Creado en: noviembre 4, 2020 a las 12:46 pm.

Fara Madrigal: Volverás a pararte si tomaste Tentempié

La versatilidad marca la trayectoria escénica de la actriz Fara Madrigal (Sancti Spíritus, 1957).  Desde la ciudad de Matanzas, a la que arribó en 1981, recién graduada en el Instituto Superior de Arte (actual Universidad de las Artes), ha aprovechado las posibilidades expresivas de múltiples espacios. Lo demuestra el hecho de haber sido actriz de El Mirón Cubano y Teatro de Las Estaciones, del Grupo Dramático de Radio 26 y de varios programas de TV Yumurí, en tanto ha emprendido múltiples proyectos comunitarios.

Esta pluralidad de su quehacer se percibe igualmente en Teatro Tentempié, colectivo que encabeza en la actualidad y que fundó junto al destacado dramaturgo y director Jesús del Castillo (1948-2019), con quien compartiera su vida y cada uno de sus empeños creativos hasta su lamentable fallecimiento. 

En varias ocasiones, laureada en el Caricato y en los festivales de teatro de Camagüey y en el de pequeño formato de Santa Clara, Fara Madrigal ha recibido también los premios honoríficos Omar Valdés y Brene, de la Uneac nacional y de su Comité Provincial en Matanzas, así como el Sello de Laureado, concedido por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, y la distinción Tricentenario de la Ciudad de Matanzas, localidad que la nombró Hija Ilustre.

¿Puedes hablarme de tu familia? ¿Había en la misma algún tipo de antecedente, digamos que artístico, que guiara tu futura vocación?

Desde que tengo memoria actúo y esto se relaciona con el ambiente en el que me crié, en la ciudad de Sancti Spíritus. Mi abuelo materno fue historiador y fotógrafo, fundó dos periódicos en Placetas a principios del siglo pasado; mi abuelo paterno pintaba. Mi abuela paterna hacía tejidos de guano y mi abuela materna era farandulera, ja ja ja. Mi padre cantaba con sus dos hermanas y aprendió a tocar la guitarra; fue el cantante fundador de la Orquesta Montecasino, de Sancti Spíritus, y fundó otras agrupaciones, además de trabajar en muchas más. No tiene nada de extraño que, en medio de todos esos seres tan especiales, tan artistas, me hiciese aficionada a cantar, actuar, bailar, pintar… Yo me las arreglaba para estar en todo, me apoyaron sin llevarme de la mano.

¿Cómo es que llegas exactamente a formar parte del primer curso del ISA?

Estudiaba en un pre en el campo, en Pojabo, en Sancti Spíritus, a donde fueron a hacer una captación. Yo, por supuesto, me presenté. Debía realizar varias improvisaciones. Quienes evaluaban eran tres personas, entre las que se hallaba la gran actriz Miriam Learra. Nunca recibí el telegrama de aprobado, pero me fui a lo que sería el ISA, totalmente desesperada, y dije: «Aquí estoy y lo único que quiero en mi vida es ser actriz». Y allí me quedé. ¡ME GRADUÉ CON 5 EN ACTUACIÓN Y FUI FELIZ!

Ya en el ISA, ¿cómo te fue?

Llegar al ISA fue un sueño hecho realidad, el lugar era bello por la naturaleza y las edificaciones. Por otra parte, descubrir La Habana con sus teatros, cines, museos, el malecón… Es algo INOLVIDABLE. Mis compañeros pienso que también descubrían una nueva vida, los recuerdo con mucho cariño; mis profesores… a todos llegué a quererlos hasta adorarlos.

Fue una época muy linda, ninguno éramos estrellas, queríamos ser actores y nos preparamos intensamente con magníficos profesores que, desde sus múltiples perspectivas, nos proporcionaron una formación muy rica, muy plural. Fíjate que, entre muchos otros, nos dieron clases especialistas soviéticos, nos dieron clases Mario Balmaseda, quien había estudiado en Alemania, y Flora Lauten, marcada por las experiencias de Teatro Escambray, de Cubana de Acero y del colombiano Santiago García.

Y cuando tocó el momento final, cuando ya se hablaba de una obra soviética como ejercicio de graduación, salió Graciella Pogolotti, si mal no recuerdo la decana del ISA en ese entonces, y dijo que cómo era eso, que qué va, que debíamos hacerlo todo desde lo cubano, desde una óptica totalmente nuestra y con la obra de uno de nuestros autores. Entonces escogimos La emboscada, de Roberto Orihuela, cuya puesta por Teatro Escambray había resultado muy exitosa.

