Creado en: abril 28, 2023 a las 08:45 am.

Fina lee La Edad de Oro, Ismaelillo y Versos sencillos

A este poema de la revista dedica páginas antológicas Fina García Marruz en su no menos definitivo ensayo “La Edad de Oro[i] escrito en 1962 y publicado en 1969. Leamos nada más sus atinados comentarios sobre la playa, sus observaciones sobre la profunda capacidad de sugerencia de cada uno de los elementos del poema. La escritora saca a la luz con naturalidad el enlace subrepticio, el comentario sutil que entreteje, a través de los ecos, el texto con su entorno. Son reflexiones que desbordan la sabiduría que hay en la poetisa. Pero nos quedamos con su juicio sobre la actitud del niño ante los versos, tan novedoso y legítimo:     

 Un niño siempre gustará más de un poema que no entiende del todo que de otro hecho sólo para que él lo entienda. ¿Y quién puede saber de antemano lo que entiende y lo que no entiende un niño o cómo lo que no entiende opera sobre lo que entiende, abriendo la vía a ese superior conocimiento que resulta del contacto con aquello que nos sobrepasa?[ii]

Es en el decurso de la década de los ochenta que encontramos los más jugosos trabajos sobre Ismaelillo, piénsese sino, en el ensayo de Fina García Marruz “En torno al Ismaelillo[iii]  de 1987. La ensayista de excepción comienza refiriéndose a aspectos que tienen que ver con la génesis formal del libro, y describe lo que no va a hacer, que es precisamente, lo ya hecho por Ángel Augier en el estudio que le dedicó a Ismaelillo en 1970. Es decir, está dialogando críticamente con otros estudiosos que por esos años se habían acercado al libro como Mary Cruz y Augier. Seguidamente expone los propósitos de su ensayo: “Lo que ahora nos ocupa es un objetivo más preciso y limitado: el de la visualización de su contenido temático, en las viñetas que acompañan al libro, y también su relación con otra fuente, que no es ya la directa hebrea sino la griega, la de el Niño – Amor del poema de Anacreonte, sobre todo en la traducción de Martí.” [iv] Fina ahonda en antecedentes temáticos y estilísticos que ya, según la autora, prefiguran el universo creativo del Ismaelillo, y en la relación de las viñetas del libro con poemas anteriores de Martí, genéticamente vinculándolos a él. Explora vínculos con diversas figuras de niños descritos en la obra del Maestro que recuerdan, y a veces anteceden, las maneras de Ismaelillo. Realiza en un acápite un estudio diacrónico y metapoético de las viñetas, así como de otros dibujos en la obra del poeta. Hurga en todas los posibles elementos que anuncien o sugieran la venida y concepción de este proyecto que fue Ismaelillo. Hasta este momento hemos visto como los ensayistas han profundizado en lo singular del libro. Fina cree necesario establecer un vínculo, un puente con esa obra creativa anterior, y demostrar cómo este hallazgo no nace de la nada, sino que es una especie de exabrupto  muchas veces pensado.[v] La penetración y sensibilidad telúrica del estilo de la ensayista han hecho huella definitiva y luminosa en los estudios martianos.

Quiero hacer referencia también al ensayo de Fina García Marruz titulado “Los Versos sencillos”, incluido en la Revista Casa de las Américas n. 200, en 1995. Es un rastreo de la formación del estilo que cristaliza en Versos sencillos a través de los Cuadernos de apuntes de Martí, en especial el 18, donde hay algún que otro borrador de los poemas del libro. Es una deuda que tenía la aguda ensayista con el poemario, al que no le había dedicado un único trabajo de fondo. Fina en sus procederes exegéticos es discípula emérita de Martí, explora con regusto y frutos lo analógico, ve la obra de Martí como un universo donde todo se relaciona, y se deriva en orden doble – ascendente y descendente-.


[i] Fina García Marruz. “La Edad de Oro”, en Temas martianos, 1ra serie, Biblioteca Nacional José Martí, l969, p. 294.

[ii] Ibídem, p. 188.    

[iii]  – Fina García Marruz. “En torno al Ismaelillo” en Letras. Cultura en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, 1997, p. 79 – 112. El ensayo se publica por primera vez en el Anuario del Centro deEstudios Martianos, n. 10, 1987, pp. 73 – 111. Consideramos antecedente de este trabajo el acápite dedicado al poemario en su estudio “Los versos de Martí”, recogido en Temas Martianos, Primera Serie, Biblioteca Nacional, La Habana, 1969, p. 241 – 243. Allí deja claros los contrastes entre las personalidades de Martí y de Darío en su condición de iniciadores del movimiento modernista:

Nada más lejos de este tono de vergüenza con que se refiere a su tierno librillo al enviarlo a sus amigos que la conciencia que muestra Darío al referirse a los suyos declarando: «el movimiento de libertad que me tocó iniciar…» Martí es apenas consciente de una participación personal en el hallazgo: muestra, por el contrario una cierta sorpresa ante esa «visita» exterior, y en ningún momento la relaciona con nada parecido a un movimiento literario, esto es, ligado a la letra, sino que esta «musa nueva» que no es sino un niño, un pequeño duende, lo primero que hace es echar abajo los libros de versos de la mesa […] y – como la poesía que estaba con él naciendo « de entre polvo de libros/ Surgir radiante» – todo él frescura, bríos, ausencia de formalismo serio, inocencia. P. 241

Es interesante comprobar cómo la ensayista aplica a la comprensión del discurso poético de Martí en Ismaelillo el método analógico. Este proceder, que nuestro escritor exploró hasta alcanzar frutos depurados, Fina lo hibrida, diría yo, más deliberadamente al pensamiento crítico literario: “Ver en la página estos versos es como ver un riachuelo estrecho que ondea. La novedad no es en ellos extravagancia sino frescor intocado, raíz. Hay como un misterio de los verbos, en este brevísimo libro: las palabras parece que girasen visiblemente como enormes alas, con un ímpetu doloroso y corto, de ave de presa golpeando un cristal, detrás del cual se viese al «batallador volante», al «caballero del aire», lejos, en vuelo libre”. P. 243. Al final del acápite coincide con Cintio en la presencia de saltos de un orden de realidades a otro en Ismaelillo, pues como ella dice la musa «nueva» era traviesa, contradictoria, nada causalista.

[iv] – Ob. Cit., p. 80

[v]  – Ver George Christopher Lichtenberg. Aforismos, Editorial Edhasa, 1990, Barcelona, p. 103.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *