Creado en: diciembre 29, 2021 a las 09:33 am.

Rafael Alberti: los milagros existen

En 1991 en La Habana nos entrevistamos con el poeta español Rafael Alberti, considerado uno de los grandes  de la generación de 1927. Después de las coordinaciones correspondientes el encuentro se produjo en la Casa de Protocolo donde estaba alojado. Nació en el Puerto de Santa María, Cádiz, el 16 de diciembre de 1902 y falleció el 28 de octubre de 1999 en el puerto donde nació.

En su poema “Cuba dentro de un piano” rememora su infancia rodeada  de canciones cubanas, palmeras,  loros, palabras y giros idiomáticos de la Isla, llevados a  su ciudad natal por soldados, marineros y funcionarios, que regresaron en 1898 tras el fin del colonialismo español.  En el poema evocó a su mamá tocando en el  piano guajiras,  habaneras y otras piezas musicales de la hermosa isla. Explicó que también le rodeaba el  humo de tabaco de su padre, que estuvo en Cuba como soldado del Ejército Colonial.

Rafael Alberti desde  1917 residió en Madrid,  pero cinco años después, por  problemas de salud se estableció en la Sierra  de Guadarrama, donde empezó  a escribir sus primeras poesías,  entre ellas las que dieron origen al libro  “Marinero en tierra” con el cual obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Nuestra visita tenía el objetivo de tomar su testimonio sobre el mensaje que  su esposa, la escritora española María Teresa León leyó en Roma, cuando por decisión del gobierno de Estados Unidos fue asesinado el Comandante Ernesto Che Guevara en La Higuera el 9 de octubre de 1967 y comunicarle que sería incluido  en  nuestro libro “La CIA contra el CHE”.

Rafael Alberti muy emocionado comenzó a  llorar. Habló de un poema al Che,  que prometió entregar a través de su hija Aitana, radicada en La Habana. Poco tiempo después cumplió su promesa.

El poema dice:  “Te conocí de niño / allá en el campo aquel de Córdoba argentina, / jugando entre los álamos y los maizales, / las vacas de las viejas quintas, los peones… / No te vi más hasta que supe un día / que eras la luz ensangrentada, el norte, / esa estrella / que hay que mirar a cada instante / para saber en dónde nos hallamos.”

De las notas tomadas de aquel encuentro, de conversaciones con su hija Aitana y consultando despachos de prensa y otras informaciones podemos afirmar que  Alberti conoció a su esposa  en 1929, estaba casada, tenía dos hijos y   tres años después contrajeron matrimonio. Ella  recibió una beca para estudiar el movimiento teatral europeo y viajó  a Berlín, Moscú, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda. En 1934 volvió a  la Unión Soviética para asistir al Primer Congreso de Escritores de ese país.

Alberti recordó su  primer viaje a Cuba,  acompañado de su esposa para  cumplir una  misión del  Socorro Rojo Internacional y denunciar la brutal represión del gobierno español a los obreros de Asturias, militaba en el Partido Comunista, tenía vínculos con varios cubanos y amistad con  Alejo Carpentier. Llegaron  a La Habana en abril de 1935, procedentes de Nueva York, en tránsito hacia México, se  hospedaron en el hotel Sevilla y  recorrió la ciudad, que desde antes de llegar la consideraba suya.

Conoció que  entre los miles de presos políticos se encontraba Juan Marinello quien desde la prisión coordinó sus encuentros,  recitales y conferencias. Visitaron la cárcel de mujeres de Guanabacoa y compartió con los poetas Regino Pedroso, Ángel Augier y Félix Pita Rodríguez.

Durante la Guerra Civil María Teresa León fue  secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas,  fundó la revista “El Mono Azul”, estuvo en la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico Nacional que protegió  las obras de arte del Museo del Prado y de El Escorial. Conoció y estableció amistad con la italiana Tina Modotti, juntas trabajaron en defensa del pueblo español y María Teresa escribió que algún día se colocaría una placa en una de las rocas de  la Sierra de Guadarrama en homenaje a la  luchadora antifascista y comunista.

