Creado en: marzo 22, 2024 a las 11:53 am.

Martha Jean-Claude, la voz entre dos islas

Por Madeleine Sautié

Haití, que siempre conmociona, duele más por estos días. Pisoteada y herida, la isla sangra hoy por la ingobernabilidad y el terror, que no son nuevos en su historia. Marcada por la extrema pobreza, la casi total ausencia de respaldo internacional y la carencia de programas sociales, vuelve a ver en sus calles, bañadas de violencia y desatino, el infortunio de sus hijos, como si fueran poco otras desgracias, tales como terremotos, sequías y desaforadas lluvias, que también han sembrado dolor en el alma del país. 

No es posible pensar a Haití sin que la voz inconfundible de una mujer, que tuvo en Cuba su segunda patria, nos acaricie el recuerdo. Nació en el Puerto Príncipe haitiano, el 21 de marzo de 1919, hace ya 105 años. Su nombre es Martha Jean-Claude, y representa la más elevada voz del folclor haitiano, incluso fuera del Caribe.

 Los niños cubanos de los 70 entonamos, frente a una blanquinegra televisión, la contagiosa canción de Los chimichimitos, que la extraordinaria vocalista nos ofrendó con su inigualable canto; y como ese, pequeños y adultos la vieron interpretar muchos otros temas en los que la haitiana contestataria defendió, entre otros afectos, su sentir por su sufrida tierra. 

Cuando llegó a Cuba en 1952, acusada de comunista, y tras haber sido encarcelada, en estado de gestación, por publicar una obra de teatro, ya Mamita –como también era conocida la insigne dama– era una artista reconocida en Haití. Casada con el periodista cubano Víctor Mirabal, la Jean-Claude, dueña de un repertorio variopinto, interpretado en diversos idiomas, fue acogida como una coterránea más. Su arte brilló en la radio, la televisión y en clubes y cabarés.

En el mítico Encuentro Internacional de la Canción Protesta que, en 1967, organizara Casa de las Américas, estuvo la estrella haitiana. Allí interpretó las que consideró sus canciones preferidas, sus complaintes (lamentos), los que, tal como dijo en una entrevista, «no podía cantar mucho porque me decían que no eran comerciales».

Fundó en 1978 el grupo Mackandal, que integraron también, junto a otros músicos, dos de sus cuatro hijos (Sandra y Ricardo); y en 1986, tras el derrocamiento de la dictadura de Jean-Claude Duvalier, regresó a Haití, 34 años después de que el exilio la condenara a abandonar su país. Ante la multitud que la distinguía, la artista se detuvo: «Yo había hecho una promesa que ustedes me van a permitir realizar, y es que cuando llegara a Haití, como en una canción, yo iba a besar la tierra», y entonces besó su suelo amado. Cantó en el Campo Marte, frente al Palacio Presidencial y en la Plaza de Independencia. Más de 30 000 personas tarareaban sus canciones como si la artista jamás se hubiera ido. Martha Jean-Claude, hacía mucho, había trascendido.

A los 82 años, en La Habana, la excelsa figura se despidió del mundo. Aquí había encontrado la realización personal. Condecorada con la Distinción por la Cultura Nacional, Miembro de Mérito de la Uneac, y la Medalla y Mérito de la Patria, máximo galardón de Haití, la más sonada voz folclórica haitiana del siglo XX, con espacio en su alma para sus dos adoradas islas, cerraba sus ojos, pero no la fuerza de su canto.

Así cantó una vez, refiriéndose a compatriotas suyos que volvían tras el desarraigo: «Haití está enferma / sus hijos regresan para curarla».  Hoy que su patria gime, la nuestra, que también fue suya, no puede olvidarla. Veneremos la valentía con que defendió su preclaro pensamiento y su cultura.

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