Creado en: mayo 20, 2021 a las 07:28 am.

Olga Lidia y su defensa de la música campesina

Foto del autor

No todos los días uno tiene la suerte de tener delante una mujer como Olga Lidia Posada. Dispuesta a las preguntas, provocando el intelecto y a la vez con esa naturalidad que emana de su esencia guajira.  El encuentro, pospuesto varias veces por el trabajo de ambos, sucede en un espacio informal, después de un acto en la provincia donde ella nos regaló su música y a mí me toco cubrir la noticia para los medios locales. Disfrutando de la merienda nos sentamos y varias veces nos interrumpieron para saludarla. Varias veces tuve que detener la grabadora porque a una artista de pueblo el pueblo la saluda, la mima, la consiente.

En esos momentos la entrevista adquirió el valor agregado de verla reírse con la espontaneidad que la acompaña y forma parte de su sello. Esta artemiseña declara que no solo interpreta la música de nuestras raíces sino que también la defiende. La muñequita que canta me contó su historia sin dejar de sonreír, como alguien acostumbrada a las dificultades.  

Desde muy pequeña te vinculas al arte campesino. ¿En qué momento te das cuenta de que la música guajira se volvió imprescindible para ti y decides dedicarte a ella de manera profesional?

Ese era mi mundo desde muy pequeñita. Mi padre era un guajiro analfabeto que no sabía ni firmar, pero era también poeta, repentista e improvisador. No haber estudiado le impedía estar en la élite de su tiempo. Sin embargo improvisaba muy bien y cantaba con grandes poetas. Por eso desde los cinco años comencé a hacer música campesina y desde ahí  la fui cultivando con mucho deleite. Puedo cantar otra música pero lo hago poco. Cuando llego a una presentación siempre hay alguien que canta boleros  y otros géneros. Entonces yo prefiero delegarlo en ellos y hacer lo que siempre hago. Interpretar la música campesina me encanta.

Eres una mujer visceral, de mucha garra y fuerza, pero en este género lideran los hombres. Para las mujeres es más difícil triunfar ante la tradición machista del campo y sabemos que no son muchos los nombres femeninos que se colocan en la cima de este arte. Tampoco la música campesina es muy beneficiada por los medios en materia de promoción y espacio. ¿Cómo te impones en un escenario tan complejo?

No me he callado nunca porque hago lo que me gusta y defiendo este género por placer y por amor. El artista campesino no ha alcanzado el espacio que merece, incluso después de declararse  a la décima Patrimonio Nacional. Para el artista nada ha cambiado. Los poetas repentistas, músicos e intérpretes de la música campesina nos damos cuenta de que la valoración que se realiza de nuestro arte no nos favorece como profesionales.

Creo que me he abierto el camino siendo auténtica y diciendo la verdad. El lugar que tiene hoy el arte campesino es el resultado de mucho trabajo y de raíces muy profundas. No me puedo cansar porque el público se merece ese respeto. 

En Cuba existen nombres consagrados como el de Celina González o Radeúnda Lima. En tu caso recibiste la Distinción por la Cultura Nacional, que representa también un reconocimiento a tu aporte en esta materia y te coloca en un altísimo nivel. ¿Qué significa para ti este reconocimiento? ¿Cómo lo recibes?   

Voy a decirte algo. La música campesina en sentido general no es tan reconocida ni tan valorada como debería, pero yo no me siento excluida ni minimizada. Soy una artista que ha disfrutado mucho. Llevo 27 años de trabajo y tengo el gusto de haber conocido desde el principio el calor del pueblo. Pienso que al artista lo forja el pueblo. La distinción Raúl Gómez García para mí es el regalo que me hizo el pueblo, porque él fue quien me colocó ahí, donde  a veces no me creo que estoy.

He visitado Santiago de Cuba en viaje familiar y alguien me ha escuchado reír o hablar y me ha reconocido. Eso me ha sucedido en muchos lugares. Las personas en la calle me tratan con mucho cariño. Son manifestaciones espontáneas que te engrandecen como ser humano y te llenan el alma. Estoy muy agradecida con mi pueblo y con el Ministerio de Cultura por haberme entregado ese reconocimiento.

Nuestra provincia tiene una tradición guajira muy fuerte. ¿Cuánto le debe la cultura campesina a Artemisa?

Creo que le debe mucho y creo también que no se lo ha retribuido. Hoy, por ejemplo, el espacio campesino de Radio Artemisa  dejó de salir al aire. Y te aclaro que es un espacio en el que nunca participé, a pesar de que los aficionados que integraban el colectivo son como mis padres. Creo que Artemisa hizo mucho y que se podría hacer mucho más por el género. Esa es la razón por la que yo no solo canto la música campesina sino que la defiendo. La enarbolo como una bandera.

No se trata solo de Artemisa. Los intérpretes guajiros sentimos la diferencia al compartir espacios con quienes interpretan salsa, rock y otros géneros, sean cubanos o no.  Pero te reitero que eso no me detiene, aunque me gustaría que se nos tomara más en cuenta.

Foto Cortesía de la entrevistada

Según tu criterio, ¿cuál es la fortaleza que tiene el arte campesino que amerita que sea tenido en cuenta?

Primero que lo que hacen los repentistas no lo hace nadie. A veces tú estás conversando y no logras el hilo de la conversación. Siempre digo que hay que tener  un poco de nivel cultural, facilidad de palabras y otros elementos. Pero hay quien tiene todo eso e incluso un nivel muy elevado y no puede hacer lo que hace un repentista.

