espera en ellos, desde todos los segmentos generacionales, desde todas las posiciones dilemáticas: pocos realmente se ponen en ellos, desde ellos, para ellos. Se les rechaza, se les halaga, se les induce, se les refrena: todos los poderes e intenciones en pugna se encuentran muy interesados en su dinamismo y futuridad.

También pasa en las manifestaciones de la cultura artística. Dios me libre de cualquier proselitismo. Con los jóvenes lo que siempre hago es aprender. No me da pena ninguna aprender. Claro está, aprendo de ellos como de cualquier otro agente de lo real: con mucha soberanía interior. Lo que yo cuido a mi edad, porque ya la vida me lo ha inculcado a puro hierro, es conservar siempre mi soberanía interior. No interiorizo todo lo exterior. No me interesa lo que esté dictado por la vulgaridad o la moda, o abiertamente manipulado, por ejemplo. Pero sí me interesa lo que esté en dirección hacia el futuro. Y algunos jóvenes adelantan el futuro entre nosotros. Cuando en alguno de ellos percibo marcas de futuro, según mi modesto entrever, acudo solidariamente a estimularle el paso en la sombra. Esto no tiene norma ni precepto: es una decisión de carácter situacional. Por eso me resguardo mucho de las cartillas para jóvenes en arte, o en cualquier aspecto de la realidad. Si tuviera que dar obligadamente un consejo sería solo el siguiente: ejerzan el pensamiento crítico, conserven la soberanía interior.

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