En Madrid en una conferencia en la Universidad Complutense y en el Distrito de Getafe, hablamos del papel revolucionario de ambas luchadoras. Un  grupo de jóvenes, del circulo Julio Antonio Mella encabezados por Daniel Horrillo y Atocha Hidalgo de la solidaridad con Cuba prometieron cumplir ese deseo.

Un año después recibimos un video con los que acudieron hasta esa Sierra  para cumplir con María Teresa León, declamaron el poema de Rafael Alberti “Presencia de Tina Modotti”, leyeron un mensaje de su hija Aitana y en una roca colocaron la placa. También le rindieron homenaje a Julio Antonio Mella, la cubana internacionalista María Luisa Laffita y a la española Matilde Landa. El video fue proyectado en España en varios grupos solidarios con nuestra Revolución y en diferentes instituciones cubanas, mexicanas e italianas. 

En 1939 al terminar el conflicto bélico, Alberti y María Teresa emigraron a Francia, trabajaron  como  traductores y locutores de la radio  Paris-Mondial para las emisiones a América Latina. Luego se trasladaron a la Argentina y en  1941  nació su hija  Aitana en la ciudad de Buenos Aires. En  1963 se trasladaron a Roma.

María Teresa León era  licenciada en Filosofía y Letras,  fundadora de la revista Octubre, donde publicó  su obra “Huelga en el puerto”. Nació en Logroño el 31 de octubre de 1903, hija de un Coronel del Ejército.  Su tía fue  la primera mujer en España que obtuvo un doctorado en Filosofía y Letras.

Alberti y María Teresa condenaron la injerencia del gobierno de Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba. Después de la caída del dictador Gerardo Machado eran ellos los que trataban de dirigir  los destinos del país. La pareja permaneció en  La Habana tres semanas, apreciaron las manifestaciones de rebeldía del pueblo y el surgimiento de un proceso revolucionario. Publicó en la revista Octubre un vigoroso poema titulado “¡Salud, Revolución Cubana!”

Volvieron a Cuba en 1960,  25 años después, donde permanecieron 24 días. El  8 de abril, en el teatro de la Central de Trabajadores de Cuba, Alberti junto a Nicolás Guillén, lanzó la propuesta a los poetas del mundo para adquirir el avión de la poesía para defender el cielo cubano. Se reunió con escritores y poetas y visitó a Ernest Hemingway en su finca de la Vigía. El matrimonio llegó a Santiago de Cuba, visitaron el Cuartel Moncada,  parte de la Sierra Maestra y la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, así como  lugares de interés histórico y cultural.

Con relación al mensaje de Rafael Alberti, leído por María Teresa León en la  gran manifestación en Roma condenando a Estados Unidos por el asesinato del Che, dice:

“Yo traigo el dolor y la pena de Rafael Alberti, y con la mía, la de todos los exiliados de España, y el dolor de los que se quedaron allá con la mirada vuelta hacia la libertad, el dolor de la juventud española que no dobla las rodillas y que había visto en el Che Guevara un héroe del rabioso tiempo presente de nuestra América Latina…

”Murió en su ley, próximo a la América más pobre, más abandonada, despojado de todo, menos de su esperanza.  En el lugar en que lo asesinaron brotarán dos fuentes: la de la libertad y la de la justicia.

“Los indios bolivianos, los desheredados de un continente, murmurarán su nombre, dirán que está vivo, que golpea a sus puertas porque tiene sed y dejarán en las ventanas una jarra de agua para que el Che beba al pasar.  Porque pasará y recorrerá todo un continente y su nombre será la fuerza del futuro, la alta estrella de la Cruz del Sur que llamará a toda la América a alzarse y luchar por su independencia política y económica contra todos los dominios extranjeros.” .

Diez años después regresaron a España, María Teresa estaba muy enferma, había perdido la memoria, no reconocía a sus amigos y Rafael Alberti fue elegido diputado por el Partido Comunista. Luego  renunció para proseguir su tarea literaria y dar recitales por casi todo el país.  Recibió numerosas distinciones y homenajes, entre ellos en 1983 el  Premio Miguel de Cervantes.

