Creado en: mayo 2, 2021 a las 09:27 am.

Hermanas Fáez: famosas y universales a la tercera edad (I)

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En una humilde casona de la calle Rosario en la ciudad de Camagüey, en los años 30 del siglo XX, se respiraba un ambiente musical rico y variado. En la vivienda, marcada con el número 487 se transmitieron de generación en generación canciones de la trova tradicional cubana llenas de amor y romanticismo.

«La música forma parte de nuestras raíces, nuestra sangre. Es un asunto de costumbre familiar. Mi abuelo, los hermanos de mi abuelo tocaban guitarra y Tres», rememora Rene Fáez Martínez.

«Él nació en 1902, monte adentro en la loma de La Farola. No había radio, no había nada. Las personas aprendían a tocar guitarra autodidactamente. Se organizaban fiestas en las montañas. Se formaban y fomentaban grupos musicales».

«Eran focos culturales. Había familia con fuerte tradición: cantores, tocadores de guitarra, de tres, de tambores, de bingos y tingo talango[1] (instrumento autóctono cubano). Se fue cimentando esa tradición».

Los Fáez viajaron desde las montañas de la Farola, en Baracoa, Guantánamo, hasta la Ciudad de los Tinajones. Atravesaron caminos intransitables y veredas. Venían recorriendo comunidades y ciudades. Llegaron a Antillas, Holguín. En ese poblado de la antigua provincia de Oriente, nació, en 1928, Floricelda.

Muchos de los Fáez echaron raíces allá. Los padres y abuelos de René y Floricelda decidieron continuar hasta llegar a Camagüey, donde se establecieron definitivamente. En esa urbe la familia celebro la llegada a la vida de Cándida, en 1930.

«En Camagüey, mientras se esperaba la comida, después de las cinco de la tarde, mi abuelo tomaba el tres y mi padre la guitarra, comenzaban a tocar y a cantar. Los vecinos pensaban que estábamos de fiesta, pero no, era una tradición familiar», recuerda Rene Fáez Martínez.

«Mis cuatro tías cantaban muy bien. Se sabían muchas canciones, que se desconocían los autores, otras escrita por alguien de la familia».

Transcurrió el tiempo. Del hogar, de humildad criolla camagüeyana, surge el dúo Hermanas Fáez, integrado por Floricelda y Cándida, acompañadas a la guitarra por su sobrino René Fáez Martínez.

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Cuando conocí personalmente a Cándida Rosa en diciembre de 2017, sobrepasaba los 85 años de edad. Su hermana había fallecido. Me miró fijamente a los ojos y observó a René como buscando consentimiento para revelar la historia. René hizo un ademán de confirmación. A Cándida le brillaban los ojos.

«Nosotros cantábamos porque mi papá y las hermanas de mi papá y mi mamá cantaban aquí en la casa lavando y limpiando. Nosotras nos aprendimos todos los números tradicionales escuchándoselos a ellos. Melodías que interpretaban mientras consumaban los quehaceres del hogar. Aprendimos a hacer el primo y el segundo. Hasta un falsete, trío y cuarteto».

«Éramos cuatro hermanas. Mi papá tocaba el Tres, mi hermano la guitarra, desde chiquito tocaba muy bien la guitarra. Todo lo que estuviera de moda en esa época lo interpretábamos. Lo mismo un tango[2] que una canción. La copiábamos, nos la aprendíamos y la montábamos. Fue una cosa natural, sin querer ser cantantes profesionales, ni ir a teatros, ni espectáculos».

René Fáez Martínez observa emocionado a su tía Candida Rosa. Era como si volviera a vivir aquellos años bellos.

«Todo salía de nuestros corazones. Cándida tiene mucha razón, no pretendíamos ser profesionales ni nada de eso. Algunas personas se preguntaban:

«— René, por qué ustedes no se presentan en la Casa de la Trova de la ciudad de Camagüey. Ustedes tienen mucha calidad. Van a cautivar al público.

«— Si, en cualquier momento de estos vamos a la Casa de la Trova a ver si nos dejan cantar.

«— Claro que sí. Verás que van a triunfar. Vayan, vayan…

«— Sí, sí, en una de estas noches vamos a ir.

«— Ustedes, Floricelda, Cándida, estoy seguro de que les va a ir bien y las van a aceptar. Manuel del Rosario es una persona muy capaz y sabrá apreciar la calidad de interpretación de ustedes dos».

Escucharon el consejo. Una noche de verano se decidieron. Dejan atrás la calle Rosario, entran a Avellaneda y caminan por Ignacio Agramonte para posteriormente llegar a Maceo y salir al Parque Agramonte. Frente está la Casa de la Trova. Ingresan antes de comenzar la descarga.

Floricelda conversó con Manuel del Rosario, director del espectáculo. El hombre la mirada fijamente, como incrédulo, pero aceptó.

Las dos mujeres subieron al pequeño escenario y comenzaron a cantar. René las acompaña a la guitarra. Los espectadores se levantaron de los asientos y las aplauden y victorean durante minutos.

Manuel del Rosario quedó anonadado al escuchar a aquellas dos mujeres, ya mayores.

— Ustedes deben incorporarse al Movimiento de Artistas Aficionados. Ustedes nacieron para triunfar. Yo las voy a recomendar. Las apoyaré en todo.

Y escucharon las recomendaciones de Manuel. Tanto Floricelda como Cándida estaban muy impresionadas. Con la ayuda del amable director comenzaron los ensayos. Además, Manolo era quien realizaba las programaciones culturales. Tenía un gran prestigio nacional por su talento.

«Manuel del Rosario fue nuestro mayor inspirador, quién nos estimuló a entrar al Movimiento. Manolito nos llevaba a esos festivales», reconoce Cándida.

«El propio Manolo realizó los trámites para la licencia cultural. Yo trabajaba en la fábrica de quesos y mantequilla Guarina, mi tío René en los Ferrocarriles y mi hermana Floricelda, ama de casa», rememora Cándida.

«Enseguida mías tías fueron seleccionadas para cantar en Festivales Nacionales y otros eventos de la Trova. Actuaron junto a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y Sara González, entre otros. Las Hermanas Fáez fueron una verdadera revelación».

La casa de la familia Fáez se convirtió en un sitio de referencia de solistas y músicos. La noticia de la existencia de un hogar donde convergían figuras destacadas del cancionero cubano se esparció de oriente a occidente de la isla.

¿Sería real que dos mujeres desconocidas fueran capaces de causar tanta sensación? Floricelda tenía 61 años de edad y Cándida, 60.


[1] Diccionario de la Música Cubana, define: “consiste en una rama flexible clavada en la tierra que, arqueada, pone en tensión un cordel hecho de yagua o de latón. Esta va fija al suelo, tapando un hoyo hecho en la tierra a cierta distancia del arco tensor […] El músico, de pie o sentado, según el tamaño del instrumento, frente a la cuerda o alambre que ha quedado vertical, tenso, lo golpea con un palo, mientras que con la otra mano, apoyada en el bejuco arqueado, modifica la tensión y obtiene sonidos de diferentes alturas”.

[2] Señala el promotor musical francés, Cyrius Martínez que en uno de los discos con las Fáez hay una pieza de tango.

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