Concluido el ISA llegas a Matanzas…

Arribé a esta ciudad en septiembre de 1981 e inmediatamente me incorporé al elenco del espectáculo Mujeres y mujeres, que era lo que se estaba haciendo en el Conjunto Dramático de Matanzas; sustituí a Sara Miyares, que se fue a Teatro Papalote. Luego estrené La Emboscada con mis otros compañeros. Y cuando digo «mis otros compañeros» me refiero a todos los de mi graduación. Vinimos los trece. Queríamos que no nos desperdigaran por los territorios de donde éramos, queríamos seguir unidos, y conseguimos que nos trajeran para fortalecer al Dramático, que se había desarticulado aunque aún contaba con figuras como Miriam Zulueta, Miriam Muñoz, José Ramón Rodríguez, Leticia Martínez…  

Realmente llegamos con muchos deseos de hacer, así nos insertamos en festivales, talleres y en numerosos eventos y proyectos… Como el Dramático no tenía sede, a pesar de que llevaba varias décadas de fundado, luchamos por lograrla y nos dieron el antiguo Centro Detallista, un local que pertenecía a la Brigada Hermanos Saíz por esa época. En 1984, tras una restauración, inauguramos la sala, le pusimos Milanés. Por otro lado, rebautizamos al grupo, que comenzó a llamarse El Mirón Cubano.

Nos concentramos en un acercamiento crítico a la sociedad. Tratamos de hacerlo desde un teatro cubano y latinoamericano. En ese sentido pueden verse nuestros montajes de Los novios, Cordelia de pueblo en pueblo, La agonía del difunto, Caliente caliente que te quemas… Enfrentamos no pocas adversidades.

Una que nos desestabilizó bastante fue el problema con la dirección general. Flora Lauten quería trabajar con nosotros, lo que hubiera sido lo ideal, pero no se dieron determinadas condiciones y no vino. Tuvimos como director, por muy breve tiempo, a Armando Crespo, quien no era del grupo del ISA, sino graduado en la Unión Soviética. A él le siguieron Nancy Gonazález y Pedro Vera, al que llamaron de Unión de Reyes, donde ya había fundado Teatro D’Sur, por entonces un colectivo aficionado. A ellos, y en medio de un desmembramiento del grupo, al comenzar a irse algunos de los integrantes (la mayoría para La Habana), les siguió Albio Paz, el cual, marcado por su experiencia en Antillana de Acero, tomó un rumbo teatral muy distinto, que apartó de la sala a El Mirón Cubano y lo empujó hacia la calle.

Quisiera me precisaras un detalle práctico. Tú, que eres de Sancti Spíritus, y los demás del grupo del ISA que tampoco residían en Matanzas, ¿dónde vivieron cuando llegaron a esta ciudad?

Me garantizaban la estancia en el hotel Yara, el cual, hoy inexistente, estaba frente al Policlínico de Contreras. A los hombres, que eran varios, los ubicaron en un albergue, en la calle Manzano, entre Ayuntamiento y Jovellanos. Supongo que a mí me pusieron en el hotel porque entre los graduados yo era la única mujer no residente en Matanzas. Mercedes Fernández y Nancy González, las otras dos, sí vivían en la ciudad, con sus parejas: respectivamente, Francisco Rodríguez (Pancho) y Armando Tomey, ambos graduados de nuestro grupo del ISA.

En el Yara me pasó algo trascendental. En el lobby, donde solía sentarme en el tiempo libre, conocí a Jesús del Castillo. Él, Ingeniero Electricista, trabajaba enfrente, en la Empresa de Servicios Técnicos Frente, e iba al Yara a tomar café. Me impresionó su visión optimista de la vida, su persistencia y la cultura inmensa que tenía. Me enamoré de él. Andábamos juntos por todos los lados. Iba a todas mis presentaciones. En 1983 nos casamos, desde entonces compartimos nuestras vidas y cada uno de nuestros proyectos.

De pronto dejaste El Mirón Cubano para hacer radio, en la emisora provincial…

En abril de 1991 me trasladé para Radio 26. Era algo que tenía ganas de hacer, de explorar. Pero no ocurría como ahora, que cuentas con determinadas facilidades legales para estar, laboralmente, en un lado y en el otro. Así que para dar ese paso tenía que dejar el teatro. Por otra parte, los nuevos rumbos de El Mirón Cubano tampoco me resultaban atractivos.  Entonces ¡me fui! Y creo que hice bien. Conocí un medio maravilloso en muchos sentidos, desde lo que realizaba en el Grupo Dramático de Radio 26 hasta la locución, y todo lo que aprendí en la fonoteca, en el trabajo en vivo desde el Control Maestro.

Confieso que ya en el ISA me había llamado la atención ese medio. Hasta incursioné en una radio base que funcionaba allí. La experiencia de Radio 26 resultó esencial para mí.

