Creado en: noviembre 12, 2023 a las 08:14 am.

Mi primer examen

No mencionaré los nombres de los catedráticos. Casi todos han muerto. Algunos conservan un gran prestigio público. Sus descendientes no deben pagar sus culpas. Es más, advierto desde ahora que es posible que cambie las asignaturas para despistar a los lectores. Mi intención es solamente dar una idea de cómo era la Universidad que me tocó vivir en aquella etapa del bonche y el gangsterismo.

Recuerdo mi primer examen. Muy cerca de mí se sentó un joven que llevaba, dentro del nudo de la corbata, un gigantesco “acordeón” en el que debía caber toda la asignatura. En cuanto el profesor dictó las preguntas, se dedicó a buscar en el acordeón las respuestas adecuadas. Lo veía copiar con agilidad y satisfacción. El profesor se paseaba por el aula. De pronto se detuvo junto al alumno del acordeón y, tomándole suavemente la vistosa corbata, comentó irónicamente:

—Bonita corbata. Todos los que habíamos presenciado el fraude nos erizamos.

Todos, menos el alumno fraudulento. Se limitó a sonreír y sacando una pavorosa pistola, colocó el cañón por debajo de la fina seda de la corbata y, apuntándole al asustado profesor, le preguntó:

—¿Le gusta, doctor? Es una corbata italiana, y canta ópera. ¿Quiere oírla cantar?

Y colocó el dedo en el gatillo del arma, apuntando directamente al pecho del profesor. Dando un paso atrás, el asustado catedrático exclamó:

—Ahora no, alumno, siga trabajando en su examen que ya veo que le va muy bien.

Tuve la curiosidad de buscar en la tablilla de la escuela la puntuación que alcanzó el alumno de la corbata en aquel examen: 99 puntos. Nunca me he explicado la arbitrariedad de aquel profesor que le quitó un punto a un alumno tan destacado.

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