Creado en: marzo 10, 2021 a las 02:37 pm.
Que levante la mano Víctor Casaus
Recién fueron investidos con la medalla Alejo Carpentier 12 importantes intelectuales cubanos. La resolución presidencial rubricada por el presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, argumenta la larga trayectoria y aporte a la cultura nacional de tales laureados.
Dentro de esa importante avanzada artística se encuentra el multifacético creador Víctor Casaus Sánchez. Poeta, narrador, cineasta y periodista, ostenta una larga data de incuestionable relevancia en el universo artístico del país. Ha sabido armonizar esa confluencia de saberes en acertada y válida sumatoria.
Variadas son las muestras de su pujante quehacer, acierto para este nuevo reconocimiento. Los bríos juveniles los desemboca en la poesía. Se aglutinó en aquella hornada de jóvenes que a mediados de la década del 60 del siglo pasado irrumpen en el escenario lírico cubano.
El Caimán Barbudo, polémico magacín del cual fue fundador y que, sin dudas, creó y certificó una manera de decir de aquella nueva oleada de autores que, sin saberlo en ese momento – siempre el señor Cronos decanta y sedimenta lo auténtico— imprimirían una impronta significativa en la más reciente historia cultural de la nación, fue su cuartel general y tribuna de exposición.
Militó allí junto a Guillermo Rodríguez Rivera, Luis Rogelio “Wichy” Nogueras, Alex Pausides y otros tantos poetas y escritores de rebelde y renovadora pluma, eso sí, auténticamente certera y revolucionaria, para nada pacata.
Su poesía, de ferviente factura existencial-patriótica sin llegar a ser patriotera, se enmarca en la vertiente conversacional que caracterizó la lírica de los primeros años de la Revolución. En esa época publica su ópera prima, el poemario Todos los días del mundo (1967).
El género testimonio sería otro de los territorios de su creación y que da fe de su identificación con el nuevo proceso político. Tal es el caso del volumen Girón en la memoria (1971).
Se ha hecho acreedor de importantes premios literarios como son la Primera mención de testimonio y Mención de poesía del Premio Casas de las Américas, 1970; Premio de testimonio Concurso Uneac, 1979; Premio latinoamericano de poesía Rubén Darío, 1982; y el Premio de la Crítica, 1983, entre otros.
Como periodista destaca la monumental tarea de rescate, investigación y promoción de la obra del también periodista, escritor y revolucionario cubano Pablo de la Torriente Brau. Funda, en 1996, el Centro Cultural homónimo en La Habana, conocido por todos como el Centro Pablo y del cual es director actualmente.
Por si fuera poco, allí, bajo el patio de las yagrumas, ha realizado una ingente labor de divulgación y realce del lugar justo y merecido de La Nueva Trova y todas sus secuelas, incluye a las más recientes. Se atesoran allí importantes fonogramas trovadorescos. En 1998 crearía el espacio de concierto A guitarra limpia –inaugurado por Silvio Rodríguez—, devenido intenso muestrario del acontecer juglaresco de la nación.
Otro tanto lo ha reservado para la poesía. Crea en esta institución el sello editorial Ediciones La memoria que ha reunido un trascendental volumen de textos, además de convocar a un concurso nacional.
Tuvo cercanías y magníficas migas con otro de los santos griales de la poesía latinoamericana y del mundo: Roque Dalton, el poeta-combatiente.
No menos importante ha sido su trayectoria cinematográfica de la cual son frutos documentales y largometrajes, tanto como director y como guionista, con los cuales ha representado a Cuba en festivales internacionales de diversos países.
Destacan en esta producción, ese ícono de la filmografía cubana post 1959, El hombre de Maisinicú, 1973, cuyo guion realizó y Que levante la mano la guitarra, documental y saga de la entrevista homónima, dirigido a cuatro manos por él y Wichy Nogueras.
Nacido en La Habana un 10 de marzo de 1944, en el día de su onomástico, Víctor levanta su mano con la autoridad que sus trazas como artista y humano le permiten.
