Creado en: noviembre 24, 2022 a las 09:28 am.

San Jorge, Almaguer y una Habana para sentirse bien

Trece piezas fotográficas sobre la Habana nos regaló, hace tres, años la reconocida fotógrafo Sonia Almaguer Darna y aquellos instantes no eran todo lo que esta profesional del lente tenía para decir de la ciudad. Luego de tres vueltas a la ceiba revisita la urbe y lo hace por la puerta ancha, de la mano del artemiseño Denys San Jorge Rodríguez y escogiendo como plaza para la exposición bipersonal el icónico Hotel Nacional de Cuba.

En el lobby-galería nos reciben las obras. Nos dan la bienvenida a toda la magia de la ciudad, atrapada por la sensibilidad de quienes captaron su grandeza y luego la deconstruyeron para volver a armarla en una suerte de diseño personal que, sin embargo, consigue establecer un diálogo eficaz con quien se asoma a cada pieza.

Esa Habana común y personal está en los detalles y en el conjunto, en una obra y en todas ellas. Se confabula con el degustante.

La Habana que me han dao, la Habana que te dejo. No molesta la confianza, el tuteo, la familiaridad con la que se nos aborda porque, en esta exposición, el diálogo se establece entre la ciudad y  todo el que se acerca. Como a un amigo más nos reciben los artistas y en la complicidad nos sugestionan a hacernos parte del conjunto. Quedamos atrapados por la Habana nuestra, descubierta en sus aproximaciones. Ante la multiplicidad de miradas con que emerge es imposible quedarse indiferente. 

Denys y Sonia sudaron cada pieza. Nada hay en ellas dejado al azar y se percibe el oficio en el manejo de una técnica  peligrosa y salvada siempre por la coherencia del discurso visual. La Habana surge inmensa. Vista en su desnudez, plural, diferente y a la vez la misma. Tuvieron el cuidado de no acallar su respiración y la dejaron viva con su gente en el malecón, sus autos antiguos, el pescador en su rito de lanzar los avíos, los estudiantes subiendo la escalinata, sus grafitis, sus murales.

Es una Habana sin maquillajes, vestida sin embargo a sus 503 años para irse de paseo porque no está en los cuadros ese lugar común de atmósfera marginal devenido cliché. Sitios imprescindibles de la otrora San Cristóbal nos hablan de la monumentalidad, de la belleza y de la historia.     

¿Cuáles son las intenciones de Denys  y Sonia? Lo ignoro. Percibo ángulos diversos, detalles reubicados para su realce, reiteraciones del símbolo e incluso cierto coqueteo con los píxeles, quizás aviso de que no existen límites en lo físico y cada espacio recreado es incluso más grande que sus dimensiones materiales.   

Lo moderno y lo antiguo se fusionan. También el día y la noche, el picado y el contrapicado. El oro y el azul destacan sobre una suerte de ensoñación que rinde culto a la figura.

Donde otras miradas pierden el rumbo, encuentran Denys y Sonia una poética visual que nos anima. Lugares conocidos provocan la sorpresa. Abundan las escaleras, la sensación de ir en ascenso y luego descender en una lógica casi surrealista. En las piezas están la cruz, la mampara, los balcones, la giralda y otros símbolos de la misma Habana. No dejan los artistas espacios para el cuestionamiento.

Quizás, solo por acotar, en La Habana que me han dao sobran los códigos QR, que nos presentan, mediante el uso de la tecnología, información innecesaria que nos puede distraer de lo que late en las paredes de la galería. No aportan nada estos artilugios cuando es más bella la edificación mirada a través de las lentes inquietas de San Jorge y Almaguer. Tampoco encuentro más idónea otra galería que el hotel emblemático de Cuba, el mayordomo serio de los monumentos citadinos.  Anfitrión y talentos de tal envergadura pueden darse el lujo de prescindir de esas formalidades.

Puede encontrarse el visitante con piezas como el Capitolio de la Habana, el edificio Bacardí, el Castillo de la Real Fuerza, la Universidad, el propio Hotel Nacional de Cuba  o el Saratoga en una especie de homenaje después de su pasado reciente de amarga celebridad.  

Todo eso y más es La Habana que me han dao, la Habana que te dejo. Hasta el mes de marzo podrá llegarse el visitante al recinto y guiñarle un ojo a la capital de todos los cubanos.  No puede hablarse de formatos porque los catorce inmuebles trascienden el lienzo. El artista de la plástica y la fotógrafo nos han dejado una Habana que bien vale la pena, porque con ella nos entregan también algo  personal, algo propio.  Confiesa quien escribe estas líneas no ser un entusiasta del collage. Quedo, a pesar de todo, preso del caos, de las costuras, del rehacer a partir de una pieza para dar vida a piezas nuevas. En el caso de esta exposición de Sonia Almaguer y Denys San Jorge no puede ser de otra manera. Es imposible resistirse a la belleza. Es imposible resistirse al talento. Es imposible resistirse a la Habana. 

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