Creado en: marzo 30, 2021 a las 08:29 am.

Otra generación: La misma palabra

Tienes la palabra fue la frase escogida. Una selección plausible de los intelectuales cubanos para rememorar aquel encuentro con Fidel, recogido en la historia como Palabras a los Intelectuales y sin dudas uno de los discursos más polémicos en la historia de Cuba.

La manipulación política, la hipérbole intencional de fragmentos analizados fuera de contexto por nuestros enemigos, la mala fe de algunos que no cumplieron con la condición de optimistas a la que convocó el líder cubano y también los errores cometidos por quienes confundieron el camino, entorpeciendo el espíritu de sus palabras, con revisionismos  e inflexibilidades, tergiversaron durante mucho tiempo la esencia de aquel encuentro.

Palabras a los Intelectuales es mucho más que un discurso. Deviene programa cultural de la Revolución y es comprensible que en aquellos momentos de efervescencia y voluntades, de recelos  y desconocimiento, no se comprendieran a cabalidad.

Creo que las palabras de Fidel fueron también su  definición de la cultura. Compartió, aquel 30 de junio de 1961,  sus referencias del fenómeno cultural. La visión del joven abogado en el afán de que la cultura asumiera el carácter inclusivo y transformador, el carácter sanador de una sociedad dañada por años de sufrimiento, fue lo que sometió a consideración de su auditorio. 

Por eso dejó claro que la Revolución era defensora de la libertad y no podía ser por esencia enemiga de las libertades. Su interés era alertar que el naciente proceso no se proponía asfixiar el espíritu creador de los artistas. La Revolución se convertía de hecho en inspiración y tema recurrente en los hechos culturales.

Palabras… mostró que todos los artistas no tenían que ser revolucionarios y que la máxima de esa condición era pensar primero en el pueblo y en sus necesidades. Que esa comprensión de la realidad objetiva de Cuba y la historia vivida por la intelectualidad hasta la fecha podría causar alguna duda en los asistentes al encuentro, es algo sencillo de comprender. Pero la Revolución de Fidel y los barbudos de la Sierra Maestra, la construida por el pueblo y para el pueblo, tenía el derecho de existir y era incluso un reclamo de las mayorías.

Balancear la vida material y espiritual, en el proyecto que Fidel defendió desde los inicios como programa político, implicaba niveles de bienestar que iban más allá de los derechos. Incluía la posibilidad de disfrutar al máximo esos derechos. No se trataba solo de acceder al teatro o al cine, sino la posibilidad de desarrollar una capacidad crítica, una capacidad de interpretación que garantizara el máximo disfrute del hecho artístico.  

Releer, y más que eso contextualizar el discurso Palabras a los Intelectuales, ejercicio al que nos convocó el Presidente Miguel Díaz- Canel durante la clausura del IX Congreso de la UNEAC, arroja mucha luz sobre ese texto. Visionario, Fidel le habló al futuro. Pintó la Cuba deseada en materia cultural y puso en manos de los asistentes el instrumental teórico para su construcción. Por eso fabuló con la idea de los artistas y los escritores del futuro, reunidos con los  hombres del gobierno, después de que la cultura hubiera alcanzado el extraordinario desarrollo al que aspiraba la dirección del país en aquel entonces.

Para esos escritores y artistas del futuro proyectaba Fidel sus ideas y ese futuro es hoy. Somos los jóvenes de hoy los que, en aquella cita de la Biblioteca Nacional, fuimos descritos como el talento que abundaba en todos el país y debía ser encontrado. A fin de cuentas, Fidel reconoció al pueblo como el gran creador.

A las luces de la Cuba de hoy, luces diversas y de una riqueza esencial incuestionable, las palabras de Fidel se convirtieron en realidades. Los sueños tomaron forma y su idea, sostenida luego en sentencias como aquella de que la cultura era lo primero que debía salvarse, se materializó en resultados concretos.

Nuestra cultura es fuerte. Esa es la razón por la que es atacada con vileza. La cultura cubana ha sobrevivido a la banalización, al mercantilismo enajenante, a la deshumanización, a la lentejuela amarillista y la pérdida de identidades que abundan hoy en otras regiones del orbe. Los cubanos somos nuestra cultura y se nos reconoce por la belleza, el cuidado formal, la ética en las propuestas y los valores que se forman a través de ella.

La actual generación tiene la suerte de recoger los frutos de aquellas palabras. Quienes se equivocaron en el camino reconocen hoy la claridad de Fidel ratificada al declarar a la cultura escudo para defender y espada para conquistar. Desde aquellas Palabras…, el Comandante en Jefe, hombre también de letras, sostuvo que Revolución significaba más cultura y más arte.  Habló Fidel de una generación mejor y esa responsabilidad fue asumida, ese propósito fue alcanzado con creces.

Sesenta años después no tenemos la presencia física del líder. Nos quedan su ejemplo, sus convicciones, su legado, sus ideas. Nos  quedan también sus palabras. A los intelectuales de entonces alertó: ¡Teman a los jueces de la posteridad, teman a las generaciones futuras que serán, al fin y al cabo, las encargadas de decir la última palabra! Hoy, la nueva generación agradecida, puede decirle que la palabra es Revolución y somos felices construyendo el futuro dentro de ella.

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