Con Rafael Alberti nos volvimos a reunir, estaba interesado en nuestras investigaciones históricas en Bolivia. Al comentar el mensaje leído por María Teresa en Roma, donde  dice que el Che tenía sed y que los campesinos dejarán en las ventanas una jarra de agua para que beba al pasar, le contamos nuestra visita a Ipitacito del Monte, una palabra en guaraní que significa “poquita agua” o “casi no hay agua en este monte”.

Le referimos la entrevista con el campesino  Ruperto Farell  publicada en nuestro libro  “De Ñacahuasú a La Higuera”. Se interesó vivamente y le prometido regalárselo. Sobre  esa narración,  copiamos algunas partes para ustedes:

“A las siete y treinta de la noche del día 28 de mayo de 1967, los guerri­lleros llegaron a Ipitacito del Monte, una aldea guaraní donde el Che conversó con el campesino Ruperto Farrell y tomó como testigo de un acta que levantó sobre los productos que necesitaron de la tienda.  Veinte años después llegamos a ese caserío y lo entrevistamos.

“Tenía como 60 años de edad, alto, delgado,  medio encorvado, simpático, risueño, de mirada expresiva. Al sonreír dejaba ver los pocos dientes que le quedaban, mostraba vitalidad y gesticu­laba al recordar y narrar todo lo vivido. Para él fue un extraordinario acontecimiento, el haber conocido al Che…

“En un español entrecortado, pero comprensible explicó: “Che Guevara estuvo aquí, llegó por acá, llegó de noche. Yo vivía ahícito, en la misma esquina… primero viene camioneta y atrás ca­mión grande. Así llegó Che Guevara a Ipitacito del Monte, que quiere decir, hay poca agua en este monte.”

Repitió  las preguntas que le formuló, entre ellas acerca de los caminos y afirmó: “El Che tenía planos. Yo lo marcaba en la tierra, se lo hacía en tierra así, y él lo veía en el papel, en el plano de él. Yo le digo: “Es el rancho de Salitrá”. Y él responde: Lo tengo. “Es el camino de Caraguatarenda.” Lo tengo…

“El Che sabe todo, conoce todo. Me pide que haga camino a Canaguaso, y lo hago en la tierra y él tiene plano en la mano. Él pregunta: ¿Y una casa de tejas que hay un poquito más allá? Y yo le digo. ¡Él tiene todo anotado!, todo lo tiene. También el camino que va a Cororuta.”

Ruperto Farrell expresó: “Fue amistoso, cordial. Yo le dije que se siente y le ofrecí una silla.” Ruperto se apoyó en un taburete, con un acto de demostración y dijo: “Él se apoyó en la silla así y no quiso sentarse. Esta es la misma silla…”

Mientras hablaba señaló con su mano hacia el camino que lleva a Itay y prosiguió: “ Han ido en camioneta. Serían 40, puede ser, yo no los vi a todos. Era un taxi chiquito y un camión grande. Él me dijo: ¿Tened miedo, Ruperto?, y le dije: ” ¿Pa, qué voy a tener miedo?, yo soy gente, usted también es gente”. ‘Entonces yo le pregunté: “Señor. ¿Dónde va usted?” Y él dijo: “Donde hay agua, ahí voy a vivir.”

Ruperto Farrell  concluyó: “Por eso cuando veo lluvia o manantial claro, digo: ‘¡Ahí vive el Che Guevara!”’

En su viaje de  1991  Rafael Alberti  visitó  la Casa de las Américas, compartió con Roberto Fernández Retamar y otros intelectuales, recibió las llaves de la Ciudad y  el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad.

La prensa reflejó que Fidel lo condecoró con la Orden José Martí, la más alta distinción que otorga el Estado cubano y luego sostuvieron una larga conversación. Hablaron de la violencia de la época, las brutalidades del imperialismo norteamericano, la destrucción, muertes, desastres naturales, la tragedia de la Guerra Civil española, las agresiones y amenazas de Estados Unidos contra Cuba, y que Fidel le dijo: “Estamos vivos de milagro” y Alberti  respondió: “Es que los milagros existen.”

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