Creado en: enero 15, 2021 a las 10:36 am.

El artista, la ciudad y sus memorias

Israel Tamayo Zamora trabajando en su estudio

El artista y sus circunstancias muchas veces quedan relegados ante el reconocimiento del arte como un ejercicio social, reivindicador y en ocasiones político. Teniendo en cuenta aquel precepto vasariano, de que la individualidad es necesaria para recrear el gran relato de la historia del arte, partimos para acercarnos a la obra de un creador que defiende agudamente esta expresión de la condición humana: Israel Tamayo Zamora.

Tamayo nos convida a este encuentro, el cual ha querido dedicar al Aniversario 44 de la creación del Taller Cultural “Luis Díaz Oduardo”. Al realizar una aproximación a su quehacer se distingue el compromiso y el fuerte sentido del deber que compone todo lo que realiza.

Más allá de lo artístico, su vocación por lo público lo acompaña siempre. El intercambio con su gente, con su ciudad, le hace feliz. Es un hijo orgulloso de Santiago de Cuba, a la cual también consagra numerosas acciones en el año de su Aniversario 505. En su biografía sobresale el extenso recorrido de tributo al espacio público, canalizado a través de los encuentros del In-ternos y otras iniciativas tanto en Cuba como en diversos escenarios del mundo.   

Para esta jornada de celebraciones el artista se enfrascó en una tarea formidable en la que plasma gran parte de su labor de los últimos años. Se trata de un mural cerámico de casi tres metros de altura por diez de largo que ha donado a la Villa, el cual ha titulado “Ciudad musical 505”, inspirado en la herencia cultural de la urbe caribeña y en el aniversario 40 de la EGREM. En el artífice se ve reflejada la correspondencia entre artista-sociedad. Su voluntad por transmitir ideas y sentimientos al gran público permite que su trabajo se inserte en el entorno citadino contribuyendo a la formación de valores identitarios.

Mural cerámico “Ciudad musical 505”

El que ha tenido la oportunidad de acercarse a su obra se percata de que se trata de un creador maduro, del impecable dominio técnico y su interés por explorar diferentes esferas de las artes. A pesar de haber egresado de la Escuela Provincial de Artes Plásticas “José Joaquín Tejada” especializado en pintura, sus trabajos como grabador son particularmente destacados. Sin embargo, Tamayo prescinde de etiquetas. Solo utiliza recursos para expresar sus ideas, emociones y percepciones.

Se concentra en formular una visión sensible acerca del mundo. El insuperable dominio de los medios y el oficio puede observarse en esta muestra plural que hoy se exhibe. No hay diferencias si apela al grabado, a la pintura o a la cerámica, estos solamente fungen como soportes, elementos que dan forma a su cosmovisión. Las musas lo asisten en la construcción de un aparataje heterogéneo. 

En los trabajos prevalece el simbolismo que utiliza para recrear escenas del imaginario cubano. La música es un elemento que lo ha acompañado durante mucho tiempo. Las alegorías componen gran parte de sus creaciones. Hay un rejuego constante con las líneas, que la mayoría del tiempo son muy fuertes, propiciado por la extensa experiencia como grabador. La atmósfera recreada en sus cuadros y cianotipias permiten percibir la melodía dado principalmente por las líneas curvas y circulares que simulan un pentagrama abigarrado, la composición equilibrada, y la armonía de los colores.

Tamayo es el artista de las remembranzas. Evoca su esencia, su idiosincrasia. Cuarenta años de incesante trabajo permiten disfrutar de este universo que hoy se observa. No pasemos por alto su contribución a la cultura. La individualidad del creador es, desde luego, capítulo esencial de nuestro relato más cercano.

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