Creado en: febrero 6, 2021 a las 07:10 am.

El rey de la mandolina en Yaguajay

Pedro Navarro Ramos toca la mandolina como nadie en predios espirituanos. / Foto tomada de Escambray digital

La mandolina puso una perpetua melodía en el corazón de Pedro Navarro Ramos, cuando apenas rebasaba su primera década de vida. Entre sus venas le había nacido el instinto musical heredado de sus ascendentes, casi todos autodidactas, como él.

Para este hombre de más de ocho décadas de vida, “acariciar” las cuerdas del instrumento- casi extinto- es un elíxir que rejuvenece su alma de juglar empedernido. Por ello saca de las entrañas de su amuleto de por vida, la más sublime música.

– ¿Cómo recuerda sus pininos musicales?

“Yo desciendo de una familia de músicos empíricos, menos uno que sí era teórico: mi tío Gabriel Navarro. Tremendo músico. Era violinista, pero además tocaba la guitarra y la mandolina. Él hizo una mandolina, y con ella aprendí a tocar. Él formaba parte de un conjunto musical que amenizaban bailes y fiestas. Me crie en ese ambiente.”

“La primera incursión en la música la hice con un tres. Aprendí a tocarlo con la mano siniestra, porque soy zurdo. También aprendí a tocar el laúd. Luego mi papá me compró una guitarra, pero, ¡qué va!, la mandolina me había hechizado”.

– ¿Qué le cautivó de la mandolina?

“No sé… Creo que es porque tiene un tono más brillante, una sonoridad distinta”.

Desde que sus manos aprendieron a deslizarse con maestría por el cuerpo de la mandolina, no ha logrado archivar su historia melódica.

 “En los festivales de aficionados del Ministerio del Interior tocaba la mandolina y a la gente le gustaba. Nunca he podido abandonarla. Cuando se deterioró la que hizo mi tío Gabriel y que usé por muchos años, entonces me compré otra, porque el tiempo hace de las suyas”, dice mientras sonríe y sus manos se alistan para seguir con el repertorio.

Le he escuchado en varios escenarios, y casi siempre incluye en sus presentaciones la canción Camino verde. ¿Alguna razón especial?

“Esa era una de las canciones favoritas de Camilo Cienfuegos. Yo lo conocí siendo muy joven. En una oportunidad quiso que le pidiera a mi tío su guitarra para tocarla en casa de Tomasito Álvarez, el papá de Rosalba, la novia de Camilo, de aquí de Yaguajay”.

“Siempre me quedé con eso por dentro, de que no pude tocar para Camilo ese tema tan popular que firma Carmelo Larrea”.

Pedro Navarro Ramos, con la mandolina en su regazo, pasa en sus recuerdos por aquel “camino verde” del norte espirituano, donde quedó sempiterna la impronta del Hombre del Sombrero Alón. Entonces sus manos se entregan a las cuerdas de su mandolina para regalar acordes como La Bayamesa, que tampoco falta en sus presentaciones.

– ¿Qué otras canciones brotan de su mandolina?

“Yo tengo un repertorio tanto de música cubana como foránea: paso doble, vals, baladas, habaneras, criolla, música italiana. Me encantan los clásicos italianos”.

En un pequeño auditorio, en el que cuenta también su historia como dirigente de la Juventud Socialista, como colaborador con la guerrilla de Félix Torres, y luego de aquellos días en que vio nacer el Ministerio del Interior, Pedro y su mandolina invitan a disfrutar de La Lupe, esa obra de Juan Almeida que tanto le gusta. Y cuando llega la última nota musical, una sonrisa revela que algo da vueltas en sus recuerdos. Entonces llega la historia de cuando Pancho Amat quedó sorprendido ante su virtuosismo.

“Cuando pasó el huracán Irma y destrozó Yaguajay, Pancho Amat vino aquí y me escuchó tocar. Luego me dijo que era el primer mandolinista que había visto en Cuba, y me elogió. Dijo que mi mandolina no tenía comparación”, recuerda con orgullo el octogenario.

Pedro Navarro Ramos ha hecho con su mandolina un dueto inseparable. Como siempre dice es su “novia musical”, el “amor de toda la vida”; y mientras la observa con pasión y la acaricia con el mayor cariño posible sentencia: “mientras yo pueda, y mis manos me lo permitan, seguiré con la mandolina a cuestas”.  

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