Creado en: febrero 12, 2024 a las 11:24 am.
Temas, convergencias y perspectivas entre danza y literatura
Por Noel Bonilla-Chongo
Muy pronto, la venidera edición de la Feria Internacional del Libro 2024, volverá a poner en diálogo reflexivo las relaciones que se establecen entre danza y literatura a la hora de concebir coreografías. De ahí que, reflexionar sobre la actividad compositiva en la danza escénica, en tanto estrategia expresa de fabulación que podría caracterizar la certidumbre poética de coreógrafas y coreógrafos, es fundamental. Me parece pertinente ir abordando gradualmente ciertos elementos estructurales (texto, imagen, noción espacial, sonoridad, escenografía, azar, ritmo, dramaturgia, etc.) relacionados en la creación dancística, argumentando su accionar directo sobre la composición, más allá de la posible autonomía que pueda tener un texto literario o una imagen como convergencia o circunstancia.
Ya lo hemos anotado, para materializarse espectacularmente, la danza necesita apoyarse en los principios de la composición, proceso unificador que apunta a ensalzar todas las partes de la obra coreográfica. Ahora, en el entramado coreográfico se debería legitimar todas esas partes a partir de un sistema de relaciones significativas, dígase, contenedora de propósitos intencionados. En ese sentido, los textos literarios (poéticos, narrativos, filosóficos, ensayísticos, testimoniales, etc.) constituyen una de las fuentes privilegiadas de la creación coreográfica contemporánea. Conocemos la predilección (incluso, sin coquetería ni complacencia) de coreógrafas y coreógrafos al referir en el programa de mano de sus espectáculos, la emoción o la iluminación que les provocó la lectura de determinado poema, narración, diario, artículo, correspondencia cruzada, etc., de algún autor o autora de moda o clásico. A veces, citan directamente una muestra en frases, párrafos, palabras sueltas, etc., que les inspirara para crear, al punto que, en muchas ocasiones, pretenden que dichas palabras sustituyan o signifiquen autónomamente dentro de su entramado coreográfico.
Sobran ejemplos de relaciones danza-literatura/danza-texto tanto en la nuestra como en grandes coreógrafos del mundo. Desde el universo poético y epopéyico griego en varios ballets de Iván Tenorio o las tragedias de Shakespeare por coreógrafo holguinero radicado en Camagüey José Antonio Chávez. Desde las lecturas de Dulce María Loynaz por Marianela Boán, hasta la asunción del ideario poético de Lezama Lima por Rosario Cárdenas en su “combinatoria de la danza”.
Autores y obras literarias de géneros diversos y con probado reconocimiento, han inspirado la fecundidad, la sensibilidad, la imaginación y el pensamiento coreográfico de muchas creadoras y creadores en la danza cubana de todos los tiempos. Quienes, a su vez, no siempre manifiestan haber quedado rendidos por la lectura a priori de la singular y contundente personalidad o por el contexto histórico cultural en que se desarrolla el autor o la autora objeto de atención. Pero, si nos detenemos en ello, veríamos que no deja de ser paradójico, dejándonos constatar que, al contrario, en la mayoría de las coreografías se “leen” los textos a partir, incluso, de formas invisibles. Pareciera que la danza no puede abordarlos sino reduce los contenidos o la forma lingüística como búsqueda afectiva e intelectual de sentido solamente dentro de dimensiones semánticas y expresivas del mensaje textual enunciado; siendo “suficiente”, para convencer, reportarlos en los textos de presentación que figuran en las notas al programa o a través de una alocución en off antes de abrir el telón, a través de las cuales, el espectáculo coreográfico intenta sino justificar o, al menos aclarar el porqué de las elecciones de sus fuentes textuales. Como si la obra de danza se conformara generalmente en enfatizar, ya sea en la fuerza o en el impacto de la emoción recibida, ya sea en la riqueza de la idea o en el poder de las imágenes sugeridas y no precisamente en las posibilidades del texto como “soporte casi milagroso para que la lectura instaure un mundo nuevo” allí donde cuerpo, espacio y tiempo operan desde otra pragmática lectora.
Curiosamente, creería que se encubre el hecho que esas lecturas fueron efectuadas por captores inusuales trabajados desde la sensorialidad y la motilidad sutil de una corporalidad danzante y no por la visión contemplativa, pasiva y distanciada del ojo de un lector cuyo cuerpo no posee otra experiencia que las de una práctica utilitaria y cotidiana, que olvida la complicidad y la ingeniosidad de la creación o del compromiso concreto con la actividad investigativa/creativa de la danza. En ese sentido, hay muchas piezas coreográficas que aparentan no apreciar en su justo valor el privilegio y la singularidad de su estatus corporal, como tampoco la especificidad y el conocimiento prácticamente ilimitado del poder que ellos confieren a sus aproximaciones, interpretaciones o alterabilidad de la materia (información) textual en sí misma.
Nótese, por ejemplo, el libro Danza y literatura, ¿qué relación?, de la investigadora mexicana Dolores Ponce quien confirma en el texto, no sólo su profundo conocimiento y pasión por la literatura, sino también su notable comprensión de la danza, que la ha llevado a producir ensayos de lectura obligada para todos los públicos y en especial para artistas e investigadores de danza. En los ensayos que componen esta obra se muestra no sólo la multiplicidad de relaciones entre dos artes, sino principalmente la ubicuidad del movimiento y la danza en la literatura, en particular en la narrativa de ficción, cuando ésta se escudriña con los conceptos generados por los estudiosos del movimiento y la danza.
A tales efectos, propongo en próximas entregas de esta serie temática acercarnos de manera operativa a ciertas modalidades prácticas de lecturas propiamente coreográficas de textos y el uso del “Alfabeto del movimiento” desde donde emergen “nuevas vías de exploración del campo lingüístico y, por consiguiente, de composición y creación”. Pues, en esas franjas que se cuecen entre danza y texto hay mucho camino por sistematizar y andar en la literatura y danza cubanas de ayer, de hoy y quizás de un mañana que aún está por tejer sus posibles escorzos. Los días habaneros de la Feria como en otras zonas del país, nos permitirán comentar el texto de Dolores Ponce para seguir juntándonos alrededor de temas, convergencias y perspectivas que nos lanzan las relacionalidades entre danza, literatura, escritura y pensamiento.