Creado en: julio 10, 2024 a las 11:58 am.
Santiago vivió la efervescencia de su Fiesta
Por: Madeleine Sautié
Cuando la ciudad de Santiago de Cuba se abarrotó de su gente en la tarde del lunes, para presenciar el Desfile del Fuego, y luego asistir a la Quema del Diablo –entre los acordes finales de su icónico Festival del Caribe–, ya había vivido, por siete días consecutivos, un sueño que, entre otros rasgos identitarios, la define.
Después de tantos días de gozo, nadie quiso perderse ese momento mágico en que las llamas extinguen a Satanás, y con él todo lo ponzoñoso, de modo que nada pueda contrariar la celebración del próximo Festival del Caribe, un festejo que, ininterrumpidamente, desde su fundación, ha colmado la espiritualidad santiaguera.
Dedicada al estado brasileño de Bahía, la también llamada Fiesta del Fuego ha disfrutado de jornadas enriquecedoras, en medio de un arduo contexto económico en el que no faltaron los que apostaron por el desánimo, finalmente vencido por el esfuerzo mancomunado y el apoyo de autoridades e instituciones que conocen al dedillo el poder de la alegría colectiva, y el valor de las tradiciones.
Bien lo dejó dicho Orlando Vergés, director de la Casa del Caribe, encargado de dejar inaugurado el evento, en el Complejo Cultural Heredia: «Nadie ha venido al Festival a mirarnos con rareza, al contrario, recojo los testimonios de solidaridad que nos motivan a organizarlo mejor», a la vez que reconocía, en la ocasión, que el carácter hospitalario de Santiago está en los genes de su gente.
Las actuaciones del Ballet Folclórico Cutumba, el Ballet Folclórico de Oriente, y el Ballet Folclórico Kokoyé; la solista Zulema Iglesias; el Cabildo Reginfo, el Septeto Moneda Nacional, JJ Son, y el Grupo de Bahía, perteneciente a la Escuela de Olodum, entre otras agrupaciones, fueron las encargadas de dejar en el aire la música que dio inicio a la Fiesta.
Muchos resultaron los puntos luminosos del Festival, con presencia de unos 16 países. Inolvidable resultó el esperado Desfile de la Serpiente, desbordamiento popular con que arranca en sus calles la celebración, si bien la inauguración oficial, días antes, era ya un hecho.
Luciendo sus particulares atuendos, desfilaron, en un todo mezclado, delegaciones extranjeras junto a nuestros grupos portadores de tradiciones, vertiendo en la procesión su caudal de identidad.
Galas artísticas ubicadas a un costado del Parque Céspedes, espacios de reflexión, cerca de 20 exposiciones de artes plásticas –entre muchos otros– constituyen los momentos más significativos. Destacan, además, la exposición personal Notas del Tiempo, del maestro Alberto Lescay Merencio, ubicada en la Casa del Caribe; y la de René Noa García, titulada Ilumíname, madre, y desplegada en la galería René Valdés, del Sistema Caguayo.
En las horas finales, los organizadores de la festividad, como muestra de que está en pie la convocatoria a seguir apostando por la cultura, harían entrega de la Mpaka a representantes de Curazao, a quien se dedicará el próximo festival. Tras arrollar con una de las congas del carnaval santiaguero, momento culminante de la fiesta, la ciudad dormirá complacida. Después, al trabajo creador, sin el que no es posible repensar la fiesta.