Creado en: octubre 23, 2021 a las 02:15 pm.

Oraá: Ícono del abstraccionismo insular

Pedro de Oraá

Hombre culto, sencillo, silencioso y amigable, el último de los integrantes del grupo de los Diez Pintores Concretos —al que se unió en el año 1958—, Pedro de Oraá, cumpliría hoy 90 años de edad.

Graduado en pintura y escultura en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro y de Construcción civil en la Escuela de Artes y Oficios de La Habana, el Premio Nacional de Artes Plásticas 2015, legó a la cultura cubana una fecunda obra en pintura, poesía, narrativa, crítica y periodismo, amén de su ingeniosa labor como diseñador gráfico que le hizo acreedor además del Premio Nacional de Diseño 2012.

Sus primeros poemas
El ingenioso artífice recordaba que desde muy joven se despertaron en él dos vocaciones que signaron su carrera: la poesía y las artes visuales, tal vez motivado por algunos cuadernos de poesía editados por la imprenta habanera La Verónica, los cuales disfrutó cuando tenía unos 15 años. Aquellos simples volúmenes se caracterizaban por sus modestos diseños de portada, así como por contener una admirable selección de poemas de diferentes autores iberoamericanos.
Su obra literaria comenzó a trascender en el año 1949 cuando publicó sus poemas junto a los de otros bardos de Caibarién. En 1957 visitó Venezuela, donde se relacionó con varios grupos de reconocidos escritores y creadores de la plástica.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, en 1960, pasó a desempeñarse en el Teatro Nacional, en el cargo de jefe de diseño publicitario donde dirigió un grupo conformado por varios reconocidos creadores, entre ellos Umberto Peña, José Villa, Rolando de Oraá, Roberto Guerrero y José Manuel Díaz Gámez. Dos años después ejerció como diseñador gráfico en el Consejo Nacional de Cultura.
Fue fundador de Ediciones Pálpite, en 1961, a través de la que publicó su ensayo titulado Tiempo y poesía; y en 1963 creó la Editora Belic, con la que vieron la luz trascendentales obras de las letras insulares, entre ellas, El oscuro esplendor, de Eliseo Diego, y Elegía a Manuel Ascunce (edición especial), con poemas y dibujos, de Adigio Benítez; en tanto colabora con Fayad Jamís en las colecciones La Tertulia, Semillas y Centro.

En Bulgaria
Entre los años 1964 y 1966 viajó a Bulgaria con el fin de aprender la lengua y la literatura de ese país europeo, entonces perteneciente al extinto bloque socialista. De los conocimientos adquiridos en esos estudios de Lingüística, ejerció como traductor de numerosos textos, entre ellos la antología Poesía búlgara y varios poemas de autores de aquella nación balcánica para la revista Unión, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), a la cual perteneció desde su creación.
Asimismo hizo traducciones de Gueo Milef y Tristo Smirnenski para la Editorial de Lenguas Extranjeras de Sofía, así como versiones de la obra de la poetisa yugoslava Vesna Parum.
A su regreso de Europa pasó a laborar como diseñador en el Consejo Nacional de Cultura, donde compartió espacio junto con otros prestigiosos cultivadores de ese género, como Alfredo Rostgaard, Héctor Villaverde y César Mazola.
Reconocido por su labor como diseñador, la Editorial Unión reclamó sus oficios en 1968, donde igualmente se desempeñó como redactor y realizó las ilustraciones de portadas e interiores para varios de los libros que publicó esa institución en diferentes etapas de las décadas de los años 70 y 80 de la anterior centuria, hasta que en 1990 es ascendido a director artístico.
La efervescente actividad de Oraá como escritor y diseñador le posibilitaron fundar en el año 2002 la Colección Pneuma, con la que publica las “plaquettes” Canciones de amor flagrante y Nuestra generación.
Otros de los autores a los que hizo diseños de las cubiertas de sus libros fueron: su hermano Francisco de Oraá, Dulce María Loynaz, Roberto Fernández Retamar, Loló Soldevilla, Fina García Marruz, Ángel Augier y muchos más; mientras que acometió las ilustraciones de importantes títulos de las letras cubanas, como Paradiso, de José Lezama Lima y Relatos de Cintio Vitier, además de poemarios de Nicolás Guillén, César López, Lina de Feria y Basilia Papastamatiú, por solo citar algunos.

Su impronta en la crítica y el ensayo artístico
Pedro de Oraá igualmente practicó la crítica y el ensayo artístico y literario; entrega caracterizada por la solidez de sus conocimientos y una valiosa experiencia de vida; entre estos trabajos se recuerda el Visible e Invisible (2008), asimismo ilustrado por él, publicado en Letras Cubanas.
Entre sus obras impresas se encuentran, además, El instante cernido, Estación de la hierba, Destrucción del horizonte, Tiempo y poesía, La voz de la tierra, Las destrucciones por el horizonte, Apuntes para una mítica de La Habana, Suma de ecos, Umbral, La antología personal Cifra, y Vida secreta de La Giraldilla.
También acreedor del Premio Maestro de Juventudes (2019), colaboró con otras muchas publicaciones, cubanas y extranjeras, entre ellas Orígenes, Ciclón, El Mundo, Noticias de Hoy (suplemento del periódico Hoy Domingo), Revolución, Lunes de Revolución, La Gaceta de Cuba, Casa de las Américas, Pájaro Cascabel (de México), revista RDA (de República Democrática Alemana), Inostrannaia Gazeta (de la Unión Soviética), Plamak, Bulgaria de Hoy, y Frente Literario y Cultura Nacional de Bulgaria.
El maestro, querido y admirado dentro de todos los ámbitos de la cultura cubana en los que dejó sus huellas, asimismo constituye un emblema dentro de las artes visuales, desempeño que conjugó con sus creaciones literarias, el diseño, la crítica y la traducción.
Sufrió de una lamentable enfermedad que el 25 de agosto de 2020, concluyó con su prolífica existencia.

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