Nuestros poetas, que son padres de familia, que tienen que trabajar incluso en otros oficios para sustentarse, dedican mucho tiempo de su vida a la preparación. Cuando se suben a un escenario y alguien les dice “Por mi patria y mi bandera” y ellos hacen una obra de arte de ese pie forzado, en un instante tienen en cuenta que la décima tiene diez versos, que no puede ser asonantada, que no debe tener cacofonías, que no se debe rimar un singular con un plural y además el conocimiento sobre lo que va a decirse  para que la obra sea arte y sea digna del público. Eso solo lo hacen los poetas, cultivadores de la música campesina.

Aprenderte una canción y cantarla en un escenario requiere de la voz y el ángel artístico de cada cual, pero cuando hablamos de las tonadas es otra especialización. Yo conozco más de cuarenta tonadas diferentes. Puedo cantar las de todas las regiones del país (espirituana, pinareña, Carvajal, libre, camagüeyana…). Muchas personas dedicadas a la música, incluso los que tienen la responsabilidad de evaluar a los artistas para alcanzar un nivel de profesionalidad,  no conocen de este tema.

En Cuba hay miles de músicos que agarran una maraca o unas claves y tocan e interpretan un son montuno. Incluso en una descarga en un solar aparece alguien con mucho talento. Pero lo que hacen los músicos campesinos es mucho más que eso.  En ocasiones he trabajado con músicos que al interpretar un tema campesino no respetan la base rítmica o la armonía y me dicen: Lo modernicé un poco. Esa modernización se basa en el facilismo porque hacer música campesina es complicado. No se trata de coser y cantar.

Olga Lidia… ¿Hay un mañana en la creación de música campesina desde la composición o en el futuro seguirán cantando El punto cubano y Amorosa guajira? 

Sucede lo mismo que cuando tienes un hijo y quieres que se porte bien. Tienes que estimularlo. Tengo amigos que me han entregado temas muy buenos de música campesina pero cuando hablamos de hacerle la partitura y los preparamos, la odisea es hacer una grabación de calidad. Entonces se opta por el facilismo.

Cuando revisas en el país el repertorio es el mismo. Me parece que a la larga existen temas que desaparecerán en el futuro o no trascenderán porque no se interpretan ni se graban.  Es algo muy triste.

¿Qué sientes al ver a tu hija Leonela seguir tus pasos y defender la música campesina con aceptación de público y hasta dónde hay responsabilidad de Olga Lidia Posada en ese resultado?

Mi hija es mi constelación. Muchas personas han vivido una carrera larga y una historia en la música y no han conseguido lo que ella con 21 años. Estoy muy orgullosa porque es músico por naturaleza. Como yo, no estudió música, pero desde muy pequeña cantaba porque era lo que me veía hacer. Yo la llevaba a los eventos y desde los cinco años cantaba a tiempo sobre una clave cubana. Tiene un talento natural.

¿Exigencia? Creo que demasiada. A veces se estaba preparando para cantar en un Festival de Pioneros y  casi al final de la canción algo no me gustaba y había que comenzar de nuevo hasta que quedara perfecta. Pero cuando lo hacía bien siempre tenía mi aplauso como premio. Leonela trabaja con el grupo Kolao, donde es la voz líder, es solista campesina y si vamos a una fiesta también improvisa, porque es lo que ha visto desde pequeña. También es la presidenta de la sección de Música de la Asociación Hermanos Saiz en Artemisa.

Somos amigas y tenemos la relación más hermosa del mundo. Tengo dos hijos y los dos me hacen sentir mucho orgullo solo que el varón no canta. Pero, al seguir mis pasos,  Leonela me regala mucha luz. Y al final me parece que esa exigencia dio frutos.

No sé decirles a las personas lo que quieren escuchar. No tengo esa capacidad y a ella es a la que menos he engañado. Cuando algo está bien lo está y si está mal también se lo digo. Pero quién es ella se lo ha ganado ella sola. De hecho al principio le decían la hija de Olga Lidia y yo le prohibí que lo hicieran. Ella tiene un nombre inmenso porque lo refuerza con todo lo que hace y yo solo estoy ahí para ayudarla y apoyarla.

Cada día existen menos espacios para la música campesina y sin embargo considero que aumentan los seguidores de este arte. ¿A qué crees que se debe este fenómeno?

En Cuba, donde quiera que tú le des una patada a una lata, aparece uno que canta y otro que improvisa, puede ser una persona mayor o un joven. Eso es lo que somos. Son nuestras raíces y lo llevamos en la sangre.

Yo quisiera que la Covid- 19 se acabara y regresáramos a la normalidad porque el pueblo necesita la música. Las peñas son el mejor espacio que tiene hoy el género. Pero sueño con que nuestros artistas campesinos estén más en la radio y en la televisión para que el pueblo los disfrute de la misma manera que lo hace en las peñas, que son para unos pocos y no tienen tanto alcance.

Este género se comprenderá mejor en la medida en que la gente lo conozca más, en la medida en que se divulgue más. A veces pienso que lo tildan de arte menor porque llega a menos lugares y los responsables de eso no somos los artistas. Pero hay algo que te puedo asegurar: Mientras exista Olga Lidia Posada la música campesina tendrá quien la defienda.

***

Lo dice con convicción y se ríe, esta vez con más fuerza. Defender el género es lo que ha hecho toda su vida y Olga Lidia Posada se siente orgullosa de ello. Me despido formal y me detengo a escucharla mientras tararea un tema. De repente, con la misma sonrisa y algo de malicia en la mirada, me dice: Vamos a tomarnos un jugo, el que nos dieron en la merienda es el refresco con más complejo de agua que me he tomado en mi vida.  Así concluye mi historia con esta embajadora del arte campesino, entre risas y con la convicción de haber entrevistado no solo a una artista sino también a  una cubana en toda la extensión de la palabra.

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