Creado en: marzo 31, 2024 a las 03:55 pm.

Samuel Feijóo, real e indefinible

Samuel Feijóo. Foto: ilustración tomada de Cuba A la Décima

Por Madeleine Sautié

De criaturas notables está habitado el mundo del arte. En Cuba vio la luz un ser hace 110 años, amante de los verdores naturales, de la palabra y de la hermosura, que no quiso ser distinto a lo que amó. Muchos hombres hubo en él, todos dueños de un talento colosal. Muchos, y sin embargo uno, inclasificable e indefinible.

Nacido en San Juan de los Yeras (hoy Villa Clara), fue, sin duda, su alma de poeta la garante de que nuestro Samuel Feijóo,

–aquel que alguna vez firmara sus escritos como Samuel Feijóo / Poeta, escritor y novelista de avance. / Bachiller en Artes / y animal en todas partes– pudiera ser ejemplo también de descollante editor, pintor, dramaturgo, folclorista, crítico de arte, pedagogo, traductor, periodista…, un creador con mayúsculas que nadie que lo conoció podrá jamás olvidar y resultaría imperdonable, para quienes no vivieron su tiempo, ignorar su fecunda existencia, con saldos tan valiosos para el espíritu cubano.

El niño que escribió su primer cuento a los nueve años, no en balde Sobre una mariposa; el autor al que José Lezama Lima contempló entre las mejores poesías cubanas hasta 1960 –con Tumba con palmas y Beth-el–; el poeta que Cintio Vitier consideró uno de los más grandes de Cuba estudió hasta el tercer año el bachillerato. A partir de ahí, la sed de tantísimos saberes fue aplacada de manera autodidacta.  

Raro fue Feijóo, y por ello él mismo. Llegar pulcramente acicalado a un espacio literario y llevar en sus manos una jaba de yute impropia para la ocasión; único en el trato con los otros (a una embarazada desconocida le recomendó comer bistec de nalga de pulga para que el niño le saliera sano); anotador de sus ideas en trocitos de papel, que iría botando poco a poco en un determinado paseo para que nadie se las robara; considerado a sí mismo un sensible zarapico (ave de largas patas que no se enloda nunca); surrealista irremediable y natural.

Pero no era locura, como ha dicho en su copiosa investigación el poeta Virgilio López Lemus

–quien ha relatado algunas de las citadas curiosidades–. «No podía ser “loco” un hombre que tuviese sistema y método de trabajo y pudiera organizarse en tantas esferas a la vez. Su “locura” era circunstancial, dirigida a su acción social. Ya quisiera yo, y muchos, estar tan “loco” como este hombre excepcional».

Autor de cinco novelas; diarios de viaje; de unos 25 libros de poemas, y de ensayos y antologías; fundador de las revistas Ateje, Islas y Signos; mentor de una significativa obra investigativa en torno al folclor… En Juan Quinquín en Pueblo Mocho, novela en la que abundan las décimas guajiras y que sería llevada al cine en 1967 por Julio García Espinosa, y a la televisión, le cantó al campesino cubano y a la rebelión de ellos contra los atropellos republicanos. No puede dejar de agradecérsele el humor y la hondísima sensibilidad a una obra que con solo aparecer en el pensamiento provoca la reflexión.

El paisaje cubano y la naturaleza de la que fue un cantor se abrió en su obra plástica, algunas atesoradas por el Museo Nacional de Bellas Artes. Cierta vez escribió: «morir es irradiar el lúgubre oro cantando en las nubes (…) somos ahora la verde yerba de la tierra que guarda los huesos del que fuera un hombre (…) mi tiempo no ha llegado todavía. Entonces tendré muchos amigos».

Hoy le asiste la razón. Feijóo vive, lleno de amigos, en el alma de la cultura cubana. Y no es verdad que tuvo apenas siete lectores, como él mismo dijera, en una más de sus tantas ocurrencias. Leerlo crea adicción, es sentir ese dulce gusto al que no renuncia todo el que reconoce la buena literatura.

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