Creado en: marzo 31, 2024 a las 04:07 pm.

Libro cubano, travesía de lo arduo y de lo digno

Por Yeilén Delgado Calvo

¿Cómo hacer de dominio popular las ideas más elevadas que hasta entonces había producido el género humano? ¿Cómo cultivar el entendimiento y la sensibilidad en un pueblo entero? ¿Cómo hacer de la cultura un arma libertaria y, a la vez, de unidad?

Para 1959, en Cuba, todas esas preguntas conducían en buena medida al libro y a la necesidad de democratizar la gestión editorial. La lectura debía dejar de ser privilegio de unos pocos; y la letra impresa, no solo acompañar todos los procesos de la joven Revolución, sino contribuir a que su más sólido sostén fuese el pensamiento.

Todo ello explica que el 31 de marzo de ese año surgiera la Imprenta Nacional de Cuba, con Alejo Carpentier al frente. Casi un año después fue que tuvo su primer taller, de cuyas prensas salió, para inaugurar la colección Biblioteca del Pueblo, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

La tirada fue de 100 000 ejemplares y la obra se editó en cuatro tomos de papel gaceta, que se vendieron a 25 centavos cada uno, con ilustraciones de Picasso y Doré. La elección correspondió a Fidel. Mirta Aguirre lo explicó así: «Era lógico y hasta obligado que la islita en la cual la “quijotada” había triunfado; que el país que había puesto en evidencia que el “quijotismo” no estaba condenado a hacer el ridículo, siempre que fuese capaz de mirar hacia el porvenir y no hacia atrás, siempre que se adobase con el buen sentido sanchesco y estuviese dispuesto a dar ingreso en la categoría caballeresca a muchos honrados labradores, abriese sus sendas publicísticas con la extraordinaria novela de Cervantes».

No solo sorprenden las tiradas masivas, que defendían el universo del libro como fenómeno de masas y patrimonio común, sino también la diversidad y calidad de los nombres escogidos: Vallejo, Neruda, Guillén, Rómulo Gallegos, Truman Capote, Proust…

En simbólico entrecruzamiento, la Imprenta Nacional elaboró, además, las cartillas y manuales con los que aprendieron a leer cientos de miles de cubanas y cubanos en la extraordinaria Campaña de Alfabetización.

En 1962, la Imprenta pasó a ser Editorial Nacional de Cuba. Años después surgiría lo que es hoy el Instituto Cubano del Libro, y también el Sistema de Ediciones Territoriales, las Ferias del Libro… y todo el entramado que distingue al país en virtud de los niveles de cultura e instrucción a que contribuye.

En honor a ese legado, el 31 de marzo es el Día del Libro Cubano. Aquel criterio inicial de masificación, junto a rigor y exquisitez editoriales, siguen vigentes, en un camino muchas veces arduo –para una industria cara en un país bloqueado–, pero donde lo enaltecedor ha sido siempre sinónimo de lo digno.

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