Creado en: julio 16, 2023 a las 09:23 am.

¿Qué eran las funciones a beneficio?

En crónicas anteriores he hecho referencia a “funciones a beneficio”. En las colonias españolas de América se trataba, desde principios del s. XVIII, de una fórmula de los ayuntamientos en acuerdo con los empresarios teatrales para mejorar la situación financiera de los cómicos más destacados, por lo general mal pagados. En sus contratos se les concedía una o dos noches de representación en la que, después de abonados los costos de producción –alquileres de espacios, gastos de iluminación, vestuario y pago de empleados menores- se les entregaban las ganancias netas Ya en los albores del s. XIX esta práctica se extendió a artistas de la danza, músicos, consuetas, cómicos de menor responsabilidad y otras personas vinculadas al quehacer de las compañías.

También se dispusieron beneficios puramente caritativos —a hospitales, casas de beneficencia, cárceles, familias desamparadas de cómicos fallecidos, damnificados por desastres naturales o accidentales. En febrero de 1791 se publica: “Para el martes 8 del corriente, en beneficio del Alma del segundo gracioso, se representará la famosa comedia: El catalán Serrallonga. En el primer intermedio una pieza y en el segundo una tonadilla. La entrada será arbitraria”. Un ejemplo similar ocurrió el sábado 26 de noviembre de ese año, ante el fallecimiento de la actriz gaditana María del Carmen Barral cuando se dio una función “a beneficio del Alma de la primera Dama (que en paz descanse)”.

El 25 de abril de 1802 hubo un incendio en Extramuros de la ciudad. El 6 de junio, el gobernador Someruelos publica una dramática apelación donde expone que solo ha recaudado 3957 pesos para socorrer a 8371 damnificados y advierte que saldrá “de puerta en puerta, a pedir, desde 1/2 real hasta una onza de oro”. La compañía, entonces comandada por Francisco Covarrubias, dispuso inmediatamente una función a beneficio de los vecinos que habían perdido sus bienes.

Hubo beneficios “al servicio de la Patria”, en tiempos de guerra, como ocurrió durante la invasión napoleónica a España. El 30 de mayo de 1813 los primeros actores-cantantes del Principal habanero ofrecieron un concierto de música vocal sobre el que se anunciaba: “Todo el producto de esta función está dedicado para las urgencias de la madre-patria; por tanto la entrada será arbitraria de cuatro reales para arriba”.

Las funciones que favorecían a los primeros actores de la compañía se llevaban a cabo a mediados y al final de la temporada. El resto de los cómicos, bailarines y músicos trabajaban en esas noches absolutamente gratis.

Cuando un cómico mimado por el público ofrecía su beneficio, recibía, además de lo recaudado en taquilla, regalos de todo tipo. Hubo un tiempo en que se colocaba una bandeja en el vestíbulo del teatro, para que los admiradores echaran allí sus dádivas. En 1821 se desató una polémica; extraigo un párrafo de El Indicador Constitucional: “[…] Se publicó en días pasados el excelente reglamento para el gobierno de nuestro teatro, mas parece que a los señores de la comisión se les ha ocultado uno de los puntos más interesantes ¿Por qué las noches de beneficio se presentará el beneficiado a la puerta para ejercer el oficio de limosnero? ¿A qué será la entrada arbitraria? ¿A qué se pondrá tanto mirón al azafate que forman una custodia del dinero? ¿Por qué no se expenden las boletas de entrada? ¿Todo esto no compromete a los concurrentes a dar lo que acaso no tendrán voluntad? ¿En qué teatro sucede esto? Al menos puedo decir que en los pocos a que he concurrido en Europa no he visto un escándalo semejante. Si el agraciado desea propina de los santos de su devoción, preséntese en hora buena en sus casas con la luneta o con el palco y reciba allí la cantidad que percibiría en público, así el concurso es mayor, y así la clase menos posibilitada se verá libre de una gabela (llamémosle así) a que contribuyen unos con disgusto y por la que se privan otros de una diversión tan útil como provechosa […]”.

