Creado en: agosto 19, 2021 a las 09:51 am.
Variaciones sobre el tema de la memoria, la UNEAC cumple sesenta años
Voy a hablar acerca de diferentes posibilidades y registros de la memoria; de la institución y su función como archivo (que resguarda), pero también del papel que le corresponde jugar para que el archivo exista más allá de la institución misma. Regreso a una de las primeras ocasiones en las que, animado por el aluvión de expectativas que brotan a cada paso cuando se tienen veinte años, crucé las rejas de la UNEAC. Aunque no recuerdo el motivo de mi presencia en el lugar, sí guardo -como joya exquisita- el siguiente fragmento de conversación que el poeta Eliseo Diego sostuvo con un grupo de jóvenes que le rodeaba; alguno de aquellos jóvenes preguntó al gran maestro que si aceptaría, sabio como era en los meandros de la poesía, pronunciar alguna conferencia y entonces Eliseo (he aquí la maravilla) respondió que sólo había un tema que le atraía lo suficiente para someterlo al esfuerzo de desmenuzamiento que constituye la conferencia y que ese tema era nada menos que el mito de Jack, el Destripador. Más allá del finísimo humor de la propuesta, estos fugaces segundos, según lo que interpreto, desbordan de claves para la lectura del extraordinario escritor que Eliseo Diego fue.
Lo anterior me permite preguntar sobre la multiplicidad de espacios y momentos en los que se encuentra atomizada la memoria. ¿Cómo recuperar semejante dispersión y -gracias al trabajo de recolección y ordenamiento, al estudio y la interpretación- de qué manera restaurar los sentidos de lo que ya ocurrió? ¿Cuáles acciones potenciar para que el acontecimiento que ocurrió u objeto material que fue elaborado, la línea de texto o momento de diálogo, lo sólido y lo evanescente dialoguen con nuestro presente? ¿Qué es la excavación y actualización de memoria sino un acto de construcción de futuros?
Una noche de 1994, en la sala Manuel Galich, de la Casa de las Américas, asisto a la lectura de un cuento y no pocos de los asistentes se abrazan y lloran mientras escuchan las líneas finales del texto. Es el nacimiento mítico de «El lobo, el bosque y el Hombre Nuevo», relato del autor Senel Paz, uno de nuestros clásicos. Se trata de un instante que progresa, en una línea de continuidad, hasta el día de estreno del largometraje «Fresa y Chocolate» que, nacido del relato mencionado, dio origen tal vez a reacciones emocionales todavía más intensas en los públicos asistentes. La escena, en mi caso, transcurre en la platea del cine Yara; como mismo en aquella lectura, las personas (incluso desconocidos) lloran y se abrazan. Es un instante mágico de purificación, sanación. ¿De qué forma capturar, sin que resulte congelado, el encadenamiento de sensaciones que entonces iba estremeciendo la realidad a mi alrededor?
En ese hermoso y profundo texto que es Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX), acaso la reflexión más intensa escrita por un autor cubano acerca del acto de recordar, José Lezama Lima lamenta la pérdida de portadores de historia (documentos, objetos materiales o simples recuerdos) entre los cuales destacan: «las pláticas sabatinas de Luz y Caballero; las cenizas de Heredia…», «las peinetas de carey, de Plácido; una receta de manjar cubano hecho por Manzano…», los sermones de Tristán de Jesús Medina o las telas de pintor aficionado de Julián del Casal. El ejemplo más dramático que Lezama emplea, para hablar del significado de la memoria, es el caso de alguien que poseía -y a quien la humedad le ha inutilizado- nada menos que «un baúl lleno de la letra de José Martí»; dentro de la lógica del ensayo lezamiano, «quien poseía ese baúl olvidó una primera regla de la conducta, es decir, que el poseedor de un baúl lleno de los escritos de Martí, entre las furias de un huracán o de un terremoto, está en la obligación de salvarlo antes que salvar su vida…» El complemento explicativo del sentimiento que estremece a Lezama en el citado ensayo, lo encontramos en otro de sus grandes momentos teóricos, el titulado Mitos y cansancio clásico, del volumen La expresión americana; aquí son suficientes unas pocas palabras para explicarnos cómo entender la condición de ser un «portador de historia», así como el hecho de su transmisión: «Recordar es un hecho del espíritu, pero la memoria es un plasma del alma, es siempre creadora, espermática, pues memorizamos desde la raíz de la especie.»
