Creado en: noviembre 4, 2020 a las 12:46 pm.
Ardor que será ausencia

Los poemas son puntas de existencia incorruptibles que arrojamos a las fauces repugnantes de la muerte, pero con suficiente altura como para que, rebotando sobre ellas, caigan en el mundo nominador de la unidad. Este penetrante aserto de René Char nos ubica con asombro en la centralidad del poemario Sentado en el olvido[1]de Jesús Lozada Guevara, que es un intento de apresar el decursar, el rapto de la vida en unos pocos versos, en unos pocos actos donde asciende inevitablemente el Dios de la naturaleza de la que fuimos hechos a imagen y semejanza, y transitan las equiparaciones: es la parte de lo que clama de la naturaleza el todo, líneas como diagramas de la vida, de la existencia que es vida sobre muerte y muerte sobre vida. El universo simbolizado en sus partes. Signo pleno: signo esquivo:
El búfalo
¡Brama!
Entra
En el agua quieta
De la muerte
El agua
No moja
Cuando se posa
Sobre el tallo
Sobre la espiga
Que mis ojos
Ignoran
El agua
Toda el agua
Sumergida
En la gota
Búfalo que llama. [2]
Pasan ante nuestros ojos en estas páginas un cúmulo sucesivo de misterios, dispuestos inconscientemente por la acción del hombre. Y esa es la palabra que mejor puede definir a este libro: misterio, una aproximación al misterio, al enigma de una existencia de la que solo sabemos que no es únicamente lo que parece, con motivos e imágenes que proceden del budismo y la cultura oriental. Se describe la pugna entre la imagen y lo efímero, entre lo que se mueve y lo que no se mueve, pero brilla. Se indaga por el espíritu que mueve al espíritu de las cosas, un élan vital o acaso Dios., por un movimiento dando cuenta de un estado de perfección, cuyo sentido habita en el misterio:
Dos hombres en la barca
Se alejan
¿Dos regresan?
¿Acaso
La Tierra sin rastro
Llegará?
¿El hacedor de las cosas
Llegará?
¿Dónde el Agua?
Vidrio
Cruzando la saeta
Giran
Levantan los remos
Meditan
Sobre la inutilidad
De una carnada
Dos hombres
No saben
Dos
No saben nada
Mientras
El lago atrapa
La punta del anzuelo.[3]
Y, sin dejar de insistir en esta idea en las páginas que siguen reparamos en la importancia de la forma, que es complemento ineludible a aquella: la mayúscula al inicio del verso es el recurso que pretende y logra hermosearlo, que le da una especie de concepción sagrada, y el rango de dibujo. Entonces nos preguntamos: ¿Cómo leer el poema? ¿A la manera oriental de la que viene, o a la manera occidental sobre la que se dignifica? He ahí una esencia que comienza a ser develada cuando leo este libro. ¿Mirar sus partes como símbolos que operan en espacios de sanación, o como espacios donde pudiera haber un poco más de tensión lírica? El poeta nos convence de que el acto significa. El mundo fluye y se hace símbolo en el hombre. El hombre cobra sentido cuando deja pasar a través de sí los disímiles elementos de la naturaleza. Entonces, en canciones donde hay misterio y revelación, asistimos al dramático espueleo de la naturaleza –es ella y su secreta dramatización— donde concurren el vacío, la nada, el olvido, pues ocurre un cuajar o disolución de los seres y las cosas por lo humano. Y es que muchos de los misterios que rodean al hombre pueden ser revelados por su acción, por su mano. Véase sino el siguiente poema cuyo final recuerda el del poema de Martí «Hierro»: Fecunda el hierro al llano / El golpe al hierro, que sitúa a la acción humana donde el bien ha de ser conquistado:
Los instrumentos
Que hizo fabricar
El Rey
Son como el pozo y el alma
Ahora
Ante mí
Guardan
Esos
Que Khri soong De ´ubtsan
Mandó hacer
Como el pozo y el alma
Falta el golpe.[4]
