Creado en: abril 20, 2022 a las 08:53 am.

Historia de un abrazo: la poesía como ensayo biográfico

Por Charo Guerra

Es la segunda vez que presento un libro de la poeta Caridad Atencio. Por eso me pareció pertinente validar la lectura de El libro de los sentidos en Historia de un abrazo, como el río creciente que es toda producción de un escritor. Al hacerlo hallé confirmaciones entre ambos: sucesiones de ideas e, incluso, personajes esbozados en el primero visitando también este poemario, con una presencia más sólida y madura. Las atmósferas que, desde mi punto de vista, pedían seguir siendo contadas en El libro de los sentidos, creo que han continuado latiendo en su experiencia poética y acuden a Historia de un abrazo filtradas,  gracias a ese perfil labrado a base de amarguras y fidelidades desgarradoras, por más exactas, truncas y contenidas que ellas puedan ser. Y con esas palabras he citado el proemio que incluye en la página 9, para avisarnos acerca del tono de este conjunto estructurado en dos partes: Árbol que no quieren ver (I y II) y La vigilia congelada.

Historia de un abrazo sondea más en asuntos del alma, en el valor del ser, que es, me atrevo a decir, la materia poética esencial de la autora. Fuente, centro, entorno, manifestante y protagonista, ella continúa la búsqueda exploratoria desde de sí misma y, en uso de tales roles, afronta el riesgo de las lesiones que implica la verdad. Es la poeta, la emancipada; la madre y la hija; la abrazada y la que extiende los brazos y acoge. Así lo declara: “[hija] soy tu brazo derecho,/ tu brazo izquierdo,/ incluso tu cerebro” y en otro texto [soy quien] “derrama mi sangre y no la tuya”.

En este poemario, donde, como escribiera el poeta Antonio Armenteros, sorprende “una progresiva transformación lírica”, Caridad retoma los límites, las libertades inciertas, el abandono y los refugios seguros del amor. Hay muchos clamores, todos organizados en diálogos lingüísticos intergenéricos, mediante los cuales ejercitará maneras de ensayar la poesía e, incluso, maneras de ensayar (desde la poesía) el ensayo en sí mismo. Sus textos registran sucesos paralelos a la escritura del verso: las apostillas, las contingencias, los testimonios de diferentes tiempos, que no aísla más bien los funde, y en los cuales algunas construcciones o palabras irán ganando otros lugares, retomadas de modo gradual durante el acto de crear (cofre, cenizas, negatividad, abuso, árbol y otras), y se vuelven indicios para hallar la documentación de sus axiomas, su alerta a ultranza de los peligros y de las muchas corazas que deben procurarse contra los aplastamientos.

La expresión poética ha sido dispuesta en función de proteger a la madre-mártir, que actúa espontánea sin otro mandamiento que el amor, hasta dejar establecido que: “Eso que la conciencia concibe como heroicidad es vulgar destino”. Me impacta ese convencimiento de Caridad (heroicidad/vulgar destino) y la sabia precisión con que nos cuenta que lo ha descubierto más cerca de su muerte que de su nacimiento. Creo que, en este poemario, son los golpes de la realidad los que han desatado la profunda mirada filosófica, la urgencia de compartir experiencias comunes, sutilmente aleccionadoras desde el repertorio de ideas e imágenes implícitas en cada una de sus evocaciones. Historia de un abrazo re-crea episodios del día a día que están ante nuestros ojos y no vemos porque requieren desmontaje, sensibilidad, tiempo de observación, asimilación y práctica del extrañamiento. Confluyen aquí hija, madre, esposa, mujer en intersticios cuya complejidad solo podrán desentrañarse desde una poesía que se proyecte como ensayo biográfico, a riesgo de desnudar a la autora en medio de una plaza. Porque los sentimientos no retornan al origen, a menos que sean reconvertidos al llamado que hace el lenguaje del espíritu que es quien sí sabe y sí puede, como nos recuerda la autora, describir “su dibujo”.

Han pasado algunos años desde que me detuve en El libro de los sentidos. Ahora –como espectadora de su trabajo en el Centro de Estudios Martianos– observo también en Historia de un abrazo connotaciones vinculadas a su profesión. Se me hace explícita la relación que subyace en el pensamiento de la investigadora Caridad Atencio, la pasión e inteligencia con que hilvana sus análisis acerca de la obra de su objeto de estudio poético (José Martí), los rumbos de su mirada y la amplitud con que se adentra en el mundo de él, sus influencias, todo lo cual deja expuesto como hallazgo y aprendizaje en sus ensayos y, a la vez, como consecuencia inevitable, natural (diría yo) expande como saber de manera libre y traslada inconscientemente a la operatoria de su literatura como autora. Martí es huella latente en su escritura. Por ejemplo, cuando leo estos versos en los cuales quedan poetizados conceptos que lo recuerdan: “La madre/ es como/ un héroe/ de la patria…” o “Madre es como la tierra…”. Incluso en la elección afectiva de la figura maternal que recorre el libro de principio a fin. Ese saber, ese modo de penetrar la sensibilidad del poeta que fue Martí y entrar en su mundo se ha convertido en ella en ejercicio de auto-reconocimiento.

En Historia de un abrazo, Caridad acaba de entregarnos una obra que retoma también las defensas de las luchas a las que nunca ha renunciado y quizás por las cuales comenzó a escribir: derechos y conciencia de género, inexistencia de las razas, y todas las muchas libertades que, como decían antes los viejos, permitan la sana posibilidad de hacer en paz y respetando el orden, lo que uno quiera con sus huesos. Léanse aquí estos versos de confirmación de sus justas rebeldías: “Tres baldes de silencio/ no caben en mi cuerpo…/ Como asimila golpes/ un peleador, / he sacado mis raíces/ de un sueño negro”. O: “Palacio hecho/ para que/ las mujeres/ observaran/ el mundo/ sin ser vistas”. Conozcamos mejor a la persona que es su autora, escuchémosla, ponderemos las virtudes de su palabra. Que esta bella y bien cuidada edición de Letras Cubanas viaje y triunfe entre sus destinatarios es lo que deseo para Historia de un abrazo.

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