La confluencia de ambos razonamientos implica que aquello que estamos obligados a salvar, por designación o elección, no es el evento o documento como tal, sino la fuerza espermática que contiene; es decir, su capacidad de generar conocimiento, interrelaciones, el linaje íntegro de la especie. De ahí la carga de responsabilidad que hay en el acto de buscar y seleccionar lo que deberá ser preservado, pero también en cada uno de los pasos que van desde el procesamiento de los diversos portadores de contenido histórico, su clasificación, almacenamiento y cuidado, hasta su puesta en servicio (en manos de investigadores, profesores, estudiantes e interesados en general).
¿Cómo pensar lo anterior en una organización que acumula seis décadas de existencia al mismo tiempo que resulta heredera de la intelectualidad nacional que la precede? ¿De qué modo marcas de identidad -como el antimperialismo, latinoamericanismo, tercermundismo, anticolonialismo, internacionalismo y socialismo- se constituyen en inspiración y guía para la relación de la organización con la memoria? Al pensar desde una lógica institucional, ¿cómo armar las piezas del archivo, con cuáles intenciones inmediatas y en función de qué proyectos y perspectivas a largo plazo? Responder implica, para mí, tocar en simultaneidad: la posición que atañe a mi formación profesional como profesor de Español y Literatura; el oficio que desempeñé como promotor cultural en la Biblioteca Nacional; los intereses creativos que me identifican como escritor; más el amor a los libros y la conversación, propios de ese sujeto de cultura que es el lector. Desde tal cruce de perspectivas, son obligaciones mínimas de cualquier institución: la supervivencia; la fijación de puntos de origen, estado presente y trazado evolutivo equivalente al devenir en el tiempo; la asunción de un determinado y preciso perfil identitario (saber quién se es), límites y lugar jerárquico en el sistema institucional global; el conocimiento de las estructuras internas, su funcionamiento, ramificaciones y conexiones entre sí, así como sus interacciones con el medio; el dominio de los planes y proyecciones de desarrollo o, simplemente, continuidad y vida. En términos de la constitución y operaciones del Archivo, esto implica que la institución:
1. Colecta, procesa, preserva y pone a disposición de los públicos la memoria de sí misma como espacio de obras artístico-literarias y de generación e intercambio de pensamiento sobre la cultura y la sociedad. Semejante tarea se traduce en tornar apto para consulta e investigación el pasado de la institución desde los momentos y contextos específicos que condujeron a su nacimiento (con todo lo que ello significa en términos de investigación), los caminos de desarrollo que han conducido al presente y el presente mismo. Esto se traduce en la enorme gama de material que va desde grabaciones audiovisuales y/o sonoras de visitas de personalidades relevantes al lugar, así como de las principales actividades promocionales allí realizadas (lecturas, presentaciones de libros, inauguración de exposiciones, interpretaciones de músicos, etc.), de los debates que han tenido lugar en el sitio, pero también las fotografías tomadas por los diferentes fotógrafos de la institución, la colección de todos los libros publicados en Ediciones UNIÓN, las publicaciones periódicas aparecidas a nombre de la organización (o donde se habla de ella y de lo más destacado en el trabajo creativo de sus miembros).
2. Busca materiales de alcance interno en las esferas directiva, administrativa y propias de la logística entre las diversas áreas de la institución; sus relaciones con instituciones y organizaciones homólogas y, en general, del ámbito cultural en el país y el mundo; además de ello, todo lo correspondiente a las relaciones con el aparato institucional del país, su tejido político y, en general, la sociedad civil. Se trata de un segundo nivel que focaliza el trabajo de memoria en la llamada «literatura gris», esa zona de documentación que incluye notas y actas de reuniones, circulares internas, planes de trabajo, chequeos de emulación, relatoría de eventos, etc. Si bien es propio de toda institución (además de obligatorio, por ley) la conservación de tales materiales durante la cantidad de tiempo que esta ley estipule, antes de finalmente destruirlos, la particularidad distintitva de la UNEAC como organización de creadores del arte, la literatura y el pensamiento socio-cultural, hace que el valor de estos documentos en mucho supere su sentido utilitario y, en realidad, nunca desaparezca.
3. Realiza, estimula y/o convenia el trabajo de investigación, compilación y procesamiento de información necesario para reconstruir datos y estadísticas que acompañen la narrativa sobre lo que ha sido y logrado la organización en el tiempo. Esto significa estar en condiciones de elaborar poderosas bases de datos integradas y posibilidad de acceso y consulta para así dar cuenta de la cantidad de miembros que han sido parte de la UNEAC en sus diversos momentos y sus trayectorias individualizadas; los “crecimientos”; las publicaciones en todo el país; los concursos, premios y becas; los programas radiales y/o televisivos u otros espacios en los medios y ámbitos digitales asociados a la organización; los apoyos a la investigación y, en general, la vida literaria en los territorios del país a todo nivel.
