Creado en: mayo 14, 2024 a las 09:31 am.

Sístole y diástole de un cronicar

Leer a Enrique Núñez Rodríguez es como tomarse un vaso de agua fría con mucha sed: placentero, sin esfuerzos e, incluso, vital.

Si bien sus crónicas son quizá lo más ampliamente conocido de la obra del escritor, dramaturgo y guionista cubano (13 de mayo de 1923 –28 de noviembre de 2002), no se puede obviar todo lo valioso que escribió para el teatro, la televisión o en el campo de la narrativa, y mucho menos que ese talento para cronicar no se separó nunca de su palabra, como tampoco el humorismo.

El don de verle a la vida todas las pequeñas piezas y saber contarlas se empezó a desarrollar desde su misma infancia en el pueblo que elevó a lo mítico, Quemado de Güines:

“Al tiempo muerto, con sus largas horas de inactividad, y a la acogedora sombra del Parque Martí, único lugar del pueblo sombreado las 24 horas, les debo un poderoso arsenal de anécdotas que me abrieron el camino para el oficio que iba a ejercer durante toda mi vida”.

En una de las crónicas que le dedicara a su pueblo, añadió: “Entonces comprendí que si la naturaleza no había sido muy generosa con nuestro pueblo en materia de accidentes geográficos, éramos sus hijos los que teníamos el deber de situarlo en la historia”.

Y Núñez lo cumplió muy bien, si sus libros son una suerte de best sellers no se debe al uso de fórmulas y facilismos, sino a su capacidad para sintetizar lo cubano en relatos donde la risa final es fácil, pero está matizada de una cierta nostalgia, así como de la reflexión.

Podrían citarse muchos textos, pero el dedicado a la homosexualidad de un primo, y a su condición de padre y abuelo, prueban su capacidad de emocionar desde una visión humorística de la vida, sin esconder falencias propias. Y todo ello sedimentado sobre cultura, sensibilidad y ética.

Sobre ello ha apuntado Laidi Fernández de Juan que “la memoria histórico cultural de esta isla le debe muchísimo a Núñez Rodríguez, sin cuyos textos sería imposible volver al pasado desde el testimonio de alguien que supo estar a la altura de las circunstancias, fueran cuales fueran, y nos cuenta sin pudor su rocambolesca existencia”.

De tal manera, Núñez logró una crónica mayor de su tiempo, a través de sí mismo y sus vivencias, mediante las cuales se puede medir el carácter de una época y parte de la ideosincrasia de una nación.

Premio Nacional de Periodismo José Martí, Premio Nacional de Humorismo y de la Radio, la mayor prueba de su valía es cómo su obra ha calado en la gente, al punto de formar parte de ese corpus anónimo e informe de historias que se cuentan a través del país, para hacer llevadero cualquier rato.

De ese patrimonio escrito, pero también de la calidez humana de un hombre que recuerda muy bien, se nutrió el caricaturista Adán Iglesias para graficar las crónicas de Enrique Núñez Rodríguez que se publicaron en esta página web durante el año de su centenario.

“Pude conocer a Enrique Núñez Rodríguez. Hay un poco de frialdad cuando debes ilustrar el texto de un autor que no conoces, aunque esté vivo.

“Admiré en vida a Núñez y lo sigo admirando. Su crónica dominical en Juventud Rebelde y su competencia con García Marquéz era algo muy atractivo, para disfrutar”.

Adán recuerda, además, todos los espacios que se podían compartir con el humor de él, “incluso en un avión coincidimos, y venía haciendo anécdotas”.

Por eso dice que le satisfizo mucho ese empeño, que tiene como antecedente el propósito de que los miembros de la Sección de Humor Gráfico de la UNEAC publiquen más en su propia web.

“Para mí, publicar es siempre un premio. En este caso he tratado de ilustrar lo que va comentado Núñez, no hacer una caricatura de él. Creo que fue un bonito homenaje por su aniversario”.

La invitación, entonces, es a disfrutar Crónicas a la carta, para nutrirse de ese buen vaso de agua, parte de lo que se necesita para bien vivir.

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