Creado en: agosto 10, 2022 a las 09:09 am.

María Elena Llana, voz inconfundible en la cuentística cubana

Foto: Tras la quinta puerta, de María Elena Llana.

María Elena Llana es, desde hace mucho tiempo, una de las voces más altas del arte de contar en Cuba y América Latina. Muy joven aún se da a conocer con La reja (1965), libro de impecable factura y singularidad en el contexto de ese decenio. Sobre todo, porque su acercamiento a la temática principal de la época (la lucha clandestina, la épica de los 60 y la confrontación ideológica) se subordina a otras perspectivas y dimensiones de lo literario. Así, La reja connota una inusual mirada sobre la realidad insular –ceñida simbólicamente a La Habana–, poética cuya coherencia y solidez establece un eje transversal hasta El cristal con que se mira (2016), uno de los títulos más recientes de la también prestigiosa periodista y escritora de textos para la radio y la televisión.

Los cuentos de La reja, en efecto, sientan las bases de los futuros libros de la autora. Desde entonces es insuperable en la creación de situaciones ambiguas, en el manejo de lo fantástico, en la pintura interior de las grandes residencias de la aristocracia habanera venida a menos con la Revolución y en el realce del sujeto femenino, elemento clave de su estética junto a la perfección formal de los textos, la utilización de la ironía, el humor y la presencia de una voz narrativa inconfundible. El destaque de la mujer, con refinamiento, sin subrayados hiperbólicos ni consignistas, convierte a La reja en un volumen único en los años 60, escenario narrativo marcado por un protagonismo androcéntrico.

Tras una larga temporada de entrega a la prensa escrita y a los medios de comunicación masiva, María Elena Llana vuelve a la literatura en 1983 con Casas del Vedado (Premio de la Crítica 1984), uno de sus libros más elogiados por los estudiosos cubanos y extranjeros. Como sugiere el rótulo, las grandes mansiones de la burguesía y los objetos suntuosos que las pueblan dan cuenta de la decadencia de esa clase y del pasado que la nutrió. Las casas de la barriada del Vedado son las sutiles intérpretes de tales historias: «A instancias de su madre, Cristian puso un anuncio clasificado. Fue uno de los actos más osados de su vida y estuvo horas redactándolo (…). Y al fin lo logró: Vendo cuadros de pintor afamado; juego de copas, vajillas, objetos de arte» (De Baccarat).

María Elena enriquece esta realidad con lo fantástico, parcela que en ciertos personajes encuentra resistencia y en otros, una continuidad natural de la vida.

Estos elementos subsisten en Castillos de naipes (1998), Ronda en el Malecón (2004), Apenas murmullos (2004), Casi todo (2006), En el limbo (2009), Tras la quinta puerta (2014) y El cristal con que se mira (2016), solo que en tales títulos cobran más fuerza el absurdo, la ironía y el humor. En Añejo cinco siglos (Apenas murmullos), la autora encuentra las correspondencias universales de las parejas y la crónica. En una noche del Prado habanero, la joven Chabela llora la fuga de su amado en una lancha clandestina, sentimiento compartido, en un juego transtemporal, por Isabel de Bobadilla, la conocida Giraldilla de La Habana, quien vivió, hace varios siglos, parecida experiencia con la salida hacia la Florida de su marido, Hernando de Soto. Esta mirada se intensifica en los minicuentos de En el limbo y en las breves ficciones de El cristal con que se mira. La brevedad es otra gran virtud en el arte de narrar de María Elena Llana.

(Tomado de Granma)

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