4. Actúa, como mediador, ante la membresía para generar y extender conciencia acerca de la importancia que tiene, para la cultura nacional, la preservación de documentos y objetos materiales de alta significación histórica en la rama de creación de la cual se trate. De esta manera, la organización integraría a sus prioridades el estímulo a la realización, por parte de los creadores y/o sus familiares, de donativos u opciones para compra, a bibliotecas, museos u otras instituciones del país que puedan garantizar el correcto procesamiento, cuidado y puesta en servicio público de la herencia artístico-literaria de los creadores. En esta dirección, la organización se propondrá ayudar en la digitalización de obras de sus miembros que, por circunstancias diversas, corran peligro de daño y/o desaparición.
5. Produce memoria mediante acciones de grabación, procesamiento y puesta a disposición de público e investigadores de registros sonoros y visuales de las personalidades creativas más destacadas de la cultura nacional. Este proyecto, que priorizará a los miembros que posean los logros más relevantes según la manifestación de que se trate, a la misma vez que tomará en consideración la edad de los convocados.
La creación del Archivo demanda de un trabajo enorme desde las Sedes Provinciales de la organización hasta sus Asociaciones nacionales y la misma Presidencia, pero también por parte de cada uno de los miembros. Aquí, la recolección de la memoria dispersa es obligación de todos y el gran sueño se realiza en la medida en la que se van incrementando la cantidad y significación cultural de los documentos y objetos reunidos, procesados, preservados y puestos a disposición; luego de esto, podemos imaginar la alegría de la divulgación y difusión, tanto en el país como en el ancho mundo, de toda esta poderosa herencia. El original de una obra literaria, una partitura, los esbozos de un futuro cuadro, la máquina en la que fue escrito un texto, recortes de periódico que anuncian una presentación, dedicatorias en un libro regalado, anotaciones en las páginas de otro, subrayados, tachaduras, el banco de parque en el cual hubo una tertulia u otros lugares de reunión, celebraciones, invitaciones, testimonios: todo nos habla.
Voy a hablar acerca de diferentes posibilidades y registros de la memoria; de la institución y su función como archivo (que resguarda), pero también del papel que le corresponde jugar para que el archivo exista más allá de la institución misma. Regreso a una de las primeras ocasiones en las que, animado por el aluvión de expectativas que brotan a cada paso cuando se tienen veinte años, crucé las rejas de la UNEAC. Aunque no recuerdo el motivo de mi presencia en el lugar, sí guardo -como joya exquisita- el siguiente fragmento de conversación que el poeta Eliseo Diego sostuvo con un grupo de jóvenes que le rodeaba; alguno de aquellos jóvenes preguntó al gran maestro que si aceptaría, sabio como era en los meandros de la poesía, pronunciar alguna conferencia y entonces Eliseo (he aquí la maravilla) respondió que sólo había un tema que le atraía lo suficiente para someterlo al esfuerzo de desmenuzamiento que constituye la conferencia y que ese tema era nada menos que el mito de Jack, el Destripador. Más allá del finísimo humor de la propuesta, estos fugaces segundos, según lo que interpreto, desbordan de claves para la lectura del extraordinario escritor que Eliseo Diego fue.
Lo anterior me permite preguntar sobre la multiplicidad de espacios y momentos en los que se encuentra atomizada la memoria. ¿Cómo recuperar semejante dispersión y -gracias al trabajo de recolección y ordenamiento, al estudio y la interpretación- de qué manera restaurar los sentidos de lo que ya ocurrió? ¿Cuáles acciones potenciar para que el acontecimiento que ocurrió u objeto material que fue elaborado, la línea de texto o momento de diálogo, lo sólido y lo evanescente dialoguen con nuestro presente? ¿Qué es la excavación y actualización de memoria sino un acto de construcción de futuros?
Una noche de 1994, en la sala Manuel Galich, de la Casa de las Américas, asisto a la lectura de un cuento y no pocos de los asistentes se abrazan y lloran mientras escuchan las líneas finales del texto. Es el nacimiento mítico de «El lobo, el bosque y el Hombre Nuevo», relato del autor Senel Paz, uno de nuestros clásicos. Se trata de un instante que progresa, en una línea de continuidad, hasta el día de estreno del largometraje «Fresa y Chocolate» que, nacido del relato mencionado, dio origen tal vez a reacciones emocionales todavía más intensas en los públicos asistentes. La escena, en mi caso, transcurre en la platea del cine Yara; como mismo en aquella lectura, las personas (incluso desconocidos) lloran y se abrazan. Es un instante mágico de purificación, sanación. ¿De qué forma capturar, sin que resulte congelado, el encadenamiento de sensaciones que entonces iba estremeciendo la realidad a mi alrededor?
