Creado en: mayo 20, 2022 a las 02:33 pm.

Pensando en la República

El 20 de mayo de 1902 posee una fuerte alegoría por suceder un día después del séptimo aniversario de la caída en combate de José Martí

Por Mayra San Miguel Aguilar

El caudal simbólico republicano de Cuba inicia con una nueva fecha que marca la ruptura con los atributos del pasado colonial. Se trataba de modelar una conciencia republicana inédita. Para ello omitieron acontecimientos enraizados en el imaginario cubano independentista como el 10 de octubre, inicio de la gesta de Carlos Manuel de Céspedes; el 10 de abril, nacimiento de la República de Cuba en Armas que en los campos de Cuba Libre inauguró la tradición republicana para los cubanos. A modo de continuidad histórica, Martí toma esa fecha para la fundación del Partido Revolucionario Cubano en 1892, organismo político de unidad y organización para la guerra independentista y de solidaridad con el pueblo de Puerto Rico. Otra fecha descartada fue el 24 de febrero, reinicio de la lucha contra España, acontecimiento avalado por el proyecto político social martiano: “con todos y para el bien de todos”.

Al menos, la continuidad simbólica sostenida durante los 30 años de lucha por la independencia queda virtualmente desechada para la inauguración de la República de Cuba, en el nuevo siglo. No obstante, la fecha escogida del 20 de mayo de 1902 posee una fuerte alegoría por suceder un día después del séptimo aniversario de la caída en combate de José Martí. ¿Acaso presupone que el proyecto martiano tendría la concreción que se esperaba? ¿Para la fecha fueron consultados los cubanos de la época? Muchas lecturas se desprenden de tal decisión.

Remontémonos al Destino Manifiesto, a la intervención de los Estados Unidos en la guerra hispano-cubana, al modo en que intervino. No olvidemos su visible prepotencia conquistadora, que dejó perplejos a oficiales mambises de la talla del mayor general y lugarteniente general Calixto García Iñiguez, al percatarse que el país del Norte solo utilizó al Ejército Libertador para sus fines. Estados Unidos, lejos de reconocer la República en Armas, mancilló a los mambises hasta implantar la imagen y la opinión de que los cubanos eran incapaces de gobernarse, argumentos esgrimidos para dilatar la ocupación militar en la Isla, americanizarla y sentar las bases de su dominación.

Para los cubanos era injustificable la presencia estadounidense, se percibía como un peligro para la verdadera independencia. El disgusto por tan extraña situación no permitió el disfrute de la victoria sobre España. Si bien el gobierno interventor desmanteló de órganos representativos al pueblo, fracasó en su intento de anexar la Isla a EE. UU., entre otras razones no pudieron obviar lo que era un hecho:

Cantando al unísono himnos patrióticos, desfilando con banderas, vistiendo los colores nacionales, rindiendo homenaje a los caídos en las batallas por la independencia, festejando los días de la Patria, los cubanos rechazaron la presencia militar extranjera a la par que exhibieron públicamente su condición de “ciudadanos” de una futura república independiente.

En el afán de perpetuar su hegemonía, el gobierno estadounidense emprendió un camino ignoto, ensayando nuevos mecanismos de dominación. Si bien se hizo inexorable el surgimiento del Estado nacional, entre telones se tejió la urdimbre de la dependencia. La Constitución cubana nació con la imposición de la Enmienda Platt, instrumento jurídico político que entronizaba el neocolonialismo.

El 19 de mayo de 1902, en vísperas de la fecha, en toda la nación se rindió solemne homenaje a José Martí, para dar paso, el 20 de mayo, a la gran festividad por la instauración de la República. Los actos en que se arrió la bandera estadounidense, se izó la enseña cubana y se traspasaron los poderes, constituyeron eventos de gran júbilo, alegría y emoción. La expresión del Generalísimo “Creo que hemos llegado”, caló hondo en los independentistas. En particular, para los que lucharon tres décadas contra el colonialismo español y veían partir a las tropas estadounidenses del suelo patrio, no podían describir el momento sino como sublime. El sueño republicano empezaba a concretarse en la práctica de aquella nación que se unía al concierto de las naciones soberanas.

Por otro lado, se producía la modernización de la sociedad de manos de los Estados Unidos. Pero no pocos veían incierto el rumbo de la República, conscientes de las limitaciones con las que emergió. Muy pronto aquellos temores fueron certezas, la dependencia se consumaba, mientras la política se convirtió en medio de ascenso social, el caudillismo, el clientelismo, la corrupción político administrativa, entre otros males de la colonia que pervivieron en la República mostraban que no era la imaginada por tantos, mucho menos por Martí. “No es casual que la musa popular expresara su desencanto en frases como “esto no fue lo que soñó Martí” o “Martí no debió de morir”.

La República nacida con el siglo XX fue un proyecto neocolonial divorciado de las aspiraciones motivadoras de los hombres del 68 y el 95, particularmente las planteadas por Martí, quien pensó en una democracia “[…] con todos y para el bien de todos”. Tal coyuntura impactó de manera negativa en el ámbito nacional. En el imaginario popular sobre la República, el desconcierto y la frustración fueron reacciones naturales, en particular, para las generaciones que hicieron y/o vivieron la guerra, con la esperanza de que con la paz sobrevendría el progreso y el bienestar general.

Aquella república que se instauró el 20 de mayo, “- que podría verse como un afán de ratificar políticamente la pérdida de José Martí- no representó un triunfo total de las fuerzas antimartianas”, todo lo contrario, mostraron la claridad y consistencia de su pensamiento político, el que redescubierto sirvió de acicate a los combates por reivindicar la república digna, inclusiva y democrática que pensó el Apóstol tras la independencia y que, sin lugar a duda, hoy perfeccionamos.

La República constituye una etapa de nuestra historia, como se reconoce, con sus sombras y luces, a la que siempre deberíamos aproximarnos “[…] no para envolverlo(a) en una aureola de luz intensa que nos deslumbre, sino para escudriñarlo(a) sin pasión y arrancarle sin temor sus enseñanzas”. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *