Creado en: julio 14, 2021 a las 12:03 pm.

Frank Emilio Flynn

Frank Emilio Flynn, virtuoso pianista cubano

Karen González León

El niño transfigurado en músico

Frank Emilio nació el 13 de abril de 1921, de la unión de Digna María Rodríguez Bustamante y el norteamericano de origen irlandés Francisco José Flynn Gilmartín, pero a la muerte de su madre, el padre regresó a Estados Unidos y fueron sus tíos Elvira Rodríguez Bustamante y su esposo Emilio Valdés Magallanes quienes lo acogieron como  a un hijo propio.

Frank solo veía con su ojo izquierdo cuerpos de colores sin contorno definido, y perdió totalmente la visión a los trece años. Desde muy pequeño se sobrepuso a ese impedimento. Con un piano en su habitación, no necesitaba luz para empezarle a arrebatar los más exquisitos sonidos.

En su formación musical se nutrió de diversos profesores como Juana Sánchez y Concepción Castañer, de las que tomó clases de piano, así  como de Harold Gramatges y Félix Guerrero, que lo instruyeron en otras materias como armonía, teoría y composición. También le aportaron Pedro Hernández y Ñola Sahig, y ya con treintisiete años recibió lecciones de César Pérez Sentenat, algunos de los nombres que nos dan la medida de las fuentes de las que bebió Frank Emilio Flynn.

Uno de los puntales fundamentales de su formación, y del que luego se  valió para brindarle a otros sus conocimientos, fue el sistema Braille. Sus primeras nociones de notación musical en este sistema las recibió de Julio Azanza Rodríguez1, luego siguió estudiándolo solo, hasta dominarlo con increíble destreza.

Frank aleccionó a gran cantidad de alumnos, ciegos y videntes, pero hubo dos acciones en su poca conocida carrera pedagógica que pueden ser consideradas grandes hazañas.

La primera fue su labor con los alumnos de la Fundación Cultural para Ciegos Varona Suárez, que estudiaban música como una materia complementaria a la educación general. A varios de aquellos estudiantes los insertó en las escuelas normales de música, y así posibilitó que un músico profesional no tuviera que ser empírico, sino que sus bases fueran tan fuertes como las de cualquier otro.

La otra es uno de los más grandes legados a la enseñanza de la música para estudiantes invidentes, el libro Notación musical sistema Braille, basado en un estudio paralelo de esta notación musical y la escrita en tinta. Para el proyecto contó con la invaluable ayuda de Armando Romeu, quien se convirtió en un fuerte pilar en el asesoramiento y, principalmente, en la revisión de este trabajo monumental. Romeu estudió el sistema con tal seriedad que llegó a transcribirle a Frank Emilio gran cantidad de obras que nunca había encontrado en los catálogos, como las contradanzas de Ignacio Cervantes, innumerables danzas de Ernesto Lecuona y, Rhapsody in blue y Concierto en fa de George Gershwin.

Este libro ha sido de un valor excepcional, por haber permitido que profesores de música videntes enseñaran a estudiantes ciegos. A partir de él se comenzó a impartir un seminario de  musicografía, destinado en lo fundamental a profesores y otros especialistas videntes, y a músicos ciegos deseosos de aprender los aspectos teóricos y prácticos de la notación musical en el sistema.

Detenido temporalmente por la crisis económica del período Especial, en 1997 el seminario cobró vida en las manos de Carlos Abel Ramírez2 y Joaquín Borges Triana3 que lo habían impartido desde sus primeros intentos, siempre con el asesoramiento incondicional de Frank Emilio. En esta segunda ocasión lograron incluso mantener una frecuencia anual y darle la necesaria continuidad, facilitando que los que ya lo hubieran recibido pudieran regresar al siguiente año para ampliar conocimientos.

Gracias a este texto escrito con gran profesionalismo, magnífico desde el punto de vista pedagógico, hoy contamos en casi todas las provincias del país con profesores capacitados para atender y dar seguimiento al aprendizaje musical de alumnos ciegos y débiles visuales, en escuelas de arte y de instructores de arte.

Frank Emilio también compuso algunas piezas de corte pedagógico, en las que trataba de plantear retos a diferentes dificultades técnicas de sus alumnos, con las cuales alcanzó generalmente resultados positivos. Dos fuguetas cubanas, la Danza de la mano derecha y el Zapateo cubano, se escuchaban a menudo en los programas de los estudiantes de piano.

El intérprete

Frank Emilio inició su carrera pianística cautivado por el danzón y el estilo de Antonio María Romeu. El propio Frank Emilio comentaba: “Me anunciaban como el único imitador del “Mago de las Teclas”4 Este género influyó tanto en él que mucho más tarde compondría un danzón titulado Luyanó.

Por esa época integró varias orquestas, incluyendo una típica que él mismo creara en 1934, al tiempo que era invitado a tocar con otras prestigiosas agrupaciones como la Sonora Matancera y el Septeto Nacional dirigido por Ignacio Piñeiro, y que trabajaba en varias radioemisoras cubanas. De estas últimas marcaría su carrera profesional la Mil Diez, a la que entró en el año 1946. Allí se vinculó a gran cantidad de proyectos que lo enriquecieron sobremanera. Allí surgió su fuerte nexo con el filin y sus más altos exponentes: César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Tania Castellanos, Omara Portuondo, Ñico Rojas.

Eran los tiempos en que frecuentaba la casa de Jorge Mazón, 5donde se reunía con Armando Peñalver5 y Aida Diestro7, entre otros, para escuchar la música de su preferencia e intercambiar criterios. Su labor fundamental con el filin se dirigió al trabajo de acompañamiento a cantantes, especialmente cuando otros músicos, principalmente extranjeros, se interesaban en escuchar las obras de algunos de nuestros compositores. Pero más importante aún fue su forma tan especial de interpretar el género. Lejos de ser un “pianista sin estilo propio”, como él mismo confesara, fue un maestro de estilos, con los que jugaba a su antojo, sabiendo adaptarlos en su momento justo. Él, con su natural modestia, nunca se reconoció como uno de los músicos que más le aportara al género, pero los integrantes de aquel movimiento si sostienen tal juicio hasta nuestros días.

Fue una gran experiencia su prolongado trabajo con el conjunto Loquibambia que integraban José Antonio Méndez en la bajo y la guitarra prima y Alberto Menèndez en la segunda, Oscar Kiko González en el piano, con las voces de Omara Portuondo, Leonel Brabet y Eligio Varela. Esta agrupación cultivaba música norteamericana y populares números de jazz de la época, además de algunas canciones del filin, con profunda influencia norteña en sus arreglos e interpretación.

Comenzaron a presentarse en una emisora radial de la Víbora, en la Loma del Mazo, pasando más tarde a la  Mil Diez, que les brindó mayores posibilidades, por ser mucho más popular y llegar a mayor cantidad de público. Loquibambia tuvo una segunda etapa fuera de la Mil Diez, en la que participaron Bobby Williams y Jorge Mazón. Durante todo ese tiempo Frank Emilio dirigió el conjunto, hizo arreglos e incluso montó voces,

Más tarde transitó por otras agrupaciones como Los Modernistas,8el cuarteto de Alejandro y sus Muchachos9 pero había un género que lo apasionaba y al cual deseaba dedicarse: el jazz, el que de hecho más reconocimiento público le dio.

Leonardo Acosta10 recuerda sus primeras visitas a Frank, por los años 1954 y 1955, las que más tarde se convirtieron en una costumbre casi diaria. Entre ellos crearon una especia de hobby que consistía cada tarde en enseñarse por lo menos un tema que el otro no conociera. De esta forma, tal vez sin proponérselo, fueron creando un amplio repertorio que luego les fue de mucha utilidad cuando en 1958, a raíz de la creación del  Club Cubano de Jazz, Frank Emilio conformó un cuarteto con Wilfredito de los Reyes en la batería, Orlando Papito Hernández en el bajo y el propio Leonardo en el saxo alto. Con ellos actuó durante varias semanas para recaudar fondos con el fin de costear las invitaciones de los primeros músicos  que vinieron a tocar en las jam sessions. Durante esa época se introdujo de lleno en el género, tocó todo tipo de jazz, de cualquier año y cualquier índole.

Surgió entonces el Quinteto Instrumental de Música Moderna Cubana, cuyo origen se encontró en el trío formado por Guillermo Barreto en la batería, Papito Hernández en el bajo y Frank en el piano. La idea del quinteto se le ocurrió a Barreto mientras grababan en un estudio privado. Incluyó  a Tata Güines en la tumbadora y a Gustavo Tamayo en el güiro. Pero el nombre de la agrupación resultaba extremadamente largo para el mundo comercial, y el encabezamiento de “quinteto” los limitaba a la hora de tocar con otros intérpretes. Decidieron entonces llamarse Los Amigos, con un formato más libre para adoptar cualquier combinación experimental que resultara interesante y les abrió el camino desde el punto de vista comercial, con lo cual se hicieron muy populares entre los músicos.

“Yo no soy un compositor de propósito”,11 decía de sí mismo Frank Emilio, pues generalmente componía cuando se veía en la necesidad de completar un disco, o cuando le surgía una idea y se aseguraba de que podía aplicarla a un tema. Más que un compositor de obras, se consideraba un compositor de temas, notoriamente apreciable en las llamadas “descargas”.

Su primera obra fue un fox trot, en 1946, titulado  Tema de media noche o Midnight Theme, pero entre sus composiciones, la más conocida Gandinga, mondongo y sandunga, es considerada por muchos una de las primeras del latin jazz en Cuba. Se trata de una descarga que cuenta con combinaciones rítmicas muy complejas;  el apoyo metrorrítmico en ella es sustantivo, sobre todo para el bajista y el pianista, quienes de no estar atentos a la métrica, corre el riesgo de ser sacados de tiempo por el solista improvisador. Otras descargas de este autor muy apreciadas son Los Amigos y Reflejos ancestrales, que da título a una de sus últimas producciones discográficas, y  Guerra de flautas, también incluida en este fonograma.

El quinteto Los Amigos dio uno de los primeros pasos en Cuba hacia la música de fusión, pues hacía mucha música cubana aplicando recursos armónicos y tímbricos del jazz.12 En su repertorio incluían canciones de filin y de la música tradicional mezcladas con elementos de la música africana; apelaban en lo fundamental a sus combinaciones rítmicas. Consúltese Scherezada Chachachá 13, que comienza con el tema del famoso poema sinfónico de Rimsky-Korsakov, al que le sigue un tema en chachachá.

A esas alturas, Frank había sumado a su experiencia aislados trabajos que muchas veces se reducían a suplencias de pocos días o invitaciones a tocar con algunos importantes jazzistas de otras latitudes sobre todo norteamericanos y canadienses. Fueron breves pero medulares contactos que le enriquecieron de manera vital, ampliaron su visión genérica y le aportaron grandes conocimientos en cuanto a genuinas técnicas del jazz, y a su desarrollo rítmico y armónico.

La última década de la carrera musical de Frank Emilio se tornó muy intensa, colmada de conciertos en Cuba y giras por otros países lo cual puso de manifiesto el incuestionable valor de su obra.

No por ello, sin embargo, ha sido Frank Emilio Flynn justamente ponderado y reconocido en el lugar que le corresponde dentro de la historia del jazz cubano. Aunque nunca falte entre los grandes quien, como su entrañable amigo Luis Carbonell, le aprecie: “Frank tuvo el prestigio y el valor intelectual de estar muy adelantado en la música, era un hombre que tenía una capacidad de improvisación increíble y una capacidad de lectura también prodigiosa”,14 entre otros extraordinarios méritos aquí esbozados.


1 Director de la Asociación Cubana de Ciegos, en  la que Frank Emlio comenzó sus estudios primarios y más tarde impartió clases.

2 Carlos Abel es actualmente el director del Centro Cultural de la ANCI, además de ser director de estos seminarios de museografía, excelente y transcriptor.

3 Periodista y crítico de arte del diario Juventud Rebelde,  de El Caimán Barbudo y otras publicaciones, transcriptor y especialista en cifrados musicales escritos en Braille. Al igual qye Carlos Abel, fe de los alumnos más destacados de Frank Emilio.

4 Mayra A. Martínez. Frank Emilio, aprendiz y maestro”!, en  Cubanos en la música, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1993, p. 224.

5-Guitarrista Guitarrista y compositor y uno de  los iniciadores del movimiento del filin (la Habana, 1920-?)

 7-Pianista y arreglista y directora del cuarteto femenino , las D’ Aida fundado en 1952. Se vinculó al filin desde  sus inicios (La Habana, 1928-1973)

7

8 Con la colaboración de su amigo José Antonio Méndez en la guitarra, Isauro Hernández, en la percusión Oliveiro Casanova y Justi Barreto, y como cantantes Pepe Reyes quien se convirtió en la voz de los boleros. Francisco Fellove cantaba las guarachas, los sones y otras piezas más movidas, fundamentalmente de la música bailable cubana.

9 – Contaba con Alejandro Fernández como cantante y director, y con un bajista, un tresero y Frank Emilio en el piano. Tocaban música cubana bailable.,

10 Saxofonista, escritor y destacado musicólogo. Formó parte como instrumentista de varias agrupaciones de música popular cubana y de jaz..

11 Entrevista realizada a Frank Emilio conducida por Raúl Fernández  y Radamés Giro para el Oral History Program of the National Museum of American History, Smithsonian Instiitution.(En colaboración con la Uneac).

12 Barreto un verdadero maestro. En este último aspecto, en la combinación de timbres, era

13 Por ser Frank quien popularizó esta obra, muchos le adjudican su composición pero lo cierto es que pertenece al catálogo creativo de Giraldo Piloto.

14 Entrevista realizada por la autora el 29 de diciembre de 2001.

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