En ese hermoso y profundo texto que es Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX), acaso la reflexión más intensa escrita por un autor cubano acerca del acto de recordar, José Lezama Lima lamenta la pérdida de portadores de historia (documentos, objetos materiales o simples recuerdos) entre los cuales destacan: «las pláticas sabatinas de Luz y Caballero; las cenizas de Heredia…», «las peinetas de carey, de Plácido; una receta de manjar cubano hecho por Manzano…», los sermones de Tristán de Jesús Medina o las telas de pintor aficionado de Julián del Casal. El ejemplo más dramático que Lezama emplea, para hablar del significado de la memoria, es el caso de alguien que poseía -y a quien la humedad le ha inutilizado- nada menos que «un baúl lleno de la letra de José Martí»; dentro de la lógica del ensayo lezamiano, «quien poseía ese baúl olvidó una primera regla de la conducta, es decir, que el poseedor de un baúl lleno de los escritos de Martí, entre las furias de un huracán o de un terremoto, está en la obligación de salvarlo antes que salvar su vida…» El complemento explicativo del sentimiento que estremece a Lezama en el citado ensayo, lo encontramos en otro de sus grandes momentos teóricos, el titulado Mitos y cansancio clásico, del volumen La expresión americana; aquí son suficientes unas pocas palabras para explicarnos cómo entender la condición de ser un «portador de historia», así como el hecho de su transmisión: «Recordar es un hecho del espíritu, pero la memoria es un plasma del alma, es siempre creadora, espermática, pues memorizamos desde la raíz de la especie.»
La confluencia de ambos razonamientos implica que aquello que estamos obligados a salvar, por designación o elección, no es el evento o documento como tal, sino la fuerza espermática que contiene; es decir, su capacidad de generar conocimiento, interrelaciones, el linaje íntegro de la especie. De ahí la carga de responsabilidad que hay en el acto de buscar y seleccionar lo que deberá ser preservado, pero también en cada uno de los pasos que van desde el procesamiento de los diversos portadores de contenido histórico, su clasificación, almacenamiento y cuidado, hasta su puesta en servicio (en manos de investigadores, profesores, estudiantes e interesados en general).
¿Cómo pensar lo anterior en una organización que acumula seis décadas de existencia al mismo tiempo que resulta heredera de la intelectualidad nacional que la precede? ¿De qué modo marcas de identidad -como el antimperialismo, latinoamericanismo, tercermundismo, anticolonialismo, internacionalismo y socialismo- se constituyen en inspiración y guía para la relación de la organización con la memoria? Al pensar desde una lógica institucional, ¿cómo armar las piezas del archivo, con cuáles intenciones inmediatas y en función de qué proyectos y perspectivas a largo plazo? Responder implica, para mí, tocar en simultaneidad: la posición que atañe a mi formación profesional como profesor de Español y Literatura; el oficio que desempeñé como promotor cultural en la Biblioteca Nacional; los intereses creativos que me identifican como escritor; más el amor a los libros y la conversación, propios de ese sujeto de cultura que es el lector. Desde tal cruce de perspectivas, son obligaciones mínimas de cualquier institución: la supervivencia; la fijación de puntos de origen, estado presente y trazado evolutivo equivalente al devenir en el tiempo; la asunción de un determinado y preciso perfil identitario (saber quién se es), límites y lugar jerárquico en el sistema institucional global; el conocimiento de las estructuras internas, su funcionamiento, ramificaciones y conexiones entre sí, así como sus interacciones con el medio; el dominio de los planes y proyecciones de desarrollo o, simplemente, continuidad y vida. En términos de la constitución y operaciones del Archivo, esto implica que la institución:
1. Colecta, procesa, preserva y pone a disposición de los públicos la memoria de sí misma como espacio de obras artístico-literarias y de generación e intercambio de pensamiento sobre la cultura y la sociedad. Semejante tarea se traduce en tornar apto para consulta e investigación el pasado de la institución desde los momentos y contextos específicos que condujeron a su nacimiento (con todo lo que ello significa en términos de investigación), los caminos de desarrollo que han conducido al presente y el presente mismo. Esto se traduce en la enorme gama de material que va desde grabaciones audiovisuales y/o sonoras de visitas de personalidades relevantes al lugar, así como de las principales actividades promocionales allí realizadas (lecturas, presentaciones de libros, inauguración de exposiciones, interpretaciones de músicos, etc.), de los debates que han tenido lugar en el sitio, pero también las fotografías tomadas por los diferentes fotógrafos de la institución, la colección de todos los libros publicados en Ediciones UNIÓN, las publicaciones periódicas aparecidas a nombre de la organización (o donde se habla de ella y de lo más destacado en el trabajo creativo de sus miembros).