Entré cuando se preparaba una novela sobre la Ciénaga de Zapata, se necesitaban voces femeninas y les gustó la mía. Aquello fue una escuela, pero en un inicio necesité poner bastante de mi parte. Tenías que hacer mucho banco antes de salir al aire. Hacer banco era estar sentada mirando cómo se realizaban las cosas allí, con las características tan particulares de la actuación en la radio. Yo, que si algo he tenido de sobra es paciencia, miraba, oía, me fijaba con cuidado en los detalles técnicos señalados en los guiones, que antes eran tan completos, y preguntaba, no dejaba de preguntar ni de anotar en una libretica que siempre llevaba.

Luego te enrolaste en Teatro de Las Estaciones…

En septiembre del 95 comienzo con Rubén Darío, Zenén Calero y Freddy Maragoto, hicimos Un gato con botas y para el programa de mano ya teníamos el nombre: TEATRO DE LAS ESTACIONES. Trabajamos mucho, mucho, mucho. Rubén, Zenén y Freddy trabajaban en Papalote mientras yo continuaba en Radio 26, a la vez que hacía ya la peña de la payasita Maravilla y una puesta unipersonal titiritera, con la que trataba de buscar un espacio para Jesús y su dramaturgia, porque Chuchy y yo empezamos a compartir la pasión por los títeres. Otro sueño en común.

Las Estaciones no contaba con sede. Solo después de muchas giras nacionales e internacionales, de muchos reconocimientos y premios, de muy buen trabajo, de grandes sacrificios, fue que llegó la Sala Pepe Camejo. Ya habían pasado creo que casi diez años o más de andar de una estación a otra. Fue una etapa de búsqueda, entrega, estudio, maduración, triunfos; se solidificó una estética, una manera de hacer. Se creó una escuela.

Hubo un momento en que se me presentó de nuevo la disyuntiva de tener que estar en un lado o en el otro. En 1999, Teatro de Las Estaciones propondría una obra protagonizada por Pelusín del Monte en una gira por el país, con la que se pretendía reafirmar su condición de Títere Nacional. Como la gira era larga: duraba un mes y, ya te dije antes, eran otros tiempos, me vi en la obligación de dejar la Radio para cumplir con el compromiso de llevar a Pelusín a lo largo de Cuba. Al final, otra vez, creo que hice lo correcto.

Hay, obviamente, algo que no puede dejar de mencionarse en tu caso: la relación con el importante dramaturgo y director Jesús del Castillo, con el que, como dijiste, además de fundar una existencia juntos llevaste adelante numerosos proyectos artísticos, en especial Teatro Tentempié…

En 1994 se realizó en Matanzas la primera edición del Taller Internacional de Teatro de Títeres, donde Jesús y yo participamos. Todo fue muy interesante. Vinieron numerosas personalidades de las artes escénicas, en especial del mundo titiritero. Se impartieron talleres de diversas temáticas relacionadas con las figuras. Recuerdo particularmente el de Freddy Artiles sobre dramaturgia, puesto que a partir de los ejercicios que hicimos allí estrenaríamos, posteriormente, esa puesta unipersonal de la que te hablaba antes, el espectáculo Maravilla contín contando. Con la asesoría de René Fernández, la montamos Chuchy y yo, y para la misma hicimos nuestros primeros títeres.

La estrené en Papalote y luego la presenté muchas veces, en escuelas y en otros espacios. Por otro lado, de ahí salió la payasita Maravilla, con la que, además de concebir una peña, comencé a participar en los festivales Cantándole al sol, dirigidos por René Quirós.

Ese año 1994 marca, por tanto, el nacimiento de nuestro proyecto teatral. Un proyecto de vida artística. A partir de entonces Chuchy y yo continuamos trabajando juntos, desde donde podíamos y haciendo varias cosas a la vez. En el caso de Chuchy, en los primeros tiempos se vinculó, paralelamente, a Las Estaciones, y colaboró en La niña que riega la albahaca, Lo que le pasó a Liborio, El Guiñol de los matamoros y en las peñas de Las Maravillas.

En el 2000, en el Museo Farmacéutico, Chuchy estrena con nuestro proyecto su obra El Burro Caturro Perimpimplujo y decide el nombre con el que nos quedaríamos: Teatro Tentempié. Además de tantas historias y personajes que nos dejó como dramaturgo, lo que encierra ese nombre es otro de los legados de Chuchy, esa fe, esa fuerza, esa persistencia en la vida… Esa convicción de que no importa si estás pegado al suelo. «VOLVERÁS A PARARTE SI TOMASTE TENTEMPIÉ», como dice Jarabe de Tentempié, una de las canciones que forman parte de nuestros espectáculos. «Con sueños en la cabeza y lo pesado en los pies, tú volverás a pararte si tomaste Tentempié».