Nos confiesan cómo se mueve el hombre por la naturaleza, nos muestran las maneras cómo se contempla el dibujo del hombre sobre ella, la fábula del hombre dentro de la naturaleza, y su visión perturbada y reprochable sobre ella. Si algún mensaje queremos trasmitir o, poseído de otra esencia, devolver, que se vuelva canto, parece decirnos el poeta, en el que lo sagrado no es el mundo que invoco, sino el mundo que existe, el que ya existe, ese es el misterio:
Arco de cuernos que se dobla
Pájaros muertos Pájaros yertos
El cazador mira
Sílabas – Mantras
Arco que regresa a la cabeza del yak
Pájaro en mano
Mudra.[5]
En este libro se nos habla del sentido y misterio del poder real de la naturaleza. Por eso en su lectura experimentamos sensaciones que van del vaciamiento a la gravitación, en el sentir del tiempo y de la muerte, que apuntan a lo efímero y la trascendencia, mostrando sus formas superpuestas. Acaso haya un canto a lo pleno, pero este se da tomando en cuenta el peso de lo efímero y su representación, las esferas vacías, el intento de crear el canto de la naturaleza, de lo que resta y que suma a un tiempo. La vida es hermosa porque es efímera, es efímera porque es hermosa. Vean los talleres de la vida en la muerte, los talleres que la muerte edifica en la vida. Plenitud, ardor que será ausencia, instantes encantados por efímeros. Aunque en varios textos sí es posible ver representado al bien dando sentido al vacío y la gravitación, un sentido ético y espiritual de la existencia:
Noventa mil li de aire
A la espalda
P´eng
Recuerdo que fue pez
Nadaba con dificultad
Mar del Septentrión
La memoria emplumada
No sirve
Para de recordar
K ´un
Los ojos del pájaro
Aterrizan en la Gran Balsa
¿Cómo es posible que la codorniz
De vuelos cortos
Pregunte?
Estoy aquí
Y me duele el aliento
Y el costado
El alma
Me duele el alma
Duele Dios
Pez y ave
No me levanto
¿Por qué frente al vacío
Y la nada
Están el olmo
El sándalo?
¿Por qué?
¿Doble sol?
Pregunto
La espalda permanece.[6]
El vislumbre espiritual de las cosas. En estos diagramas de la muerte y el olvido en que se constituyen los poemas resaltan versos o fragmentos que insinúan la esencia del libro, sin domarla del todo, como espejos del misterio que es la vida:
Canta
Canta y olvida[7]
O luz
Negando su desorden[8]
Saben
Que tampoco es real
Lo preguntado[9]
Nadie
Mira
Cómo va entrando a la oscuridad[10]
Y escucha por mi
Cómo las ondas se alejan
Del espejo y la luz
Que nunca han sido[11]
La cabeza la cimiente la ceniza[12]
Por qué frente al vacío
Y la nada
Están el olmo
El sándalo?[13]
Los muertos
El nombre de los muertos
Cuerpos del paisaje[14]
Quién sabrá
Solo escucha[15]
En el libro el vacío organiza el sentido de lo que se vive y se vivirá. El peso de lo efímero, la muerte, fundamentan el acto simbólico y consciente de estar «sentado en el olvido», enseñoreado en él, pensando, en el olvido. Contrasta la “materialidad” del libro contra el título: es como si el término «olvido» ganara un sentido de altura, penetración y evidencia espirituales. Pues, según Baudelaire, no se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él.
[1] – Jesús Lozada Guevara. Sentado en el olvido. Selvi Ediciones, Valencia, 2020. La idea de Char puede consultarse en “El muro de ramas”, La Letra del Escriba, n. 151, La Habana, p. 7.
[2]Jesús Lozada Guevara. Ob. cit, p. 79.
[3] – Jesús Lozada Guevara. Ob. cit, pp. 71 – 72.
[4]– Jesús Lozada Guevara. Ob. cit, p. 24. Véase también el final del poema “La cárcel duele”, que refleja la misma idea que este: véase pp. 61 – 62.
[5] – Jesús Lozada Guevara. Ob. cit, p. 25.
[6]– Jesús Lozada Guevara. Ob. cit, pp. 56 – 57.
[7]-“Espejo erecto”, p. 18
[8] – “Juega el viento”, p. 20
[9] -Ob.cit, p. 21.
[10] – “Gota sobre la cabeza…”, p. 30.
[11] – “Hebras de polvo y luz…”, p. 36.
[12] – “Caballo poderoso”, p. 40.
[13] -“No venta mil li de aire”, p. 56
[14] -“TAN”, p. 59.
[15] -“Círculo ardiente”, p. 92.