La investigadora Maya Ramos Smith nos informa sobre cómo se manifestaban en México y España las formas de ayuda a los cómicos:

“El éxito en las funciones de beneficio parece haber sido la única compensación de los artistas del Coliseo, pues no hay menciones de otro reconocimiento y mucho menos de alguna pensión o ayuda ofrecida al retirarse. En Madrid, aunque no hay comentarios sobre funciones de beneficio, los actores disfrutaban de otras prestaciones. La Cofradía de Nuestra Señora de la Novena admitía a cualquier actor con un mínimo de dos años en la profesión y al cumplir seis años se le garantizaba no solamente una pensión al retirarse sino ayuda a su familia. Contaban además con una pequeña cantidad que el Municipio les otorgaba al jubilarse, y anualmente se repartían algunas cantidades como premio y estímulo a los actores que más se habían distinguido. Existió también un Montepío para comediantes y la Cofradía poseía además el Hospital de Cómicos Para incrementar los fondos de la Cofradía, todos los artistas del reino donaban un porcentaje de su salario y los teatros concedían a la Virgen de la Novena un «partido» de primera dama”.

En Cuba tampoco existieron cofradías, montepíos ni regulación alguna que garantizaran la seguridad social de los cómicos. Comúnmente, los beneficios se programaban fuera del calendario regular, los lunes, miércoles, viernes y sábados: Los programas de estas funciones solían ser atractivos, con obras en las que el beneficiado pudiera mostrar su talento y habilidades. Con el decurso de los años, los actores se esmeraban en la organización —hoy diríamos producción— de sus propios beneficios.

La compañía francesa de Monsieur Lavalette también programó beneficios; en noviembre de 1801: “Suspensión de accionistas y abonados. El martes 3, a beneficio del Sr. Faucompré, primer galán, se dará la segunda representación de la ópera mágica en cuatro actos titulada La bella Arsena, acompañada de la música del Sr. Monsigny, y adornada de todo su espectáculo”. Lo que nos hace suponer que en Francia tampoco existían regulaciones para la protección de los cómicos. Ese mismo mes, la compañía criolla programa, “…a beneficio de los cantarines, la gran comedia heroica de Apostolo Zeno titulada Riquemero rey de Gocia…

El primer beneficio que se conoce de Francisco Covarrubias data del 17 de febrero de 1803, cuando “arregla” la comedia de Luis de Belmonte Bermúdez, en la que interpreta a Fray Antolín.

El 31 de enero de 1804 se ofrece el beneficio del director y primer actor Joseph Latorre, quien concluye el anuncio así: “Este es el corto obsequio que dedica/ a un público benigno y respetable/ un grato corazón, que fiel suplica/ lo haga con su asistencia más loable/ no el interés a tal acción se aplica/ impele su deber incomparable/ pues aprendió su voluntad ufana/ a imitar a los seres de La Habana”. El 10 de febrero de ese año, se ofreció un beneficio a Étienne-Sulpice Hallet, arquitecto francés autor de la reconstrucción del viejo Coliseo, ya teatro Principal.

Un beneficio de Covarrubias, en septiembre de 1810.

El 30 de enero de 1811, “a beneficio de la Casa de Recogidas, a cargo del Sr. Covarrubias se representará la comedia en un acto: Un loco hace ciento”; el 21 de febrero de ese año, se destaca el estreno cubano de El mejor alcalde, el Rey, de Lope, en el beneficio a María Sabatini.

En un beneficio de 1811, se estrena en Cuba El mejor alcalde el Rey

Otra crítica se debió a la frecuencia y número de las funciones a beneficio; reproduzco una chistosa carta dirigida al Capitán de llaves del Coliseo: “Mi amigo: estaba lastimado de la suerte que corría V. en servicio de los sujetos beneficiados, con el aumento que resulta en la entrada al teatro, en razón de la mayor concurrencia a él por los vecinos de los barrios de extramuros; y ya estaba preparado para dar al público un discurso contra los empresarios y actores, patentizando su falta de consideración hacia un individuo, que por esperar la conclusión de la comedia, pierde uniformes, montura y hasta el caballo”.

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