Ya en esa época, hacíamos en TVYumurí los programas infantiles Soy feliz y Barquito de papel, que desde 2002 se transmitió asimismo por el canal nacional Cubavisión, alcanzando premios de la Televisión Cubana y otros como los concedidos por la Organización de Pioneros José Martí (Los Zapaticos de Rosa) y por la Unicef de Cuba y de España.

Tentempié, por el camino, había ido abriéndose, aprovechando todas las posibilidades expresivas, desde la pequeña pantalla hasta las convencionales tablas y muy disímiles espacios públicos y comunitarios. Fue una etapa muy intensa, todo lo hacíamos en la casa y debatimos sus trabajos buscando siempre la perfección, debatíamos y debatíamos. Así, por el camino, Jesús se convirtió en director, guionista, diseñador hacedor de títeres y utilerías, y todo esto sin dejar de escribir teatro para niños y para adultos. Yo solía buscarle concursos para que participara, le decía que así era como se conocería su obra. Recuerda que es ingeniero y que hizo una carrera meteórica, como dramaturgo; para muchos resulta increíble su Premio Casa de Las Américas, a los dos años de estar escribiendo como aficionado, trabajando aún como ingeniero. Es que él estudiaba MUCHO, persistía.

La televisión ha contribuido mucho a la visibilidad del proyecto Teatro Tentempié…

Es, no hay dudas, un medio de comunicación de gran impacto. Y lo que significa yo lo he vivido muy especialmente, en lo personal, con la payasita Maravilla. Desde que en 1999 se presentó en la televisión me ha dado grandes sorpresas, alegrías, al permitirme acercar sistemáticamente a varias generaciones de niñas y niños; luego, recibir su cariño desde sus cartas o cuando me ven en alguna parte es algo que no tiene comparación. Ahora bien, quisiera destacar que gracias a nuestro trabajo en la pequeña pantalla logramos que actores de muchos grupos teatrales también estuvieran ahí. Y hay que hablar de algo más. Me refiero al Encuentro de Realizadores Barquito de Papel, que, dedicado a reflexionar sobre la concepción de los programas televisivos para niñas y niños, se desarrolla en Matanzas desde 2009, auspiciado por Tentempié y por la Uneac en este territorio.  

La Uneac yumurina te acaba de entregar el Premio Brene por la obra de la vida…

Es el reconocimiento al resultado de un largo proceso de trabajo, al que están asociadas muchas personas, demasiadas para mencionarlas a todas pero sin las cuales no hubiera llegado a donde estoy, a ellas, a mi familia, a esos amigos anónimos que siempre nos dan una mano y, por supuesto, a Jesús del Castillo, Chuchy, mis infinitos agradecimientos.

Junto al Museo Farmacéutico, la Uneac fue la primera que nos dio un espacio: desde ahí Tentempié se pudo proyectar para el público de teatro, llegar a la comunidad, hacer talleres, exposiciones… Es algo que no podemos olvidar.

Por otra parte, debo decir que presidí la filial de Artes Escénicas de la Uneac matancera del 2009 al 2014, periodo en el que precisamente se concibió la propuesta, que yo misma fundamenté, y se aprobó, la creación del Premio Brene. Así que recibirlo tiene para mí una fuerte carga simbólica.

En estos tiempos de coronavirus, y a pesar de la gran ausencia física de Chuchy, has logrado sobreponerte y desarrollar múltiples iniciativas desde el proyecto Tentempié…

En estos tiempos difíciles a nivel mundial yo cargo, como adviertes, con algo más: la ausencia física de Jesús, que pesa tanto… ¿Qué hubiéramos hecho juntos? En eso pienso y sé que él no se habría detenido. Trabajo, trabajo y trabajo. Sigo llena de sueños a pesar de todo, pero qué difícil.

Tentempié ha seguido en TVYumurí, donde tenemos el espacio La casita de Maravillas, en la revista Aquí a las 12. Este espacio lo comencé a hacer en medio de las restricciones por la pandemia, un amigo que vive en España me pidió que le hiciera algo para una página digital, y yo no le hice caso en un primer momento, pero luego me dije: si Chuchy estuviera ahora mismo ya tendría los muñecos con nasobucos. Me entró una cosa por dentro y así di comienzo a La casita de Maravillas. Cuando la puse en las redes, Laritza, la directora de Aquí a las 12, me dijo que le había gustado y me pidió que colaborara con ella. Así empezó todo.

Algo muy importante es la Galería Tentempié Jesús del Castillo, que acabamos de inaugurar en la Oficina del Conservador de la Ciudad de Matanzas. Allí contamos con dos salas de exposición, una permanente y otra transitoria, desde las que podemos acercarnos, desde diversas perspectivas, a la vida y obra de Chuchy, así como al devenir de Teatro Tentempié. También tenemos una sala alternativa, en la que podrán desarrollarse peñas y otros espacios dedicados a los niños y a las niñas y a la familia en general.  

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