Creado en: febrero 3, 2021 a las 08:40 am.

Seres fantásticos de humanas analogías

Luna, de Ediciones Mecenas, es un nuevo libro de la escritora Hecmay Cordero Novo, responsable también del volumen El álbum de mi familia, publicado por el mismo sello cienfueguero e igualmente acreedor del Premio Literario Fundación Fernandina de Jagua. En el caso que nos ocupa el lauro corresponde al año 2016, si bien es ahora en 2021 cuando la casa librera local lo publica.

Sobre El álbum de mi familia escribí el 4 de febrero de 2013 en el periódico Granma, que abordaba lo fantástico desde una cuerda familiar e íntima, a partir de su asunción del género desde un prisma más íntimo, local, delicado.

Tanto el anterior como el presente texto ponderan el valor supremo de la familia, proyección hacia la cual cierta crítica internacional mira con ojerizas en los actuales tiempos, lo mismo en la literatura que en las artes audiovisuales, pero que narradora y periodista continúa defendiendo.

En Luna su autora se supera, al entregar un material donde combina la alta y la baja fantasía, con uso predominante de la primera, dentro de un relato cuyo objetivo principal, alcanzar el interés del lector infanto-juvenil (destinatario básico, aunque no el único), se cumple, pero en el que además apunta al establecimiento de lúcidos correlatos con el universo actual, tan poco y tan fantástico, de los seres humanos.

Los humanos no son, de cierto, los protagonistas de Luna, si bien los seres mágicos que habitan en la comunidad de Trálisis y el bosque circundante (la familia de hombres lobos a la cual pertenece la singular niña que da nombre al libro, brujas, hadas, ogros, dragones, faunos, ninfas, nigromantes…) comparten tanto ciertas brújulas éticas y morales como el deseo de vivir en paz al lado de su familia.

La paz se fomenta, sea el caso de Trálisis u otro, al calor de la armonía en la convivencia, el respeto a semejantes y diferentes, las buenas acciones y la solidaridad. Tal orden genera esa empatía proclive a derivar en un grado mayor de la amistad, semejante al registrado entre la voz narrativa y la niña loba, cuya identificación da lugar a párrafos tan bellos como el siguiente: “Aquella noche corrí por el bosque sobre el lomo de Luna, su pelo era blando y la velocidad que alcanzaba, increíble. Detrás de nosotros se extendía una estela plateada con las fosforescencias que se desprendían de la yerba y las flores. Algunas hadas de la noche jugaron a perseguirnos mientras saltamos entre los faunos dormidos y las rocas del río. En medio de la carrera sentí que Luna y yo éramos un solo ser”.

Mas, lo mismo en una aldea o un bosque mágicos similares a los evocados en el libro que en el mundo en el cual vivimos, el halo níveo de la paz puede quedar desecho entre los rescoldos del odio. Las flamas de las rivalidades resultan capaces de perjudicar proyectos muy hermosos, deseos colectivos que se lastimarían cual resultado de incordios sustentados en una herencia mental de incomprensión y rechazo.

El pacto de paz -el anhelo de vivir de ese modo;  es decir la principal preocupación de los habitantes de Trálisis-, se elude cuando las brujas lanzan su fuego contra las hadas, en cuanto Luna describe cual “la última batalla del bosque”.

Texto orlado de parábolas sobre el relieve de la sana convivencia y el significado de practicar el bien en cualquier circunstancia, el lector infantil y juvenil lo agradecerá además por su amenidad, las vívidas descripciones de ese cosmos fantástico configurado por la narradora y el carácter entrañable de varios de sus personajes.

El viaje final de los cuatro lobos, en busca de otro sitio donde vivir tranquilos y juntos, remarca el postulado autoral profamilia de Hecmay.

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