Creado en: marzo 16, 2021 a las 07:55 am.

Un abrazo artemiseño para la Reina

La cultura cubana está sembrada de figuras simbólicas. De esas que llevan en sí  la esencia de aquello que defienden o defendieron durante su vida. Nadie puede erigirse embajada de nuestro arte si no está fidelizado por el pueblo que es quien consagra. Intentar el derrumbe de esas columnas es un acto baldío porque se trata de las simientes de lo que somos, del reinado de lo que nos identifica.

La reverencia es hoy para una reina. Una mujer que no vistió corona sino penacho. Una dama que conquistó con las armas certeras de su sonrisa y su voz, el corazón de muchos. Celebrar a Celina González es celebrar la cubanía. Es ir a la raíz de un pueblo y beber de su sabia. La recordamos con la bata abierta, saludando a los suyos en los coros. Impulsando con su decir montuno la cultura que salva.

No hubo que definirla. Ella misma  sentenció que era el punto cubano  y habló de su esencia mambisa. Defendió con la música a su Patria con la misma vehemencia que su fe en los santos que coronaron su cabeza. Nos demostró que la belleza no precisa maquillajes ni sofisticaciones. Nos hizo degustar en el café mucho más que un brebaje y develó para nosotros una grandeza que solo habita en lo natural.

Celina estaba enamorada de su tierra y de su arte. Los grandes de su tiempo la supieron así, entre emociones. La vieron posarse con gestos de tocororo sobre la décima, la guajira, el punto, el son montuno, cerrar los ojos en la interpretación de un tema como si remontara la sábana y se le uniera el monte todo para corear el estribillo. 

En Artemisa otros siguen sus pasos. La música del campo echó raíces firmes y  los bandos azul y rojo se fundieron en listas y triángulos como enseñó Celina. Llega la reina a nuestras plazas en la voz de Olga Lidia Posada, la muñequita que canta. La evocamos junto a Valiente, en los arpegios del maestro Erdwin Vichot. En  la mirada joven de Renito Fuentes y en un Gilberto Morales, Guambín que ya no está porque se fue tras ella a amenizar otro guateque.

Celina triunfó en Colombia, su patria segunda. Fue la cubana que más perpetuó el género en el vinilo y lo paseó con gracia por las calles de Europa. Muchos artemiseños se han soñado Reutilios para  abrazarla. Algunos lo han logrado. Perpetuando su pasión por este campo reivindicado en luchas, Celina nos visita de vez en cuando. No es tan difícil. Ni siquiera es necesaria la asistencia de aquel Changó  al que le dedicara versos y vigilias. Porque Celina pertenece a esta mundo. A la tierra de sus amores.

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