Creado en: enero 14, 2024 a las 10:43 am.

Recuerdo de un amigo

Escribí mi primera y única novela: Sube, Felipe, sube. Francamente, no soy de esos autores que siempre están insatisfechos con su obra. A mí me encanta lo que escribo. Soy mi mejor lector. Las crónicas de Juventud Rebelde las leo hasta veinte veces después de publicadas. Cada vez las disfruto como nuevas. De manera que cuando terminé mi novela me sentí realizado. Fingiendo una modestia que está muy lejos de caracterizarme como escritor, decidí llevársela a Félix Pita Rodríguez, a quien admiraba por su obra narrativa y poética. Le pedí que me recibiera en su casa y le llevé el manuscrito. Le rogué que lo leyera y que fuera implacable en su juicio crítico. Félix me prometió leerlo a la mayor brevedad posible. Una semana después me llamó para que pasara por su casa a recoger la obra y darme su sincera opinión. A la hora acordada se produjo el esperado encuentro. Félix dijo que la obra era muy buena, que podía convertirse en un best seller, que cuidara mucho su edición, que me felicitaba, etcétera, etcétera. Satisfecho, le expresé mi agradecimiento, diciéndole que para mí constituía un honor el hecho de que un consagrado como él tuviera una opinión tan favorable de mi novela y, sobre todo, que le hubiera dedicado una parte de su preciado tiempo. Félix me interrumpió diciéndome: “No, no la leí, no tuve tiempo, pero como tú viniste para que te dijera que me gustaba, porque de otra manera no me la hubieras traído, no quise demorarte más mi opinión.” Y me invitó a un ron para celebrar el seguro éxito de Sube, Felipe, sube.

Publicada mi novela, año y medio después de aquella entrevista, apareció en la lista de los títulos más vendidos en el mes, de la revista Bohemia. Una llamada telefónica me trajo la voz inconfundible del autor de Tobías. No se identificó, no era necesario. Se limitó a preguntarme: “¿Qué te dije…?”

Gente así no debía morirse nunca.

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