2. Busca materiales de alcance interno en las esferas directiva, administrativa y propias de la logística entre las diversas áreas de la institución; sus relaciones con instituciones y organizaciones homólogas y, en general, del ámbito cultural en el país y el mundo; además de ello, todo lo correspondiente a las relaciones con el aparato institucional del país, su tejido político y, en general, la sociedad civil. Se trata de un segundo nivel que focaliza el trabajo de memoria en la llamada «literatura gris», esa zona de documentación que incluye notas y actas de reuniones, circulares internas, planes de trabajo, chequeos de emulación, relatoría de eventos, etc. Si bien es propio de toda institución (además de obligatorio, por ley) la conservación de tales materiales durante la cantidad de tiempo que esta ley estipule, antes de finalmente destruirlos, la particularidad distintitva de la UNEAC como organización de creadores del arte, la literatura y el pensamiento socio-cultural, hace que el valor de estos documentos en mucho supere su sentido utilitario y, en realidad, nunca desaparezca.
3. Realiza, estimula y/o convenia el trabajo de investigación, compilación y procesamiento de información necesario para reconstruir datos y estadísticas que acompañen la narrativa sobre lo que ha sido y logrado la organización en el tiempo. Esto significa estar en condiciones de elaborar poderosas bases de datos integradas y posibilidad de acceso y consulta para así dar cuenta de la cantidad de miembros que han sido parte de la UNEAC en sus diversos momentos y sus trayectorias individualizadas; los “crecimientos”; las publicaciones en todo el país; los concursos, premios y becas; los programas radiales y/o televisivos u otros espacios en los medios y ámbitos digitales asociados a la organización; los apoyos a la investigación y, en general, la vida literaria en los territorios del país a todo nivel.
4. Actúa, como mediador, ante la membresía para generar y extender conciencia acerca de la importancia que tiene, para la cultura nacional, la preservación de documentos y objetos materiales de alta significación histórica en la rama de creación de la cual se trate. De esta manera, la organización integraría a sus prioridades el estímulo a la realización, por parte de los creadores y/o sus familiares, de donativos u opciones para compra, a bibliotecas, museos u otras instituciones del país que puedan garantizar el correcto procesamiento, cuidado y puesta en servicio público de la herencia artístico-literaria de los creadores. En esta dirección, la organización se propondrá ayudar en la digitalización de obras de sus miembros que, por circunstancias diversas, corran peligro de daño y/o desaparición.
5. Produce memoria mediante acciones de grabación, procesamiento y puesta a disposición de público e investigadores de registros sonoros y visuales de las personalidades creativas más destacadas de la cultura nacional. Este proyecto, que priorizará a los miembros que posean los logros más relevantes según la manifestación de que se trate, a la misma vez que tomará en consideración la edad de los convocados.
La creación del Archivo demanda de un trabajo enorme desde las Sedes Provinciales de la organización hasta sus Asociaciones nacionales y la misma Presidencia, pero también por parte de cada uno de los miembros. Aquí, la recolección de la memoria dispersa es obligación de todos y el gran sueño se realiza en la medida en la que se van incrementando la cantidad y significación cultural de los documentos y objetos reunidos, procesados, preservados y puestos a disposición; luego de esto, podemos imaginar la alegría de la divulgación y difusión, tanto en el país como en el ancho mundo, de toda esta poderosa herencia. El original de una obra literaria, una partitura, los esbozos de un futuro cuadro, la máquina en la que fue escrito un texto, recortes de periódico que anuncian una presentación, dedicatorias en un libro regalado, anotaciones en las páginas de otro, subrayados, tachaduras, el banco de parque en el cual hubo una tertulia u otros lugares de reunión, celebraciones, invitaciones, testimonios: todo nos habla.
En potencia, el contenido del Archivo es tan grande como los actos creativos, los sitios y objetos de todos quienes integraron la organización, y la tensión dialéctica se establece en la necesidad de elegir, priorizar, jerarquizar aquello que con más belleza, profundidad y plenitud identifica lo que ha sido crear una nueva cultura en el país en estas seis décadas de vida de la organización. Puesto que son casi los mismos años del proceso revolucionario, es como revisar el mundo otra vez.